Plaza de los Guardias de Corps: entre la calma y el tránsito
Frente al Cuartel del Conde Duque, con vistas a sus muros recientemente desnudados de revoque y al prodigio de piedra de su puerta principal, se abre la
Plaza de los Guardias de Corps, pequeño parquecito situado
entre las calles de Conde Duque, Limón y del Cristo. En tiempos fue conocida como Plaza del Limón.
La Guardia de Corps, una institución de origen francés, llegó a España con los borbones y fue una guardia real que vino a sustituir a otras anteriores como las Guardias Viejas de Castilla, la Tudesca o la Chamberga.
El lugar emergió del derribo de una manzana de edificios en el siglo XIX. Pérez Galdós, que conocía bien la zona por haber trabajado durante su juventud en una imprenta de la calle del Limón, situó en la plaza el colegio de Luisito Cadalso, el protagonista de su Miau.
En la plaza, el difícil equilibrio entre tranquilidad y ajetreo se convierte en realidad. A todas horas el tránsito humano es intenso y, sin embargo, el
ritmo es calmado, alejado del estrés. Un día soleado cualquiera, la plaza ve pasar turistas descolgados del plano camino del Cuartel, gente leyendo el periódico en una de las dos terrazas que diseminan sus mesas allí durante los meses cálidos; caminantes, repartidores de cerveza que avituallan a los bares vecinos, abuelos al sol, paseantes de perros, despistados sin prisas...
La plaza de los Guardias de Corps sólo tiene dos números, 1 y 2,
con curiosas fachadas de influencia modernista, raras avis en el barrio, que la embellecen en contraposición con el muro liso de enfrente, vestigio medianero de los derribos que abrieron en su día la placita. En los bajos, los únicos comercios que pertenecen propiamente a la plaza: una moderna tienda de moda, Radiocity (una pequeña tienda de discos muy especial) y la Taberna de Corps.
Destaca en el parque el busto en piedra de Clara Campoamor. El monumento, que sólo lleva viviendo allí desde 2006, rememora a una de las vecinas más ilustres del barrio (vivió en la calle Marqués de Santa Ana), gran impulsora del voto femenino en España. A menudo, sobre la gran cabeza de piedra de Campoamor se posan las palomas.
Un vecino de toda la vida nos traslada sus recuerdos de infancia sobre la plaza. Recuerda a la Guardia Mora muchas veces en formación allí, cuando el hedor de las caballerizas del cuartel impregnaba la zona. Recuerda también una vieja imprenta en la esquina con Conde Duque, donde hoy está la tienda Sportivo, y una bodega en la esquina de enfrente, donde desde hace años hay una gris oficina bancaria.
No está la mitad del barrio que orilla Conde Duque sobrado de placitas como ésta, rincones modestos que congregan a mucha gente cada día sin por ello caer en la maldición madrileña del bullicio.
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