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El mantenimiento de un coche eléctrico cuesta un 30% menos que el de uno de combustión

Peugeot 508 PHEV.

Paula Ulloa

Los vehículos eléctricos son muy avanzados tecnológicamente, sobre todo en lo que respecta a la eficiencia energética, pero su mecánica resulta mucho más sencilla que la de los coches convencionales. Tienen un número inferior de piezas y menos partes móviles sometidas a desgaste y elementos que requieran mantenimiento periódico.

Así pues, un modelo de baterías, además de registrar un inferior gasto energético, precisa menos visitas al taller, ya sea para tareas de reparación o de mantenimiento, y en consecuencia permite importantes ahorros que compensan en cierta medida el mayor desembolso inicial, todavía más elevado.

Peugeot ha sacado la calculadora para poner números precisos a esas ventajas económicas. Para empezar, el coste de energía de un e-208, uno de los eléctricos recién comercializados por la marca francesa, para un recorrido de 100 km oscila entre 0,55 y 2,04 euros -horquilla que contempla variables como el precio al que tenemos contratada la electricidad o la hora de carga-, frente a los 5,2 euros que se traga un diésel equivalente. Aquí, la estimación se basa en un precio del gasoil de 1,287 euros/litro y en el consumo medio, de 4,1 litros/100 km, de un 208 BlueHDi de 100 CV. Obviamente, con un coche de gasolina, la diferencia es aún mayor.

Un automóvil tradicional tiene alrededor de 30.000 piezas y un eléctrico, un 60% menos aproximadamente. La mayor parte de este ahorro corresponde al motor, un mecanismo sumamente complejo en los vehículos de combustión interna y mucho más sencillo en los eléctricos.

Un motor eléctrico se compone básicamente de un eje, un rotor, el bobinado, las escobillas, los cojinetes, el estator y la carcasa. De estos elementos, el único móvil es el rotor, mientras que un motor gasolina o diésel emplea una ingente cantidad de piezas, muchas de ellas móviles y sometidas por tanto a desgaste. El primero es menos susceptible de sufrir averías y apenas requiere mantenimiento, pues carece de aceite, filtros, bujías, calentadores o correas que cambiar periódicamente.

Otra gran fuente de ahorro de piezas es la transmisión. Los eléctricos de Peugeot y de cualquier otro fabricante no llevan caja de cambios, que albergan cientos de piezas móviles en su interior, ni embrague, que necesita mantenimiento.

También prescinden de los muchos elementos periféricos al motor que caracteriza a los coches térmicos, cuyo bloque está rodeado de bombas, válvulas, actuadores, colectores, alternador, motor de arranque, sistemas de alimentación (con complejos sistemas de inyección y sobrealimentación) y escape, estos dotados de sofisticados dispositivos para reducir emisiones. Por último, la electrónica para gestionar un motor eléctrico es también más sencilla.

Solo el sistema de refrigeración de un eléctrico presenta más complejidad, ya que debe no solo enfriar el motor sino también mantener la temperatura óptima de la batería, la electrónica de potencia y el cargador, pero su líquido se renueva igual que en un vehículo convencional: cada 180.000 km o 10 años.

En resumen, el mantenimiento de un motor eléctrico es mínimo, y se limita en la mayoría de los casos a una inspección visual para comprobar que todos los componentes del sistema de alta tensión y sus aislamientos se encuentran en perfecto estado.

Más ventajas guardan relación con partes del coche que en principio no harían distingos entre térmicos y eléctricos. Los neumáticos, por ejemplo, porque estos últimos, aunque pesan más (lo que sí implica mayor desgaste de los amortiguadores), entregan el par motor de forma más lineal y castigan menos las gomas.

En cuanto a los frenos, se usan mucho menos gracias a que parte de la frenada se realiza a través del sistema de regeneración de energía, de modo que quien conduzca con suavidad y aproveche todas las posibilidades que le ofrece la tecnología eléctrica, es posible que no tenga que cambiar las pastillas en todos los años que use el vehículo. Sí está programada la sustitución del líquido de frenos cada dos años, como en un gasolina o un diésel.

Entre las intervenciones que evita un modelo de baterías se encuentran el cambio del filtro de aire, de bujías o calentadores, de la correa de transmisión y de la correa de arrastre de accesorios. También la que suele resultar más cara en numerosos coches de combustión, la sustitución de la correa de distribución, que exige cambiar al mismo tiempo la bomba de agua.

El elemento crucial y más costoso de un coche eléctrico es la batería, que en principio no contempla mantenimiento fuera de las meras inspecciones visuales. En los Peugeot e-208 y e-2008, este componente cuenta con una garantía de ocho años o 160.000 km al 70% de su capacidad. Para aumentar su durabilidad, la capacidad total de 50 kWh se rebaja como método de protección a 46 kWh de capacidad útil.

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