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The Guardian en español

Le Pen no será presidenta

Le Pen perderá mucho más que las elecciones presidenciales si no consigue romper la barrera del 50% de los votos en la primera vuelta.

Catherine Fieschi

El discurso sobre el efecto dominó del populismo puede sonar alarmante. Brexit, Donald Trump, muy pronto Marine Le Pen y tal vez después, el Frexit [la salida de Francia de la Unión Europea]. Lo cierto es que no habrá una presidenta Le Pen. Eso no quiere decir que nos debamos tomar a la ligera a “Marine” (como se presenta la líder del Frente Nacional) o a sus votantes, pero lo cierto es que si bien ha tenido un peso desproporcionado en la política francesa, no es la figura política más importante en una campaña que, hoy por hoy, está abierta a muchos resultados posibles.

Sin duda el Fillongate, el escándalo protagonizado por el ex primer ministro conservador y “presidente en espera”, François Fillon, que debe responder por los presuntos pagos públicos que recibió su esposa Penélope, está jugando a favor de la extrema derecha. Además, los votantes franceses ya han defenestrado a los otros grandes pesos pesados de la política francesa: François Hollande ha sido lo suficientemente sensato como para descartar volver a presentarse como candidato y sus compañeros Nicolas Sarkozy, Alain Juppé y Manuel Valls cayeron fulminados en las primarias.

Esto nos deja con Le Pen, Jean-Luc Mélenchon, el candidato de la  extrema izquierda, y Emmanuel Macron, la prometedora estrella del movimiento de la tercera vía En Marche!. Por otra parte, otras nuevas y poderosas dinámicas convierten estas elecciones en un momento decisivo para Francia. 

Si bien es cierto que los problemas de Fillon han dado un impulso a Le Pen, ambos candidatos tienen un tipo de votante muy distinto y la líder del Frente Nacional obtendría escasos votos con la caída en desgracia del político. Un factor clave que sigue jugando en contra de Le Pen es el sistema de dos vueltas electorales. En un contexto en el que otros partidos de la derecha populista parecen imparables, Le Pen, en cambio, se enfrenta a obstáculos muy complejos. Esto puede tener unas consecuencias que van mucho más allá del previsible bloqueo por parte de los partidos dominantes para evitar que el Frente Nacional pase a una segunda vuelta (el llamado frente republicano).

En esta ocasión, serán mucho más decisivas las promesas que el Frente Nacional ha hecho a sus votantes. Evidentemente que Le Pen también se ha beneficiado de todas las circunstancias que en los últimos años han dado un impulso a los políticos populistas: la percepción de que la brecha de desigualdad es cada vez más grande, la preocupación en torno a la inmigración, las consecuencias de la crisis económica y la incapacidad de los partidos de centro izquierda por cumplir con las expectativas de sus votantes. Y a esta lista hay que añadir los atentados terroristas en Francia.

Todas estas circunstancias podrían contribuir a que Le Pen obtenga el 30% de los votos en la primera vuelta, que tendrá lugar el 23 de abril. ¿Qué pasará si pasa a la segunda vuelta? Me atrevo a afirmar que lo más probable es que no pase nada. Perderá ante su adversario, sea quien sea. Si gana la primera vuelta y más tarde pierde la segunda, lo único que conseguirá es generar una mayor frustración entre sus bases ya que el único resultado que pueden tolerar es la victoria.

El Frente Nacional está profundamente dividido. Muchos toleran la estrategia de Le Pen (orquestada por un asesor que prácticamente todo el mundo aborrece, Florian Philippot) con la única condición de que gane las elecciones presidenciales. Si no lo consigue, los votantes de extrema derecha que la apoyaron poco convencidos podrían abstenerse en las elecciones parlamentarias, que se celebran en junio. Y, en cualquier caso, peligraría su posición de liderazgo.

En otras palabras, es probable que Le Pen solo tenga una oportunidad: o consigue romper la barrera del 50% de los votos en la primera vuelta (estimaría que la probabilidad de que esto suceda es del 10% salvo que Francia sufra un nuevo atentado terrorista o estalle un escándalo de grandes proporciones) o pierde mucho más que las elecciones presidenciales.

El segundo gran obstáculo al que se enfrenta Le Pen es que ya no puede presentarse como la candidata que no pertenece a la casta política. El socialista Benoît Hamon está ganando terreno y Macron, un exministro de economía y el favorito de las encuestas, se está posicionando como la alternativa progresista a Le Pen. Son “las caras nuevas”. Le Pen empieza a parecer “la veterana”.

El hecho de que haya alternativas, incluso progresistas, es una novedad en Francia. Es evidente que, en parte, esto es un espejismo. Sin embargo, el Frente Nacional ya no tiene el monopolio en el mercado de la regeneración política. En las primarias, tanto Los Republicanos como el Partido Socialista, han conseguido movilizar a votantes que, solo unos meses atrás, estaban muy desmotivados. Y el entusiasmo que despierta Macron es un síntoma del creciente deseo de cambio; un deseo que sienten los votantes de todo el espectro político.

Mi trabajo con focus groups de distintas partes de Francia indica que algo está cambiando. Algunos apoyan a Le Pen pero también empiezan a vislumbrarse los brotes verdes de un pronóstico mucho más positivo; un nuevo activismo local y descentralizado. De ningún modo debemos subestimar la capacidad del Frente Nacional para movilizar a sus votantes; se trata de una amenaza real. Sin embargo, habida cuenta de la situación actual, la renovación puede producirse a través de una vía mucho más esperanzadora.

Traducido por Emma Reverter

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