Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

El 'refugio' que aloja a positivos de COVID-19 sin recursos en Madrid: el repunte de la pandemia llega al único hotel medicalizado activo

Una profesional sanitaria frente al Gran Hotel Colón

Laura Galaup

4

“Lo que hacemos es medicina de supervivencia”. Con esa idea en la cabeza ha terminado este martes su jornada laboral una de las nueve médicos que atiende a los 88 pacientes que actualmente se alojan en el Ayre Gran Hotel Colón, el único establecimiento turístico que la Comunidad de Madrid ha mantenido medicalizado en todo momento desde que estalló la pandemia. Además de los facultativos, ocho enfermeras, 18 auxiliares de enfermería y dos celadores forman parte de la plantilla sanitaria que se distribuye en tres turnos los siete días de la semana. A ellos se suma el equipo de limpieza y de cocina, subcontratado. “Las enfermeras tocamos a 40 pacientes por turno”, lamenta Elena (nombre ficticio), que explica que este martes eran dos compañeras trabajando durante la mañana, otra dos les relevaron por la tarde y una quinta durante la noche. A esta queja se suma otra enfermera, que “echa de menos más personal” sanitario para atender el aumento de pacientes al que han hecho frente “en las últimas semanas”.

Actualmente, este hotel es el único recurso que la Comunidad de Madrid ha mantenido operativo para pacientes de COVID-19, que no tengan grandes complicaciones y que no puedan pasar el aislamiento en su casa. Durante el mes de abril, la Consejería de Sanidad llegó a contar con trece establecimientos turísticos sanitarizados. Con la contención de la pandemia estos recursos se fueron replegando y sólo quedó funcionando el Ayre Gran Hotel Colón, propiedad de El Corte Inglés y Palladium Hotel Group, y situado a 600 metros del hospital Gregorio Marañón. Ante el descontrol actual del virus, la Consejería de Políticas Sociales ha anunciado esta semana que abrirán un segundo hotel en Las Tablas para acoger a familias y personas sin hogar con síntomas leves de coronavirus. Según informa Europa Press, este nuevo recurso contará con sanitarios de Cruz Roja y tendrá una capacidad de 120 personas. 

La Comunidad de Madrid informó en julio que por el Ayre Gran Hotel Colón habían pasado hasta ese momento más de 500 personas. Desde el mes de marzo el trasiego de maletas y de taxis se ha sustituido por el de camillas y ambulancias. A pesar de que llevan meses sin alojar a turistas, ante la llegada de algún viajero despistado la cartelería de la puerta ya avisa de que actualmente “el hotel está haciendo las funciones de hotel medicalizado”, acogiendo únicamente “ingresos de pacientes con Covid” y “actuando propiamente dicho como un hospital”. 

Los trabajadores alertan del repunte de ingresos

Los trabajadores del hotel Colón consultados por elDiario.es explican que en las últimas semanas han notado un importante repunte en el número de ingresos. “Está subiendo como la espuma”, cuenta uno de los celadores. Para una auxiliar de enfermería el incremento en los últimos sietes días ha sido “una barbaridad”. Varios profesionales coinciden al señalar que en esta última semana se han habilitado nuevas plantas, que dejaron de estar operativas en los últimos meses.

Estas fuentes indican que entre los meses de mayo y julio llegaron a alojar a una veintena de pacientes, una cifra alejada del centenar largo al que estuvieron atendiendo durante los primeros días de epidemia y al que se están empezando a acercar durante estos días. Julia (nombre ficticio), otra enfermera que lleva varios meses trabajando en el hotel, explica que “a lo mejor en abril había demasiados profesionales para el reducido número de pacientes” que atendían, pero incide en que actualmente “ha subido el número de pacientes, sin que se haya aumentado la plantilla”. Desde la Consejería de Sanidad no explican a este diario si se han producido nuevas contrataciones de médicos y enfermeras.

