Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

The Guardian en español

Análisis

Los datos (no las armas) son la clave de la nueva guerra fría entre China y EEUU

Agentes de bolsa trabajan en Nueva York

2

Esta semana, las acciones de la gigante china Didi, una aplicación de transporte para solicitar traslados en coche, cayeron en más del 20%. Unos días antes, Didi había ganado más de 3.700 millones de euros en una gran oferta pública de venta (OPV) en Nueva York que se convirtió en la mayor OPV de una empresa china desde el debut de Alibaba en 2014.

La causa inmediata del colapso de Didi fue un anuncio de la Administración del Ciberespacio del Gobierno chino en el que manifestaron sus sospechas de que Didi había recogido y utilizado ilegalmente información personal de sus usuarios. A falta de una investigación, la agencia ordenó a Didi que dejase de registrar usuarios nuevos y eliminó la plataforma de las tiendas de aplicaciones chinas.

En un editorial del lunes, el periódico Global Times –de propiedad estatal– señaló que Didi es la empresa con “información más detallada de viajes personales” de todas las compañías tecnológicas, y que la empresa supone un riesgo potencial para las personas porque podría realizar un análisis de macrodatos sobre las costumbres y el comportamiento de sus usuarios.

¿Pero desde cuándo se preocupa Pekín por la privacidad de los ciudadanos chinos? El Gobierno chino hace todo lo que está en su poder por espiarlos.

Es muy probable que la gran operación bursátil en Nueva York haya puesto nervioso a Pekín al pensar que Estados Unidos pueda tener acceso a una enorme cantidad de información personal de ciudadanos chinos: dónde viven, dónde trabajan y hacia dónde viajan. Estos datos podrían amenazar la seguridad nacional de China.

El pasado miércoles, otro organismo chino de regulación multó a varias empresas de internet, incluida Didi, por supuestamente violar la ley antimonopolio del país.

La incipiente guerra fría entre Pekín y Washington va más de datos que de armas tradicionales: la recogida, la acumulación, el análisis y la utilización al máximo de esos datos para aventajar al rival. La ciberseguridad se resume en quién tiene acceso a más información sobre el otro y quién puede utilizarla mejor.

Esta semana, China también anunció que aumentará la regulación de las empresas tecnológicas que cotizan en el extranjero y supervisará qué tipo de información envían y reciben desde el otro lado de las fronteras. La justificación oficial es que quieren asegurarse de que los consumidores chinos estén protegidos de los delitos informáticos y de las filtraciones de información personal. La verdadera razón probablemente sea la seguridad nacional china.

Los políticos de Washington están casi tan nerviosos como los políticos de Pekín por el flujo de información que pasa al otro lado.

El senador Marco Rubio declaró al Financial Times que es “imprudente e irresponsable” que la bolsa de Nueva York le permita a Didi vender acciones. ¿Su preocupación? Proteger a los jubilados estadounidenses.

“Incluso si esas acciones se recuperan, los inversores estadounidenses no tienen conocimiento de la fortaleza financiera de la empresa porque el Partido Comunista chino impide a los organismos reguladores de nuestro país revisar sus libros contables”, dijo Rubio. “Eso pone en peligro las inversiones de los jubilados estadounidenses y envía a Pekín los dólares que nosotros tanto necesitamos”.

Por favor. Si Rubio y otros legisladores quisieran de verdad proteger a los inversores estadounidenses, Rubio y sus colegas intentarían restringir la cantidad de ahorros estadounidenses que se escapan hacia China a través de los fondos de pensiones, fondos mutuales de inversión y fondos cotizados en bolsa.

Sin embargo, empresas chinas representan actualmente el mayor porcentaje de índices bursátiles emergentes, los cuales determinan por dónde se mueven los ahorros de los estadounidenses en el mundo. A pesar de que las tensiones geopolíticas han aumentado en los últimos años, la asignación de China ha crecido de forma dramática. Tanto es así que los índices del mercado de bonos han incluido los bonos del Gobierno chino en sus carteras de valores.

La inversión de carteras de valores estadounidenses en empresas chinas y bonos del Gobierno de ese país podría superar los 843.300 millones de euros para fines de 2021.

Lo que de verdad preocupa a los legisladores estadounidenses de que Didi y otras grandes empresas tecnológicas chinas aseguren su posición financiera en EEUU es que podrían recoger enormes cantidades de datos sobre EEUU y seguir respondiendo ante el Gobierno chino, es decir, la misma preocupación que tiene Pekín.

Los temores de Pekín y Washington respecto de la seguridad de los datos es comprensible. Sin embargo, desde un punto de vista práctico, ambas economías están entrelazadas. A nivel oficial, la economía china sigue siendo comunista y está controlada por el Estado, pero extraoficialmente los líderes de las empresas tecnológicas son capitalistas y se han enriquecido hasta casi igualar a sus colegas estadounidenses.

Los emprendedores y los cerebros de las finanzas, tanto en China como en EEUU, comprenden bien que ambas naciones juntas conforman el mayor mercado del mundo. Y seguirán haciendo todo lo posible por ganar dinero dentro de este mercado gigantesco, sin importarles el nacionalismo tecnológico cada vez más fuerte de sus respectivos cargos políticos.

Esto significa que el próximo conflicto más interesante no será entre China y EEUU como tal, sino entre las élites empresariales de ambas naciones que buscan generar grandes ingresos y las élites políticas de ambas naciones que quieren proteger sus países y, de paso, proteger sus propios centros de poder.

Robert Reich fue secretario de Trabajo de EEUU, es profesor de políticas públicas en la Universidad de California en Berkeley y es autor de 'Salvando al capitalismo: para la mayoría, no unos pocos, y el bien común'. Su libro más reciente, 'El Sistema: quién lo amañó y cómo arreglarlo', acaba de publicarse en EEUU. Es columnista de Guardian US.

Etiquetas
stats