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The Guardian en español

La guerra regresa al territorio ucraniano

Más de 30 personas han muerto como resultado de la última ola de violencia en las últimas dos semanas, incluidos civiles a ambos lados del frente.

Shaun Walker

Avdiivka —

No hay nada que suene más que la descomunal y potente maquinaria de la gran fábrica de Avdiivka. Excepto las descargas de artillería.

Desde que comenzó la guerra en 2014, han caído más de 300 bombas en la zona de la fábrica, la planta de coque más grande de Europa [combustible sólido, ligero y poroso que resulta de calcinar ciertas clases de carbón mineral]. La fábrica se encuentra en territorio controlado por Ucrania, a tan solo unos kilómetros del frente de batalla con los separatistas apoyados por Rusia. Las pesadas armas han estado misericordiosamente calladas durante meses, pero en las últimas dos semanas se ha vivido una nueva ola de violencia. Kiev vincula este aumento a una Rusia aparentemente envalentonada por la elección de Donald Trump en Estados Unidos.

Se cree que más de 30 personas han muerto como resultado de la última ola de violencia, incluidos civiles a ambos lados del frente. La artillería pesada, prohibida por un alto el fuego de hace dos años, ha regresado a primera línea. El pueblo de Avdiivka se quedó sin electricidad durante varios días durante los últimos enfrentamientos, los más intensos en más de un año, según la OSCE, Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, que vigila el conflicto.

La planta de coque se salvó de los impactos directos. Sin embargo, Elena Volkova, de 36 años, que trabajó en la fábrica durante una década, murió después de que su piso fuese bombardeado. Elena es la décima trabajadora de la fábrica que ha muerto desde que empezó la guerra.

“Estaría bien que pudiéramos simplemente venir a trabajar y no tener que preocuparnos por la guerra, sin tener que estar siempre preparados para tirarnos al suelo en caso de fuertes explosiones”, se lamenta Mijaíl, un jefe de turno que ha trabajado en la fábrica durante más de dos décadas. Los disparos de artillería se pueden escuchar mientras habla.

Como siempre, ha habido un aluvión de acusaciones cruzadas sobre quién desató esta nueva tanda de combates.

“Una prueba a la Administración de Trump”

En Kiev, las autoridades afirman que los separatistas apoyados por Rusia se habían estado preparando para una nueva ofensiva durante un tiempo. “En las últimas semanas hemos recibido información de inteligencia de unos 170 vehículos con municiones y al menos 60 con combustible cruzando la frontera desde Rusia. Indudablemente, estaba preparado”, declaró el ministro de Exteriores ucraniano, Pavlo Klimkin, durante una entrevista en Kiev la semana pasada.

La violencia, que estalló tan solo unas horas después de que Trump y el presidente ruso hablasen por teléfono, fue, de acuerdo con el vicepresidente de la Administración presidencial ucraniana, Kostiatyn Yeliseieiv, “una prueba desde el lado ruso a la nueva Administración estadounidense y a la unidad en la Unión Europea”.

En el terreno, sin embargo, las cosas parecen más complicadas. En las últimas semanas, las fuerzas ucranianas han conseguido avances progresivos. En este último estallido parece que los rebeldes apoyados por Rusia fueron los primeros en disparar con artillería pesada. Sin embargo, un soldado ucraniano en la “zona industrial”, un tramo del frente donde las líneas enemigas están a poco más de medio kilómetro de distancia, asegura que han sido los ucranianos los que han provocado al bando rebelde a llevar a cabo una respuesta agresiva. El soldado ucraniano afirma que el desencadenante fue la toma de un pequeño tramo de carretera: “Sabíamos exactamente lo que hacer y funciono a la perfección”, señala. “Al fin y al cabo es nuestro territorio”.

Durante la Administración de Obama, Kiev podía contar con un continuo apoyo de Washington en el conflicto de la parte este del país, alimentado por Rusia con la infiltración de combatientes y armamento a través de la frontera. Pero con la insistente estrategia de Trump de mejorar las relaciones con Rusia, existe la preocupación en Ucrania de que el país sea sacrificado a cambio de un gran acuerdo con Putin.

“Esperamos que el problema ucraniano no se solucione a espaldas de Ucrania”, afirma Kostiantyn Yelisieiev, embajador de Ucrania ante la Unión Europea. “Esperamos que tarde o temprano haya una posición más proactiva por parte de la nueva Administración estadounidense”.

