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Brasileños piden cambiar los colores de la camiseta de su Selección de fútbol tras convertirse en símbolo de la extrema derecha

Simpatizantes de Jair Bolsonaro, presidente de Brasil. EFE/Antonio Lacerda

Tom Phillips

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Es el símbolo más reconocible de la identidad brasileña: la emblemática camiseta amarilla con la que grandes figuras del fútbol como Pelé y Rivaldo han contribuido a que el país mantenga el récord de cinco mundiales.

Sin embargo, esta camiseta mundialmente famosa también se ha convertido en el símbolo de la extrema derecha liderada por el presidente del país, Jair Bolsonaro, y ahora un grupo de aficionados al fútbol ha iniciado una campaña para sustituirla por otra camiseta que no tenga esas connotaciones políticas. 

“Nos encontramos ante una situación espantosa con un Gobierno horrendo que ha robado nuestra bandera”, lamenta João Carlos Assumpção, el escritor y cineasta que lidera la campaña.

Assumpção, coautor de un libro sobre la selección brasileña, Deuses da Bola (Dioses del balón), pide que su país vuelva a adoptar la camiseta blanca y azul que usó hasta 1950, cuando una devastadora derrota en la final de la Copa Mundial de fútbol ante Uruguay hizo que el país se pasara al color amarillo.

“Esa pérdida fue una tragedia nacional y la gente empezó a pensar que la camiseta blanca traía mala suerte”, explica Assumpção, que cree que este es el momento perfecto para regresar a los colores originales.

A lo largo de los últimos años, la animadversión hacia el color amarillo ha ido creciendo entre el sector más progresista del país. Muchos votantes de izquierdas evitan la camiseta amarilla desde que los manifestantes de derechas que exigían la destitución de Dilma Rousseff la reivindicaron como propia en 2016.

Desde la llegada de Bolsonaro al poder, la frustración de los progresistas con la camiseta amarilla se ha disparado. Los partidarios del presidente usan la camiseta amarilla en los mítines y cuelgan la bandera de la selección en sus balcones como muestra de apoyo incondicional al líder de extrema derecha. 

“Siempre pensé que nuestra bandera y nuestros colores tenían una gran belleza, pero ahora simbolizan la intolerancia, la ignorancia política, incluso el fascismo”, señala Lucas Justiniano, de 36 años, un cineasta de São Paulo que también es partidario de cambiar los colores.

Assumpção reconoce que ha sentido rechazo al ver las imágenes de los partidarios de Bolsonaro con la camiseta amarilla en protestas antidemocráticas y antisociales durante la pandemia de coronavirus, que ha causado más de 65.000 muertos en el país [Bolsonaro se ha mostrado contrario a las medidas de distanciamiento social y ha afirmado que la COVID-19 no es más que una simple gripe]. 

“Los partidarios de Bolsonaro apoyan causas irracionales y antidemocráticas. Quieren cerrar el Congreso, han atacado a los profesionales de la salud y a los periodistas. Y creo que hemos llegado a un punto en el que ya no se puede permitir esta situación”, afirma. “En mi opinión, es un movimiento fascista y está usando la bandera brasileña y los colores de Brasil”.

No todos los brasileños progresistas respaldan la idea, a pesar de su indignación por los ataques de Bolsonaro al medio ambiente, los derechos humanos, la democracia y, más recientemente, sus opiniones sobre la pandemia, que han sido criticadas con contundencia por la comunidad internacional.

Juca Kfouri, un conocido periodista deportivo y una reconocida voz progresista, indica que entiende la ira por la “usurpación” del color amarillo canarinho, pero que es partidario de no cambiarlo. “No puedes dejar que los delincuentes te roben tus cosas más personales”, concluye Kfouri, de 70 años, y señala que no renunció a los colores de Brasil cuando la dictadura militar se los apropió en 1970, y que no lo hará ahora.

La angustia por la apropiación del color amarillo por parte de la extrema derecha está llevando a algunos progresistas a tratar de recuperarlo, en lugar de sustituirlo. En las últimas semanas, varios grupos pro-democracia y un periódico importante, la Folha de São Paulo, han promovido movimientos que defienden la noción de que el color amarillo no es patrimonio exclusivo de la extrema derecha.

“Estos movimientos intentan volver a situar el color amarillo en el marco correcto para que no se identifique más con el 'Bolsonarismo' o la derecha, sino también con movimientos democráticos”, indica Sérgio Dávila, editor jefe de Folha.

El mes pasado, el periódico instó a los lectores a vestirse de amarillo como parte de una campaña en defensa de la democracia que lanzó en un contexto de ataques de los partidarios de Bolsonaro al Tribunal Supremo y al Congreso. “Pensamos que la Folha también debería poner su granito de arena para ayudar a rescatar este color”, explica Dávila.

Otra campaña –#DevolvamNossaBandeira (#DevuelveNuestraBandera)– ha recibido el apoyo de destacados progresistas como el político Flávio Dino, el músico Tico Santa Cruz y el influencer Felipe Neto. “Ceder nuestra bandera a los fascistas significa renunciar a uno de los símbolos más importantes de nuestra lucha”, escribió Neto. “Es la única bandera que tenemos y debemos recuperarla, aunque nos duela el ego”.

Sin embargo, son muchos los progresistas que no son partidarios de librar una lucha para recuperar el color amarillo ya que, en su opinión, esto juega a favor de Bolsonaro. “En mi opinión, ahora mismo vestir de color amarillo es como pegarse un tiro en el pie porque se identifica con Bolsonaro. Y de esta realidad no se escapa nadie”, insiste Assumpção. “Necesitamos usar el blanco y el azul para distanciarnos de Bolsonaro”.

En respuesta a las campañas que piden cambiar el color de la camiseta de la selección, la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) ha señalado que “no quiere emitir ninguna opinión al respecto”.

Traducido por Emma Reverter.

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