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De la realidad a la ficción o de la ficción a la realidad. La inquietante mirada de Isaac Rosa merodea por los recovecos de la actualidad para contarla, semana a semana, de otra manera

Esto no es arte

Esto no es arte

Isaac Rosa

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Dice un visitante que esto no es arte y lo repite levantando la voz, para que el resto de visitantes que también se ha acercado le oiga: esto-no-es-arte. Dice su acompañante que eso lo puede hacer su hijo de tres años; y que si es una broma, no tiene gracia. Dice un galerista cercano que hala, cómo no, ya estaba tardando en aparecer el escandalito de ARCO de todos los años, parece que hay algunos que tienen que montar el circo para que les hagan casito. Dice otro galerista que el listón está cada vez más alto, lo de sacar a Franco ya estaba muy trillado y se ve que hay quien ha decidido ir más lejos, mucho más lejos. Dice el primer galerista que sí, que estará muy trillado, pero el finlandés ese del dibujito de “Franco no fue tan malo como dicen” ha conseguido su minuto de fama, y hasta ha vendido su mamarrachada. Dice el otro galerista que para mamarrachada esta que tienen ahora delante y ante la que cada vez se concentra más gente; mamarrachada, y encima sin firma, anónima.

Dice la directora de una galería cercana que ella no sabe nada, que la obra no es suya, que ya estaba ahí cuando llegó esta mañana, y que deberían llamar a seguridad, o mejor aún, al servicio de limpieza, y que directamente la echen a la basura. Dice una joven artista que ella ha visto en la feria muchas obras que sí merecerían acabar en la basura, pero que no es el caso de esta; que puede molestar más o menos, pero es una obra de arte y hay que respetarla. Dice el primer visitante que esto no es arte, y ahora lo exclama: ¡esto no es arte! Dice otra vez su acompañante que eso lo puede hacer su hijo de tres años, y añade, ahora con más énfasis: y si es una broma, no-tiene-gracia.

Dice el periodista desplazado a ARCO que hoy es su día de suerte, que por fin ha encontrado la pieza que necesitaba para su crónica, que ya estaba aburrido de recopilar tontadas por los pasillos de IFEMA en cumplimiento del encargo de su jefe de Cultura (“busca algo polémico, pero polémico de verdad, no chorraditas de Franco; y si no lo encuentras, haz una lista de las obras más absurdas de ARCO, ya sabes: el vaso de agua medio lleno, el plátano en la pared, que esas bobadas siempre funcionan en redes”); y así, después de patearse los dos pabellones de la feria, el periodista ha apuntado y fotografiado un buen número de tontadas: instalaciones con fruta podrida, con ropa arrugada, con pelo humano, ladrillos, espejitos, trampantojos; tontadas carísimas además; pero por fin ha encontrado lo que buscaba.

Dice el reportero de televisión que por favor se aparten un momento y le dejen sitio para trabajar, que tiene que grabar una pieza sobre la feria y quiere que se vea bien esta obra. Dice un comprador, atraído por el revuelo de gente, que está ya harto de seudoartistas que buscan la provocación fácil, que esto no tiene nada que ver con el verdadero arte político. Dice otro comprador que la culpa es de la propia feria, que como no puede competir con las grandes, cada año apuesta toda su visibilidad a que haya algún escándalo. Dice un galerista, llegado desde el fondo del pabellón, que quien sea el que ha creado esa obra, si es que se puede llamar obra, se ha pasado de la raya: una cosa es hacer gracietas con Franco, o plantar un ninot del rey, un ratito de ruido y salir en la tele; y otra bien diferente es esto que no sabe ni cómo calificar.

Dice un tuitero –el primero que comparte una foto de la obra– que le parece alucinante que permitan algo así en ARCO, por muy artista que sea. Dice otro tuitero, en respuesta al primero, que no se lo cree, que la foto apesta claramente a fake. Dice el primer tuitero que él tampoco se lo creía cuando lo vio, pero ahí está, totalmente cierto, y publica otra foto en la que sale él junto a la obra, un selfi. Dicen sucesivos tuiteros que qué mierda es esa, que quién es el genio, que se va a liar gorda, que esto es arte, que esto no es arte, que si estamos locos o qué.

