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Magnolias de acero: el programa de radio sobre mujeres ilustres de Tetuán cuyos apellidos no conoces

Paquita, una de las entrevistadas en Magnolias de acero, junto con mujeres de Feminismos Tetuán y colaboradoras del programa en la Asociación Vecinal Ventilla-Almenara

Luis de la Cruz

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Vecinas. Mujeres increíbles que te encuentras en la cola del mercado, en la calle, en las asambleas vecinales... Eso es lo que puedes encontrar en el programa de radio Magnolias de acero: mujeres cálidas desnudando sus viajes vitales con voz calma y densa. Relatos cercanos en los que uno puede visualizar perfectamente los momentos en los que las comisuras de las entrevistadas se tensan alegres o en ligera mueca de cicatriz. Relatos en primera persona de tetuaneras en los que se igualan hechos aparentemente cotidianos con experiencias realmente singulares. Ambas cruciales para conformar sus historias de vida y un programa con alma de barrio, en femenino.

El proyecto anda ya por la cuarta temporada. Inicialmente, se lo inventaron -y trabajaron- María del Mar García Donaire (que estuvo la primera edición) y Julia GAS para “poner en valor la vida de las vecinas, y principalmente su resiliencia y dignidad”. Un programa con vocación de empoderante con casa en Radio Almenara que siempre contó con el apoyo de la FRAVM (Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid). Este año, Magnolias de acero se ha encontrado con Feminismos Tetuán, que han entrado de lleno en el proyecto, y con la difusión del periódico El Salto, donde se publicarán –ya han salido los dos primeros– siete descargas emocionales de unos veinte minutos, correspondientes a otras tantas entrevistas con mujeres ilustres de Tetuán que quizá no conozcas.

Estuvimos hablando con Sonia, con Julia y con Ramón para conocer mejor la trastienda del programa: la otra voz de la conversación con las protagonistas -que se retira en la edición final de Eloy, que se ha incorporado este año al proyecto-, la narración, los guiones, la búsqueda de entrevistadas…

Detrás de cada pieza, nos cuenta Julia, hay una decena de horas de trabajo. Una elaboración que cuenta con una metodología elaborada a lo largo de cuatro años sobre todo por Julia –incide Ramón–. “Sin el guion que hace no podríamos haber hecho estas entrevistas, ella ha hecho copyleft para que ahora en Feminismos Tetuán utilicen lo aprendido”.

Las entrevistas preparan la intimidad que luego se escucha en el programa final. “Después de muchas ediciones, sabemos que es importante romper el hielo con cosas como la conexión con el barrio para que la entrevistada se vaya abriendo”, nos cuenta Rosa. “Hemos usado micrófonos de corbata, móviles, grabadoras profesionales sin micrófono…Todas las entrevistas las hemos hecho al aire libre o en las casas de las personas”, explica Ramón.

Primera parada: Nati

Luchadora por la justicia de los presos del franquismo, echa la vista atrás y se ve escapándose del colegio como primer aprendizaje de insubordinación ante la autoridad. Luego, se escapó con una amiga camino del París del 68, pero las pillaron. De ahí en adelante: militancia feminista y política en la izquierda radical, ocupación, detenciones, trabajo, clandestinidad…palabras con peso de “una mujer orgullosa de haber hecho siempre lo que le ha salido del chocho”.

Volvemos a la trastienda del programa. El trabajo de selección de las mujeres entrevistadas ha sido laborioso, nos cuenta Sonia, “yo he sido una de las personas que ha propuesto nombres y se me han caído… ¿tres de cuatro?, para algunas quizá no era el momento, todas son mujeres que conocemos de una manera u otra, pero algunas han declinado porque no era su momento, no estaban ahora para esto. Pero en Tetuán tenemos una buena red”.

Normalmente, las personas no somos a invitadas, por el rodar frenético de los días, a hacer a este tipo de revisiones de nuestras propias vidas. El equipo del programa se siente participe de ese proceso de introspección de las mujeres que han pasado por Magnolias…, normalmente es una experiencia satisfactoria, aunque a veces se convierten en testigos directos de balances dolorosos, de momentos de bajón, “y es una putada, una putada muy gorda”, dice Sonia. “Recuerdo la entrevista de Consuelo, en la primera edición, una mujer octogenaria que me decía que siempre había estado a expensas de su marido y quedaba como una sensación de…algo de desazón”, añade Julia asintiendo.

Segunda parada: Marisa.

Maestra, que ha nacido y vivido en el barrio. Cuando muere Franco tiene 16 años y se arroja de cabeza al mundo nuevo que se abría, a “construir algo completamente nuevo” donde chicos y chicas dejaban de ser de dos planetas diferentes. “Necesitábamos, vitalmente, sentirnos transformadores”. Y encontró en la escuela su lugar para cambiar el mundo. Marisa echa una mano en la Despensa Solidaria del barrio. Su vida es la hija que tuvo sola y la luz que le hace salir hoy son los bailes que ayuda a organizar mensualmente en la Dehesa de la Villa.

Quedan cinco paradas más, a razón de una cada quince días.

En Magnolias de acero podemos encontrar a la vecina de al lado y a una escritora de culto que también resulta ser una vecina de al lado. “Son mujeres que han arriesgado”, explica Sonia y -los tres están de acuerdo- “nuestras vecinas tienen unos historiones increibles y queríamos ponerlo en valor, que fuera un reconocimiento de su sororidad”.

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