“Desde el 12 de agosto estamos sobrepasados”, explica una de las médicos que llegó al hotel pocos días antes. “Recibimos muchas solicitudes de plaza por parte de Salud Pública, Atención Primaria y hospitales porque actualmente es el único recurso de este tipo con el que se cuenta”, añade esta doctora. Teme que el número de ingresos siga subiendo, a pesar de que actualmente “es inasumible ver a todos los pacientes” de forma presencial. Optan por llamarles a las habitaciones y acudir en casos en los que la evolución no sea favorable. Si el paciente empeora es derivado a un hospital, ya que el hotel no está acondicionado para atender patologías graves. “No hay entradas de oxígeno. Tenemos balas que podemos poner solo de forma puntual antes de trasladarlos”, añade. La peculiaridad de un alojamiento turístico también afecta a la rutina de las enfermeras. “Tengo a los pacientes que me corresponden distribuidos en cuatro plantas. Que el espacio no sea diáfano no nos facilita la labor”, reseña Julia.

Ha cambiado el perfil de los pacientes

El nuevo repunte de usuarios se ha producido con un cambio en el perfil de los ingresados. Según explican las fuentes consultadas, al inicio de la pandemia sobre todo se alojaban personas mayores que eran derivadas de hospitales, ahora hay familias con niños, gente sin hogar, personas con problemas psicológicos, pacientes que viven hacinados o usuarios sin recursos que no tienen posibilidad de realizar un aislamiento correcto. Varios profesionales alertan de que el hotel no cuenta con trabajadores sociales ni psiquiatras para atender algunos de los casos que han sido derivados. Por su parte, un portavoz de la Consejería asegura que “el servicio de Psiquiatría” del hospital Gregorio Marañón “también presta atención a los pacientes de este dispositivo”.

El cambio de perfil de los pacientes, incluyendo niños, ha incidido en la cocina del hotel. Sus trabajadores han tenido que adaptar los menús que ofrecen, teniendo en cuenta “la dieta y la carga calórica” que deben aportar a cada uno de los pacientes. Sandra lleva desde marzo trabajando en los fogones de este alojamiento. Recuerda que, durante los primeros días, la adaptación a todos protocolos COVID-19 provocó que sintieran que se tenían que “desinfectar al salir de Chernóbil” cada vez que abandonaban su puesto de trabajo. Con el paso del tiempo se han ido acostumbrando y tratan de tener “el mínimo contacto imprescindible” con los enfermos. “Nada que entra en el habitación del paciente puede llegar a la cocina”, explica.

El hotel es un reflejo de la situación en la que se encuentra la Comunidad y la ciudad de Madrid. Munir, nacido en Bangladés, explica que ha estado una semana en el hotel. Reside en Usera, uno de los distritos más azotados por el virus en la capital. Después de que su tío diese positivo y se confirmase también su diagnóstico, pidió ayuda en el centro de salud para evitar contagiar a las “siete u ocho” personas con las que comparte alojamiento.

Los usuarios se marchan agradecidos

Eduardo también vive en un piso compartido. En este caso en Tetuán. Con una mochila, una carpeta en la que lleva sus informes médicos y una sonrisa abandona el que ha sido su alojamiento durante cuatro días. A él llegó tras dar positivo por COVID-19 y comprobar que no podía mantener una cuarentena correcta en su casa. “Comparto con gente que no son ni mi familia ni mis amigos, así es complejo mantenerse aislado. No tienes a nadie que te haga la comida o la compra”, destaca. 

Sin síntomas graves llegó el viernes al hotel, tras pedir ayuda en el centro de salud para pasar su confinamiento, y este lunes le han confirmado que está limpio. “Mi cuadro clínico dice que no soy una persona contagiosa y que tengo anticuerpos”, relata eufórico. Con esta noticia, tiene claro que en los próximos días volverá a trabajar, porque durante estas dos semanas no ha entrado ningún ingreso en su cuenta. Si no pedalea, no cobra. Se gana la vida como rider y teme que su situación haya sido un factor de riesgo en la infección. “Trabajo en Glovo, voy de allá para acá y estoy en contacto con mucha gente”, señala. Los pacientes se marchan muy agradecidos por la atención recibida. Los profesionales que les han atendido no piden que se les reconozca su trabajo, reivindican más personal y responsabilidad. “Queremos menos aplausos y que la gente se ponga las pilas”, sentencia el celador con el que ha contactado esta redacción, que asegura que afrontan “temerosos” el descontrol de la COVID-19 en Madrid.

Etiquetas
stats