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La Paquera de Jerez: jerezana universal y “un evangelio” que ahora tiene placa en Arganzuela

La Paquera de Jerez

Luis de la Cruz

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El pasado martes, 15 de noviembre, coincidiendo con el Día del Flamenco y el aniversario de su declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, se descubrió en el número 8 de la calle de Santa María de la Cabeza una placa en recuerdo de Francisca Méndez Garrido, La Paquera de Jerez. La familia de la cantaora ha estado presente en el homenaje que el Ayuntamiento de Madrid le ha organizado en la que fuera la residencia madrileña de la artista del barrio de San Miguel.

Le tocó vivir durante su infancia el hambre de la guerra y la posguerra; obligada a ganarse la vida cantando para contribuir en casa, donde había nueve hermanos, poca comida y flamenco. Por entonces, su abuelo comenzó a llamarle Paquerita. Y, ya, para los restos.

Triunfó en Jerez en los años cuarenta, siendo menor, de edad y viajó a Madrid. Ella lo contaba así en una entrevista de 2002, referida por Miguel Mora en el libro La voz de los flamencos: retratos y autoretratos:

“Me sacó primero por los pueblecitos de Sevilla y luego me fui a Madrid. Iba con Beni, La Cañeta, Matilde Coral, Porrina... me pagaban mil pesetas la noche. Más que ahora, porque antes Hacienda no había. Luego hice todas las plazas de toros, fui con Farina a París, estuve en Las Brujas y en Los Canasteros, me compré un piso en Santa María de la Cabeza y me quedé a vivir en Madrid”.

Las Brujas, situado en la calle Norte, funcionó desde 1960 hasta los primeros ochenta. Por allí pasaron jefes de Estado y todos los flamencos importantes de la época, muchos de Jerez como La Paquera, como Manolo Sanlúcar (el guitarrista) o El Sordera. Los Canasteros, en la calle Barbieri, era otro de los tablaos más importantes de Madrid y la casa de Manolo Caracaol.

Fue en 1957 cuando se había establecido en la capital de forma más estable, después de que fuera reclamada para actuar en El Corral de la Morería (en el Madrid de los Austrias), donde sentó cátedra con sus bulerías. La Paquera ganaba mil pesetas por noche en los tablaos madrileños de los sesenta, que era un caché de primera categoría (y más alto de lo que ella misma sacaría años después). A partir de 1969 formó pareja inseparable con el guitarrista Manuel Fernández Molina Parrillita

Falleció en 2004 a los 70 años en su querido Jerez de la Frontera. Poco antes, había tenido la ocasión de hacer una gira por el lejano Japón, donde fue recibida como una estrella.

Son muchas las películas de diferentes décadas que han dejado constancia de la impronta y el vozarrón de La Paquera: La copla andaluza (Jerónimo Mihura, 1959), Los duendes de Andalucía (Ana Mariscal, 1965), Flamenco (Carlos Saura, 1994) o Vengo (Toni Gatlif, 2000). Saura explicaba que buscaba empezar su película con una burlería, “el género festivo por excelencia” y decidió hacerlo con La Paquera de Jerez, “con un grito estentóreo, brutal, una mujer fuerte y poderosa” (Carlos Saura. En busca de la luz).

La Paquera de Jerez “no es una cantaora, es un evangelio”, dice el flamencólogo Pedro Lópeh en su Ramo de coplas y caminos. Tiene una estatua con el cuerpo arrebatado por el cante en su barrio de Jerez y, ahora también, una placa que la recuerda en Arganzuela, donde vivió muchos años durante su periplo madrileño.

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