Trump ha ignorado todas las críticas suscitadas por sus cálidas palabras a Putin y ha hecho caso omiso de los efectos de una aparente campaña rusa para ayudarle a salir elegido en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre. “¡Probablemente, ambos países trabajemos juntos para solucionar algunos de los muchos, graves y urgentes problemas en el mundo!”, escribió Trump en un tuit el mes pasado.

Con los mensajes contradictorios sobre Rusia y Ucrania en la nueva Administración, incluso los diplomáticos estadounidenses no están seguros de la posición que finalmente tomará Trump sobre el asunto. Mientras tanto, las autoridades ucranianas intentan leer el futuro para darse cuenta de la envergadura del problema en el que están metidas.

“Necesitamos sacar a Rusia del Donbás”

Paralelamente, el consejero de Seguridad Nacional de Trump, Michael Flynn, ha dimitido después de una serie de filtraciones de inteligencia que sugieren que Flynn había discutido en secreto sobre las sanciones con el embajador ruso en Washington y posteriormente lo había intentado ocultar.

Fox News preguntó a Trump durante una entrevista sobre el repunte de la violencia justo después de su llamada telefónica con Putin, a lo que Trump reaccionó con su característica ambigüedad en una respuesta semicoherente: “No sabemos exactamente de qué se trata. Son fuerzas, no sabemos si incontrolables. ¿Son incontrolables?”. No está claro si se se refería a fuerzas prorrusas o profesionales.

Diplomáticos y analistas en Kiev dicen que el actual objetivo de Rusia no es conquistar más territorio ucraniano, sino devolver a Ucrania los territorios ya tomados con condiciones ventajosas para Moscú que le garanticen una posición fuerte y a largo plazo en el país.

“Necesitamos sacar a Rusia del Donbás: en términos de tropas rusas, pero también mercenarios rusos, armamento y todo tipo de trucos e influencia indirecta”, asegura el ministro de Exteriores Klimkin.

Klimkin viajará a Estados Unidos esta semana, y la esperanza es que el presidente ucraniano, Petro Poroshenko, sea capaz de concretar una reunión con Donald Trump este mismo mes. Los dos presidentes hablaron por teléfono la semana pasada, pero ambas partes han sido cautelosas a la hora de revelar los detalles de la llamada.

Poroshenko y Trump encontraron “cierta calidad humana” durante su conversación telefónica, según el embajador ucraniano en la UE, Yelisieiev, destacando que ambos han sido exitosos empresarios. Poroshenko es un multimillonario que levantó un imperio de confitería antes de entrar en política.

Pero a los males del presidente ucraniano se suma la exprimera ministra y actual líder de la oposición, Yulia Tymoshenko, que logró una reunión personal con Trump después de la celebración del desayuno de oración nacional de EEUU, a principios de este mes.

Consejeros del gobierno ucraniano cuentan que Tymoshenko arrinconó a Trump en su camino a los baños. Sin embargo, la reunión tuvo lugar en una sala privada y fue acordada el día anterior. “La delegación ucraniana se quedó perpleja cuando descubrieron que la reunión tendría lugar”, afirma una fuente presente en el desayuno nacional. Yelisieiev señala que “no es demasiado correcto permitir a cualquier político dar la mano” al presidente estadounidense.

Tymoshenko, una política audaz, tiene muchos admiradores en Occidente, pero no ha sido tímida a la hora de cerrar acuerdos con Moscú en el pasado. Tiene una ambición imperiosa por convertirse en presidenta y las autoridades en Kiev creen que sus intervenciones podrían complicar todavía más la difícil tarea de ganarse el apoyo de la Administración de Trump.

En Avdiivka, las preocupaciones geopolíticas parecen lejanas, pero el regreso de la guerra, que ha alterado por completo la vida de la gente en los últimos tres años, ha sido fuertemente rechazado. Musa Magomedo, director de la planta de coque, señala que ya es hora de encontrar una solución política al conflicto.

Aunque el director de la fábrica nació y creció en Dagestan, una parte de Rusia, está claro dónde están sus simpatías en el actual conflicto: “Se me ofreció una buena cantidad de dinero para que me trasladase a una planta rusa cuando empezó la guerra, pero lo rechacé. Soy ciudadano de Ucrania y amo Ucrania”.

Sin embargo, el ejecutivo dedica unas palabras duras a los “idiotas que se quedan en caras suits en Kiev” mientras piden nuevas ofensivas militares en la región. Cree, por el contrario, que se necesita una solución política para frenar la pérdida de vidas.

“Esas personas deberían intentar sentarse un rato ellos mismos en una trinchera. La gente aquí quiere trabajar, quiere tener una vida normal y está cansada de esta miseria y estrés interminables”, concluye.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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