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Sobre este blog

Ni dos años estudiando con las monjas Carmelitas, ni tres con los Hermanos Maristas, ni siete más con los Salesianos, ni los sucesivos ataques a mi integridad física e intelectual por parte de las bestias falangistas que impartían las asignaturas de Formación del Espíritu Nacional franquista en los años oscuros de mi juventud, ni siquiera tanta barbarie junta consiguió asustarme con sus dioses vengativos ni sus patrias imaginarias. Porque los dioses y las patrias son creaciones de la imaginación de los hombres que viven y se aprovechan de su exclusiva administración, porque ambos inventos sustentan lo peor de la historia criminal de la humanidad, porque ambos son la mecha de tanta injusticia en la Tierra. Por todo ello, a este blog le cobija el título de “Ni dios, ni patria, ni rey”.

El rey, que no lo había dicho, tampoco existe. Pero él todavía no lo sabe.

La Virgen del Pilar, condecorada por el ministro del Interior

Manuel Saco

Si entráis en la página oficial de La Moncloa-Consejo de Ministros-Referencias, y dándole a la ruedecita del ratón avanzáis por Reales Decretos, Acuerdos, Informes, Proyectos de leyes y demás literatura oficial, llegará un momento en que pensaréis que habéis atravesado el espejo de Alicia y que os encontráis al otro lado de la realidad, en el país de las Maravillas. O bien que un hacker ha atacado la página de Moncloa y la ha suplantado por una del diario satírico El Jueves.

En ese país de las Maravillas, en esa realidad inventada y fantástica, encontraréis de pronto un lugar llamado CONDECORACIONES/Interior, en el que se lee lo siguiente: “REAL DECRETO por el que se concede la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la Guardia Civil a la Virgen del Pilar, Patrona del Cuerpo”. Repetid, por favor en alto lo que acabáis de leer, a poder ser aguantando la risa o la ira, y enviadlo a vuestros amigos y allegados, gritadlo por el patio de luces, escribidlo en vuestras pancartas de la próxima manifestación, es decir la de mañana, contádselo a vuestros hijos y nietos, porque estamos en un momento histórico, quizá irrepetible: el español consejo de ministros, de ministros meapilas y talibanes cristianos, le concede una cruz a la supuesta madre de un dios que murió en la cruz.

Que viene a ser algo así como regalarle, como recuerdo entrañable, un par de tubos de anfetaminas a la madre del suicida.

Pero ¿qué había hecho de extraordinario la Virgen del Pilar para merecer de pronto esta condecoración? Pues, al parecer, por llevar cien años justos patroneando el benemérito cuerpo sin rechistar, bendiciendo a golpistas ilustres como el coronel Tejero, lo que ya es mérito más que suficiente para una virgencita que vive forrada de oro y pedrería, aupada en una columna de jaspe. Y eso no es todo. También es patrona del Cuerpo de Correos, del Cuerpo de Secretarios, Interventores y Depositarios de Administración Local, de la Sociedad Mariológica, y del Consejo Superior de Misiones, cuerpos y organismos que ya estarán preparando sus grandes cruces en las que crucificarnos a todos en el Gólgota de la crisis.

Horas antes, el titular de ese ministerio, Jorge Fernández Díaz, miembro supernumerario del Opus Dei, había felicitado a la policía por la actuación “muy profesional” que había llevado a cabo, sembrando de terror y heridos la ciudad de Madrid en las manifestaciones del 25-S. Toda España contempló irritada cómo la policía se cebaba a porrazos en la cabeza de manifestantes arrastrados por el suelo, inmovilizados por botas militares en la garganta mientras sangraban por las cejas y oídos, policías con las placas de identificación ocultas para que no se les distinguiese de los delincuentes, a quienes su jefe, el devorador de hostias supernumerario, había dado carta blanca para repartir alegremente las hostias que a él no le había dado tiempo a tragar en misa por la mañana.

Alguien con tal carencia de sentido de la proporción está incapacitado para comprender que concederle a la imagen de la Virgen del Pilar la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la Guardia Civil influye más en que suba la prima de riesgo que todas las necedades de Rajoy juntas en la sede de Naciones Unidas. Porque los mercados no son tontos. Saben que los españoles, arrodillados a sus pies con tal de calmar su furia depredadora, estamos aborregados, dispuestos a soportar sin rechistar que nos bajen las pensiones y los pantalones, nos suban el IVA, nos recorten la paga de Navidad, amenacen nuestras libertades civiles y desmonten nuestro estado de derecho.

Todo eso lo saben los mercados. Lo que no podían imaginar es que España estuviese gobernada por gente con las facultades mentales tan mermadas que serían capaces de condecorar, mediante Real Decreto, a imágenes de la Virgen. Y eso a los mercados les intranquiliza mucho más, porque la locura es impredecible.

Una España sumergida de nuevo en la edad media, que saca a los santos y vírgenes para implorar la lluvia, y que honra con la máxima condecoración de la Guardia Civil a la madre de dios es Cristo. Con un ministro del Interior incapaz de ver la brutalidad de sus policías, aunque le pongan las imágenes del abuso una y otra vez ante sus narices, pero que cree firmemente en que existe una virgen-madre que está en los cielos velando por las almitas de la Guardia Civil.

Acojona, ¿a que sí?

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Ni dos años estudiando con las monjas Carmelitas, ni tres con los Hermanos Maristas, ni siete más con los Salesianos, ni los sucesivos ataques a mi integridad física e intelectual por parte de las bestias falangistas que impartían las asignaturas de Formación del Espíritu Nacional franquista en los años oscuros de mi juventud, ni siquiera tanta barbarie junta consiguió asustarme con sus dioses vengativos ni sus patrias imaginarias. Porque los dioses y las patrias son creaciones de la imaginación de los hombres que viven y se aprovechan de su exclusiva administración, porque ambos inventos sustentan lo peor de la historia criminal de la humanidad, porque ambos son la mecha de tanta injusticia en la Tierra. Por todo ello, a este blog le cobija el título de “Ni dios, ni patria, ni rey”.

El rey, que no lo había dicho, tampoco existe. Pero él todavía no lo sabe.

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