50 días de Gobierno de Ángel Garrido, el presidente por accidente que llegó para quedarse
Ángel Garrido asegura que se sorprende de que le reconozcan en el mercado de enfrente de su casa. Lleva toda la vida con responsabilidades políticas pero a nadie nunca le sonó su cara hasta que, hace ahora dos meses, fue investido presidente de la Comunidad de Madrid con el apoyo de Ciudadanos tras una larga y agónica crisis de Gobierno que terminó con la caída de su jefa y amiga, Cristina Cifuentes.
Se definió como el presidente que nunca quiso estar ahí cuando tuvo que asumir las riendas de la región y poner la mejor cara institucional al primer Dos de Mayo huérfano de poder de la historia de la Comunidad de Madrid. Mientras, Génova decidía si le daba una oportunidad como sucesor provisional hasta 2019. La ausencia de banquillo y su conocimiento del Gobierno regional le allanaron el camino, pese a su cercanía con el cifuentismo.
El coordinador general del PP, Fernando Martínez-Maillo, presentó su liderazgo, abrupto e inesperado, como una medida provisional hasta que llegara el candidato a la altura para disputar las elecciones autonómicas. Pero el desmoronamiento total del PP con la moción de censura a Mariano Rajoy le ha catapultado a la visibilidad al quedar en sus manos la administración más grande del partido en España y ser la oposición centralista al Gobierno de Pedro Sánchez.
En el PP de Madrid ya avanzan que podría ser un “excelente candidato”. “Ha pilotado una transición ejemplar. Poco a poco se está posicionando en el electorado madrileño”, decía en una rueda de prensa la portavoz del PP de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Y en el partido son cada vez más los que opinan que, si el candidato es otro, la organización “tendría que explicarse”. Él mismo empieza a verse como posibilidades y ya está trabajando en construir su propia marca.
Moverse entre dos aguas y terminar jurando lealtad a quien toque en cada momento ha marcado toda la carrera política del presidente, que apostó “por lealtad” por María Dolores de Cospedal como lideresa del PP y en la segunda vuelta no se mojó. Acudió al cierre de campaña de ambos candidatos. Los primeros días su posición parecía más cercana a Santamaría pero después mutó en una ambigüedad que todo apunta a que se inclinó finalmente hacia el lado de Casado. De él destaca que es “amigo” y, una vez elegido presidente, ha dirigido todo tipo de halagos a su nuevo jefe de partido. Su entorno considera que su posición para revalidar candidatura es “muy buena” con el exvicesecretario de Comunicación al frente del PP.
Hasta ahora los vaivenes políticos han servido de trampolín para el que llegó como un sustituto raso. El objetivo de su equipo es que marque su “impronta” tomando la distancia justa con su antecesora. Como presidente, Garrido se aplica sobre todo en evitar que haya más incendios políticos en la región mientras trata de dar marcha a la gestión en el Gobierno con medidas continuistas ya comprometidas por Cifuentes y otras nuevas y vistosas de firma propia.
Evitar los conflictos y una marca propia
En los 50 primeros días de Gobierno ha remodelado la estructura del Ejecutivo y ha cortado algunas cabezas incómodas. Nada más llegar al despacho de la Presidencia, sacó de la cúpula de Sanidad al viceconsejero y a otros dos altos cargos investigados tras ser acusados de presionar auna empresa para que renunciara a una adjudicación.
Evitar el conflicto es una prioridad. Tanto como para lanzarse a enmendar la plana a su antecesora con uno de los proyectos estrella de su legislatura inconclusa: la ley de universidades. El presidente ya la ha condenado a que duerma en un cajón sine die con el argumento en público de que no la quiere aprobar sin consenso de los grupos, aunque lo cierto es que el apoyo de Ciudadanos no estaba garantizado ni mucho menos. En privado, su entorno admite que entrar a aprobar una norma de universidades con el caso máster coleando es un riesgo que no quiere asumir en un “ambiente tenso”.
Suficiente tiene con que el nombre de su consejero de Educación, Rafael Van Grieken, se relacione en sede judicial con el caso Máster. El rector de la URJC le ha acusado de presiones a la universidad para que entregara el acta del TFM que utilizó Cifuentes como prueba para defenderse y que era falsa. Esta “turbia gestión”, de hecho, le ha costado la reprobación como consejero en la Asamblea de Madrid. El señalamiento público, sin embargo, no ha cambiado los planes de Garrido de sostenerle en el puesto y tampoco ahora está en sus previsiones obligarle a dejar la cartera. “Le ha pedido que aguante”, dicen fuentes cercanas al presidente.
El sector educativo, en general, no está contento con el presidente ni con el consejero. Anunció hace dos semanas el aumento de la plantilla de profesores para el curso que viene (800 más) como parte del compromiso ya adquirido por Cifuentes con los docentes y que estos les acusan de incumplir. El último fuego con los docentes ha prendido a cuenta de las oposiciones a profesor de Secundaria. Los opositores y los sindicatos han denunciado, que salvo un cambio de notas masivo de última hora, esta remesa de plazas se cerrará con menos aprobados que vacantes.
En sus primeros dos meses de Gobierno, Garrido también ha aprobado una bajada de impuestos que ya dejó bien atada Cifuentes, una nueva reducción de las tasas universitarias para el curso próximo y una subida del 1,5% en el sueldo de 200.000 empleados públicos retroactiva desde el 1 de enero. Durante su mandato además se llevará a cabo el desmantelamiento del poblado chabolista El Gallinero y el realojo de sus habitantes, en coordinación con el Ayuntamiento de Madrid.
A Ángel Garrido le queda un curso decisivo por delante. Ya ha comunicado que se desmarca de la escuela Cifuentes y sí cogerá vacaciones. Al nuevo líder del PP nacional por elegir le toca a la vuelta poner sobre la mesa los nombres de los candidatos a presidir la Comunidad y el Ayuntamiento. Garrido se jugará su futuro en esa fecha, a la que llega rodeado de un Partido Popular de Madrid fracturado y “sin referentes” a los que agarrarse.
Partidario de una candidatura única, la situación de división, admite, no le viene bien. Aunque, por venturas de la política, la descomposición de su partido le ha puesto la mejor alfombra para repetir. Que eso se haga realidad dependerá en gran medida de si Casado encuentra en las desintegradas filas populares un gran nombre para disputar la plaza de la Comunidad de Madrid.