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Islamistas y laicos unen fuerzas para derrotar a Erdogan en las elecciones del domingo

Temel Karamollaoglu durante un acto electoral en la ciudad de Adana el pasado 7 de junio.

Kareem Shaheen / Gokce Saracoglu

Estambul —

El líder del principal partido islamista de Turquía recita de un tirón lo que él cree que son los fracasos del gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan: una alta tasa de desempleo, un déficit comercial creciente, una política exterior caótica , una solicitud de entrada en la Unión Europea atascada y un estado de emergencia desde el golpe de Estado fallido de 2016. Todos ellos han dañado los derechos y libertades fundamentales.

Temel Karamollaoglu, líder del partido Saadet (felicidad) y educado en Manchester, afirma que estas y otras más son las razones por las que se presenta a la presidencia. También se ha aliado con firmes laicistas en la carrera por el Parlamento, una coalición que hubiese sido inimaginable hace una década.

A una semana de las elecciones parlamentarias y presidenciales, la carrera está más ajustada de lo esperado.

Aunque Erdogan continúa siendo el político más poderoso y popular en Turquía, a la oposición le ha ido especialmente bien en los sondeos. Las últimas encuestas sugieren que podría acabar con el control sobre el Parlamento que tiene la formación en el Gobierno, el Partido Justicia y Desarrollo (AKP).

En un ambiente de libertad de expresión menguante y purgas de disidentes, así como muestras públicas de devoción religiosa en un país donde el laicismo está consagrado en sus principios fundacionales, ha emergido una fuerte voz de oposición de un grupo inesperado.

Los islamistas, que en su momento fueron aliados ideológicos del presidente, se han unido a esta alianza con el objetivo de debilitar su control sobre el poder.

“Las políticas que Erdogan o su gobierno están siguiendo no ayudan a Turquía a mantener una posición fuerte en prácticamente ningún aspecto ni política, ya sea económica o de política exterior”, explica Karamollaoglu a The Guardian. “Sus estrategias y discursos generan polarización en Turquía. En gran medida es irrespetuoso con la defensa de la ley”, añade.

El partido de Karamollaoglu estuvo una vez liderado por Necmettin Erbakan, el padre del movimiento islamista moderno de Turquía, que ejerció como primer ministro y que fue mentor de Erdogan.

Erdogan y otras figuras clave del movimiento que eran percibidos en su momento como más reformistas se separaron del partido para fundar el AKP, que ha gobernado Turquía desde 2002.

Al presidente de Turquía le gusta presentarse a sí mismo como el defensor global del islam y ha buscado posicionarse como el impulsor de las causas islámicas y líder de un movimiento solidario para los creyentes oprimidos en todo el mundo, una postura que cae bien entre los votantes conservadores.

Karamolaoglu sostiene que la visión de su partido para Turquía es similar al laicismo de Reino Unido, donde la religión y el Estado pueden coexistir en paz, una economía autosuficiente y una política exterior basada en el diálogo y la diplomacia con lazos más cercanos a los países musulmanes. Quiere abandonar la carrera por la adhesión a la UE en favor de un acuerdo de estatus especial, así como la alianza estratégica con EEUU, que se ha debilitado con Erdogan.

Para las elecciones, Saadet ha formado una alianza con la principal formación laica opositora, el Partido Republicano del Pueblo (CHP). Los islamistas y los laicistas son extraños compañeros de cama unidos por su oposición al presidente y a su partido en el Gobierno a pesar de sus grandes diferencias ideológicas.

“No tenemos las mismas políticas o la misma idea de gobernar en materia económica y en política exterior”, afirma Karamollaoglu. “Pero estamos de acuerdo en determinados principios, como la separación entre el Gobierno y el poder judicial, la libertad de prensa y el levantamiento del estado de emergencia”, añade.

Lo extraño de la alianza esconde un plan más amplio con el objetivo de alejar votos de la base conservadora religiosa de Erdogan, que ha votado por él con lealtad.

La religión, un factor determinante

Sus rivales más fuertes en la carrera presidencial están apelando de forma implícita a los votantes religiosos destacando su propia religiosidad. Meral Aksener, líder de un nuevo partido nacionalista, subraya que ha hecho el peregrinaje a La Meca y que, aunque no lleva el velo, realiza regularmente las oraciones diarias. Muharrem Ince, el candidato del CHP, va a las oraciones de los viernes.

La candidatura de Karamollaoglu y su ruidosa oposición a las políticas del AKP también desdibujan las líneas divisorias tradicionales en la política turca y determinan un desmentido pública a la idea de que Erdogan es el único defensor legítimo de los creyentes.

Los votantes religiosos a menudo señalan la religiosidad personal de Erdogan como un factor de atracción, así como su apoyo a causas islamistas como el velo, que el AKP ha permitido en universidades e instituciones estatales.

Para muchos votantes conservadores, el auge de Erdogan evidencia que las muestras públicas de fe se han convertido en algo comúnmente aceptado tras décadas de denigración a la religión y a sus seguidores. Esto era un rechazo de los “turcos blancos”, la élite laica que controlaba el Ejército y la burocracia estatal y que miraba por encima del hombro a sus compatriotas religiosos como gente pobre e ignorante.

La desconfianza seguirá suponiendo un reto a los partidos de la oposición que quieren atraer a votantes conservadores en una cantidad suficiente como para inclinar la balanza.

Esperan, por ejemplo, que los votantes conservadores en las regiones kurdas que han votado tradicionalmente al AKP, voten esta vez a otros partidos debido a una combinación de la alianza electoral de Erdogan con los nacionalistas, las operaciones militares de Turquía contra las milicias kurdas en Siria y la amplia represión contra los kurdos disidentes, así como la promesa rota de una visión inclusiva de Turquía una vez abrazada por el AKP de Erdogan.

“Estamos viendo una fractura en la base del AKP”, señala Huda Kaya, diputada del Partido Democrático del Pueblo (HDP), centrado en el asunto kurdo, que hizo campaña por el derecho a llevar velo y que previamente había votado al AKP.

“Las palabras más inconfundibles y frescas en nuestra memoria es cuando Erdogan dijo que los 80 millones (de personas en Turquía) son mis conciudadanos me voten o no me voten”, recuerda. “Teníamos la esperanza de que esto fuese verdad, pero todas las promesas, la igualdad, los derechos y libertades y la posición de la sociedad kurda están lejos de lo que prometió”, añade.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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