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Cientos de niños, madres y padres de Chamberí despiden a Carmen Morales, “la persona más importante del colegio”

Carmen Morales

Luis de la Cruz

29 de septiembre de 2025 14:04 h

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Seguro que usted ha visto una de esas imágenes en redes sociales en las que un grupo de alumnos hace corro y aplaude a un profesor el día de su jubilación. Son realmente emocionantes y nos hacen conectar con nuestras mejores experiencias en la escuela. El pasado viernes, 26 de septiembre, se vivió en el pequeño colegio público San Cristóbal, de Chamberí, uno de estos eventos poderosísimos de comunión alrededor de una figura de la comunidad educativa.

La protagonista no fue en esta ocasión una profesora del centro, aunque sí una de sus educadoras más querida y veterana. Carmen Morales, vecina de Chamberí, lleva más de tres décadas siendo la persona de confianza y referencia del Sankris. Durante años, ha ido la primera en recibir a los pequeños en Desayunos, antes de que comenzaran las clases. Y la última en devolvérselos a sus familias en la extensión horaria, otro servicio organizado por el AMPA que les permite conciliar.

Carmen rodeada de niños y niñas

Carmen tiene un legendario armario con ropa en el colegio con el que se hace cargo de los cambios de vestuario de los más pequeños y también es quien se ha ocupado durante años de que los niños de infantil comieran en el comedor. El día 30 de septiembre será su último día en el San Cristóbal. Carmen, “la persona más importante del colegio” –decía la gente durante la celebración–se jubila.

El martes llegará el merecido descanso para Carmen, pero el viernes 26 fue la fiesta. Una sorpresiva celebración que se había fraguado con la complicidad de sus compañeras y las familias del AMPA. Un evento que corrió como la pólvora por los grupos de WhatsApp del barrio. Niños y niñas a quienes Carmen cambió la ropa cuando no levantaban tres palmos del suelo y hoy son esbeltos universitarios decidieron acercarse al que un día fue su colegio para dar un sentido abrazo a su Carmen. Antiguos miembros del AMPA, directores jubilados del centro, familiares, excompañeras… alrededor de una Carmen sobrepasada por la emoción se escenificó una demostración de vecindad intergeneracional forjada alrededor del cole.

El viernes en el patio del colegio

A las cinco y media en punto Carmen debía salir del servicio de Ludoteca. Al abrir la puerta se encontró con una masa de más de un centenar de personas. En primera fila, niños del cole portando una flor. Emoción, sorpresa, lágrimas, abrazos y júbilo.

La gente entró a celebrar al pequeño patio del colegio, que ese día –la ocasión lo merecía–cerraría un poco más tarde de lo habitual. Los niños y niñas subidos a los tejadillos de los castillos de madera que rodean el patio gritaban “¡Carmen, Carmen!”, mientras algunos de los organizadores trataban de conseguir que la pantalla del comedor leyera el pen drive que contenía el saludo para Carmen de varias decenas de alumnos actuales e históricos del colegio. Se hizo esperar pero, al final, se pudo.

Foto de familia

Después de la proyección –“mira, ese es Bruno, qué mayor está”–, cuando Carmen pensaba que todo había terminado, se la requirió para que descorriera la cortinilla que dejaba a la vista una placa que, simbólicamente, bautizaba el patio de infantil del colegio como “Plaza de Carmen Morales”. Luego, llegaron los regalos (hubo que ir añadiendo algunos más a los previstos porque la solidaridad de las familias desbordó las previsiones iniciales).

“Oye, que el colegio tiene que cerrar, vamos a la plaza”. El colegio San Cristóbal es peculiar. Se encuentra dentro de la mancomunidad que fuera construida en los años cincuenta para los trabajadores del contiguo Parque Móvil del Estado, concebida como una comunidad autosuficiante, con colegio, iglesia y economato. Con los años, las viviendas fueron adquiridas por los trabajadores, la iglesia se convirtió en parroquia y el colegio fue absorbido por la red de colegios públicos.

Su peculiar origen le confiera una configuración poco habitual: la mayoría de los alumnos salen al recreo en la plaza de la mancomunidad, que es privada, pero de uso público. Y esa plaza, donde juegan también después de clase, da al colegio un elemento de sociabilidad extraordinario. Las camisetas que venden los niños para el viaje fin de curso rezan: “Sankris, la plaza me crio”. Y en esa plaza se hizo el brindis de la fiesta de Carmen y en sus escaleras se llevó a cabo una colosal foto de grupo en la que varias generaciones del colegio rodean la pequeña silueta de una Carmen exultante de alegría.

El miércoles que viene, Carmen ya no estará en ese patio de infantil que las familias nombraron su plaza, pero quedan otras cármenes, como Marta o como Sara, como fue Almudena y algunas otras; que aprendieron a su lado y enseñarán a otras manteniendo la llama de la escuela pública fuera del aula pero muy dentro de cada niño que pasó por sus manos.

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