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The Guardian en español

Crimen, terrorismo y embarazo adolescente: ¿un panorama desolador? Solo en nuestra mente

Percibimos con mayor intensidad las malas noticias y los medios suelen reforzarlas

Bobby Duffy

Una encuesta de Ipsos Mori realizada en 38 países distintos pone de manifiesto que tenemos una visión equivocada del crimen, el terrorismo y de otros problemas relevantes de la sociedad. No nos equivocamos al elegir una respuesta al azar; nos equivocamos de forma sistemática. Tendemos a pensar que la situación es peor de lo que es en realidad y que, además, se deteriora por momentos.

Según el estudio, Los peligros de la percepción, solo el 7% de los encuestados cree que la tasa de asesinatos en su país ha disminuido con respecto al año 2000. En realidad, en la mayoría de los países la tasa de asesinatos ha disminuido significativamente. En global, ha bajado un 29%.

Solo el 19% cree que en los últimos 15 años los ataques terroristas han dejado menos víctimas mortales que en los quince años anteriores, cuando lo cierto es que la cifra ha bajado significativamente. En todo el mundo, en los últimos quince años esa cifra ha disminuido un 50%.

Los encuestados también creían que la proporción de inmigrantes encarcelados en las cárceles de su país es significativamente más alta de lo que es en realidad. Pensaban que eran un 28% cuando en realidad representan el 15% de la población reclusa.

Además, en todo el mundo también se exagera la tasa de embarazo adolescente. Los encuestados la situaron en torno al 20% cuando en realidad solo es del 2%. En algunos países, se cree que todos los años la mitad de las adolescentes dan a luz. Si comparamos las tasas de embarazo adolescente de los 38 países donde se hizo el estudio, la tasa más alta es de 6,7%.

Estos errores se deben a más de un motivo, desde la poca habilidad para cálculos matemáticos básicos al hecho de tomar atajos mentales cuando “pensamos rápido” o tener prejuicios.

El papel de los medios

Sin embargo, una conclusión es clave. Solemos sobredimensionar nuestras preocupaciones. Si seguimos en los medios de comunicación un tema concreto, creemos que es más relevante de lo que realmente es, especialmente si la cobertura es trepidante o transmite inquietud.

Percibimos las malas noticias de forma distinta a las buenas. Esto tiene una explicación evolutiva. La información negativa suele ser más urgente y nos obliga a actuar: nuestros ancestros tenían que prestar atención cuando otro cavernícola les alertaba de la presencia de un tigre de dientes de sable (los que no lo hacían quedaban eliminados del patrimonio genético).

Es por este motivo que nuestros cerebros procesan la información negativa de manera diferente y la archivan de forma que sea más accesible. Se han hecho distintos experimentos psicológicos en este sentido y los científicos también han constatado una pauta parecida en los ratones. Situaciones como perder dinero, que los amigos te den la espalda o recibir críticas tienen un impacto mayor que ganar dinero, hacer amigos o recibir elogios.

Todo esto tiene una explicación: el funcionamiento de nuestro cerebro. John Cacioppo, un profesor de neurociencia social, mostró a sus pacientes imágenes que producen sensaciones agradables, como fotografías de un Ferrari o de una pizza, y otras que producen sensaciones desagradables, como una cara deformada o un gato muerto, y registró la actividad eléctrica de los cerebros. Fue más fuerte en el caso de las imágenes desagradables.

La información negativa capta nuestra atención al instante mientras que la positiva lo hace de forma gradual y progresiva.

No tenemos la misma agilidad para detectar tendencias que para fijarnos en desastres llamativos. Como señala Max Roser, de la Universidad de Oxford, los periódicos podrían haber publicado el titular “137.000 personas salen de la pobreza extrema cada día desde hace 25 años”. Sin embargo, lo previsible no es merecedor de una portada porque no es lo que queremos como consumidores de medios de comunicación.

Sería muy fácil encontrar ejemplos recientes de titulares vistosos o de entrevistas conmovedoras de chicas en edad escolar que se han quedado embarazadas. Lamentablemente, es más difícil encontrar una imagen de una joven vistiendo el uniforme escolar y sin un bebé en brazos y el titular: “Otra adolescente que sigue con sus estudios sin dar a luz”.

Lo positivo, ¿algo superficial?

Recientemente ha despertado mucho interés la tendencia del “nuevo optimismo”, en el que un grupo heterogéneo señala los avances conseguidos y un futuro mejor. En realidad, se ha visto con desconfianza: teniendo en cuenta que la humanidad tiene grandes retos ante sí, fijarse en lo positivo parece algo superficial.

Sin embargo, el estudio que hemos llevado a cabo durante muchos años evidencia que la percepción incorrecta de la realidad –el hecho de que nos centremos en lo negativo– esconde más riesgos que apostar por el nuevo optimismo, ya que nos invade una sensación de agobio y llegamos a la conclusión de que no podemos hacer nada para cambiar la situación.

Paul Slovic, otro psicólogo, ha estudiado el “adormecimiento psíquico” durante muchos años, y cómo ante una tragedia o una llamada masiva de ayuda, tendemos a la pasividad. Una de las conclusiones clave de su trabajo es que somos más propensos a ayudar a personas concretas que a grupos. Esto se ha constatado una y otra vez en las campañas de recaudación de fondos: explicar la situación de una determinada persona, que tiene nombre y apellidos, con el propósito de conmover a nuestra audiencia, permite que ésta conecte con el problema y la ayude.

Este mismo mecanismo, que nos bloquea cuando nos hablan de la situación de millones de personas, también nos hace creer que no podemos solucionar los problemas más graves. Es por este motivo que muchas de las críticas al “nuevo optimismo” se olvidan de una cuestión clave: deberíamos apreciar lo que hemos conseguido. Como muestra esta encuesta, es crucial fomentar la acción y luchar contra la sensación de que todo está perdido.

Bobby Duffy es director del Social Research Institute de la empresa de encuestas Ipsos MORI

Traducido por Emma Reverter

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