Dice un periódico digital, el primero en dar la noticia, que “La polémica regresa con fuerza a ARCO”. Dice otro periódico, minutos después, que “La obra de un artista anónimo escandaliza la feria”, y lo acompaña de una fotografía de la misma. Dicen otros medios, a lo largo de la mañana, que “hay división de opiniones entre los profesionales y visitantes de la feria”, “la galería responsable de la instalación no ha querido desvelar el nombre del autor”, “la dirección de la feria no ha respondido a las preguntas de este periódico”. Dicen los lectores, en cientos de comentarios a esas mismas noticias, que es una vergüenza, que da mucho asco, que olé por el artista, que estas cosas solo pasan en España, que en nombre del arte no vale todo, que ya están otra vez los ofendiditos, que hay determinadas líneas rojas que no se pueden cruzar, que estas cosas en los ochenta se hacían y no escandalizaban a nadie, que si el artista es tan valiente que se meta con Mahoma, que viva la libertad de expresión, que si tanto os gusta la obra la podéis poner en vuestra casa.

Dice un vigilante de seguridad que por favor circulen, que están entorpeciendo el paso a las galerías de alrededor. Dicen varios visitantes que han venido desde provincias limítrofes y no limítrofes solo para ver la obra. Dice un galerista que varios colegas están reuniendo firmas para enviar un escrito a la dirección de la feria, hartos de tanto show. Dice una joven artista que nadie está entendiendo la obra, que es irónica y poética, no debería molestar a nadie. Dice el jefe de seguridad a varios de sus empleados que coloquen un perímetro alrededor de esa cosa, y que nadie toque nada hasta que reciban instrucciones.

Dice la directora del programa televisivo matutino que quiere saber qué opinan sus tertulianos, y que ella defiende más que nadie la libertad de expresión pero mira tú, hay cosas que no se pueden tolerar, y que esperen un momento porque vamos a conectar en directo con ARCO. Dice el reportero, desde la feria, que los servicios de seguridad han tenido que inmovilizar a un visitante que intentó destrozar la obra, que se han vivido momentos de tensión y los ánimos están muy caldeados. Dice un tertuliano del mismo programa que en momentos así toca defender la libertad artística y de expresión, por mucho que nos pueda molestar una obra de arte. Dice otro tertuliano que a esa basura no se le puede llamar arte, y que es un insulto a la inteligencia, y una humillación para millones de personas. Dice la directora del programa que atención, tenemos noticia de última hora: ya hay una primera denuncia, una asociación de abogados ha presentado una denuncia en un juzgado contra la galería que exhibe la obra, contra el artista cuya identidad aún se desconoce, y contra la dirección de la feria.

Dicen fuentes de la dirección de ARCO con las que ha podido hablar este periódico que por ahora no se plantean tomar ninguna medida, pero que son conscientes del malestar existente y quieren mostrar su respeto a quienes puedan sentirse ofendidos. Dice la presidenta de la Comunidad de Madrid que le parece nauseabundo, que siente mucha vergüenza, y que este es el tipo de arte que le gusta a los socialistas y al comunismo bolivariano, pero seguro que en Cuba o en Venezuela no podrían hacer algo así. Dice un portavoz de Vox que eso no se puede llamar arte, en todo caso arte degenerado, y que este es el consenso progre que domina la cultura española. Dice el líder del Partido Popular que va a pedir la comparecencia urgente del ministro de Cultura en el Congreso.

Dice la portavoz del Gobierno, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, que el Ejecutivo no tiene nada que decir sobre ese asunto por el que le preguntan, pero que en cualquier caso, ella no es partidaria de limitar la libertad de expresión, aunque entiende el malestar. Dice en sus redes un dirigente de Unidas Podemos que le parece de muy mal gusto la obra en cuestión, pero que por encima de todo está la libertad de expresión.

