El infierno del Playa de Bakio
El marinero pasaitarra del 'Playa de Bakio' Jaime Candamil aseguró este domingo que el secuestro del barco en Somalia “ha sido un infierno” y que, pese a que no sufrieron ninguna agresión, fue “muy duro” y llegaron a temer por su vida. Asimismo, reclamó que varios países se unan para proteger a los pescadores que faenan en la zona y conseguir que esto no vuelva a suceder. “Ojalá este sea el último barco que cojan”, agregó. Candamil compareció, siete días después de ser liberado, en la Cofradía de Pescadores de Pasajes San Pedro (Guipúzcoa) acompañado por su compañera sentimental, Fátima Iturria, y del presidente de la Federación de Cofradías de Guipúzcoa, Jaime Tejedor, donde agradecieron de nuevo la ayuda y el apoyo del Gobierno central y vasco, la empresa y los medios de comunicación.
El marinero pasaitarra reconoció “no estar bien aún” y durante la rueda de prensa se emocionó en varias ocasiones al recordar situaciones de tensión. En ese sentido, reconoció que estar en el camarote “era un infierno” porque, aunque los atacantes no eran muy corpulentos y algunos de ellos menores de edad, “metían un ruido que te ponía enfermo”.
RELATO DEL SECUESTRO
Candamil relató que el 'Playa de Bakio' se encontraba parado a unas 250 millas de la costa de Somalia cuando sobre las ocho de la tarde del pasado 20 de abril un marinero detectó la llegada, a unos diez metros, de una lancha con “piratas” cuando la tripulación se encontraba cenando.
En ese momento, se produjo una situación de “caos” y los técnicos de las máquinas -entre ellos Candamil, que tiene cargo de “caldereta” o tercer oficial de máquinas- intentaron arrancar el motor pero a los responsables del Puente “no les dio tiempo a subir” porque los secuestradores ya estaban abordando el barco, en el que reventaron una granada.
A continuación, los 26 componentes de la tripulación del atunero vasco fue trasladada hacia la cubierta del barco para que los “piratas” pudieran comprobar cuantos la conformaban y les amenazaron con que, si había alguno más de esa cifra, “les cortaban el cuello”. Los secuestradores eran unas diez personas que, tras amarrar sus botes al barco, pusieron rumbo a la costa de Somalia, “cerca de su aldea” donde fondearon a una milla y media.
Candamil explicó que con los secuestradores se entendían “por señas porque su inglés era muy malo” y que lo primero que les quitaron fueron los teléfonos móviles, tras lo que les dejaron ir a sus camarotes que previamente habían registrado.
“AGRESIVOS”
En ese sentido, señaló que los primeros días “fue la cosa bastante tranquila” hasta que el martes el grupo de secuestradores fue relevado por otro “más agresivo”, que empezó “a pegar patadas” y registrar continuamente hasta hacerse con dinero, ropa y objetos personales de los marineros. “Ha habido a algunos que les han dejado sin nada”, agregó, al tiempo que apuntó que por el barco “pasó mucha gente” para negociar.
El marinero vasco aseguró que no hubo conato de enfrentamiento con los “piratas” y que no les agredieron en ningún momento. Asimismo, señaló que tampoco hubo problema con la comida, aunque precisó que en su caso “no le entraba” y se mantuvo durante el cautiverio con “café, leche y agua”. Aunque, apuntó que debían siempre preparar primero la comida de los secuestradores que “eran bastante desconfiados” y les hacían a los tripulantes “probar todo primero”.
El miedo, según dijo, se debía más a los ruidos y los golpes que los somalíes propinaban a las puertas y los gritos que daban continuamente. Los “piratas”, no obstante, les dejaron estar juntos en los camarotes -y posteriormente acceder a la cubierta-, lo que en ocasiones supuso un desahogo para los más afectados por la tensión. Además, pudieron en todo momento escuchar la radio aunque, en su caso, dejó de hacerlo al tercer día “para no volverse loco” con las noticias confusas sobre su situación.
En cuanto a la liberación, señaló que fue “muy tensa” ya que pasaron varias horas desde que los piratas les comunicaron que les iban a soltar hasta que lo hicieron. Diez minutos después, prepararon los motores, cortaron el ancla y salieron de allí en una situación en la que alguno de los marineros perdió los nervios “y se quedó sin respiración”. En esa línea, afirmó que, gracias a las lanchas y el helicóptero de la fragata, consiguieron no volver a ser atacados por otros “piratas” que venían a por ellos.
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