Dice el editorial de un diario de derechas que el arte no puede convertirse en coartada para el “todo vale”. Dice el editorial de otro periódico –más de derechas que el anterior– que si la dirección de la feria no actúa, quizás debería hacerlo la Fiscalía, pues hay derechos que proteger. Dicen varios columnistas que el anónimo artista es un oportunista, que es un canalla, que es un miserable, que es un cobarde, que es un terrorista. Dice en la tele un experto jurista que no ve delito por ninguna parte. Dice en la misma tele otro experto jurista que la libertad de expresión también tiene límites, y cita varios artículos del Código Penal que podrían ser de aplicación.

Dicen los más de doscientos manifestantes en la entrada de IFEMA que la feria debe retirar de inmediato la obra. Dice un policía que la concentración no está autorizada y que no pueden seguir cortando el tráfico. Dicen varios corresponsales extranjeros que la sociedad española está dividida por culpa de una controvertida obra de arte.

Dice la dirección de IFEMA, en un comunicado, que ha solicitado a la galería la retirada de la obra desde el máximo respeto a la libertad de expresión, porque entiende que la polémica que ha provocado en los medios de comunicación la exhibición de esa pieza está perjudicando la visibilidad del conjunto de contenidos que reúne Arco, y por tanto, es su responsabilidad, como organizadora, tratar de alejar de su desarrollo los discursos que desvíen la atención del conjunto de la feria.

Dice la responsable de la galería donde se exhibe la obra que en efecto los máximos responsables del recinto ferial le han solicitado la retirada, y que ella ha accedido a la misma, porque la obra ya ha cumplido su función provocadora y no tiene sentido prolongar una situación que se nos puede ir de las manos.

Dicen varios galeristas que no están de acuerdo con la retirada, que les parece más escandalosa que la propia obra. Dice el director del Museo Reina Sofía que encuentra muy preocupante lo sucedido, y que es otra muestra del retroceso que estamos viviendo, no solo en España. Dice una académica de Bellas Artes que no comparte una decisión tan grave como estúpida, inaceptable en democracia. Dice un artista, que protagonizó otra polémica en una edición anterior, que esto tiene un nombre: censura. Dice un galerista extranjero que en sus muchos años de ferias por todo el mundo, nunca ha conocido una censura tan zafia. Dice un coleccionista de arte, que prefiere mantener el anonimato, que lo ocurrido es intolerable, impropio de una democracia.

Dice un manifiesto, firmado por varias decenas de creadores culturales, que la libertad artística y de expresión están amenazadas en España, y que estás libertades incluyen, según la jurisprudencia internacional, el derecho de perturbar y ofender; y que en el mundo de la creación artística la provocación extrema, desagradable y ofensiva puede ser una forma legítima de ejercicio de la crítica política, y merece la máxima protección posible.

Dice en un auto el titular del Juzgado de Instrucción número 11 de Madrid que admite la denuncia presentada por una asociación de abogados, porque la obra incluye mensajes que pudieran no estar amparados por la libertad de expresión, y no cabe excluir la posibilidad de que sean de aplicación determinados delitos, motivos más que suficientes para el procesamiento.

Dicen varios portavoces parlamentarios que parecemos Turquía, que la democracia está en retroceso, que en una sociedad madura no puede haber temas intocables, y que lo sucedido es el enésimo caso de censura y persecución tras lo sufrido por otros artistas, raperos o tuiteros.

Dicen los lectores de este cuento que ya vale, que hemos llegado casi al final y seguimos sin saber en qué consiste la dichosa obra, qué representa, sobre qué asunto, a quién ofende.

Dice el autor que siente decepcionarlos pero prefiere que cada lector o lectora imagine su propio escándalo y complete así el cuento: que decida qué tipo de obra artística podría motivar tales reacciones, qué temas son hoy tan delicados, si hay alguno intocable; si tenemos la piel demasiado fina y cualquier provocación nos irrita y pone otra vez en marcha la espiral mediática, política, social y judicial; o si por el contrario estamos ya curados de espanto, nuestra capacidad de escándalo ha sido tantas veces rebasada que haría falta un enorme esfuerzo de provocación para afectarnos.

Dice el autor que pueden compartir sus conclusiones más abajo, en los comentarios.

***

(Dice el autor, por último, que en el cuento aparecen numerosos préstamos de anteriores escándalos: fragmentos literales de noticias, declaraciones, comunicados, autos judiciales, manifiestos…)

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