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Primera prueba del Opel Mokka-e, un eléctrico que encandila

Opel Mokka-e.

Pedro Urteaga

Hasta el momento, el nuevo Opel Mokka había llamado la atención por una estética rompedora, inspirada en el setentero Manta, que adelanta el rostro que tendrán en adelante los futuros modelos de la marca alemana. Ahora ha llegado el momento de conducir por fin el coche y comprobar si su atractivo exterior se corresponde con la calidad de interiores y el nivel de prestaciones anunciados. 

Nos hemos centrado en la versión eléctrica, conocida como Mokka-e, que -como ya te hemos contado en este artículo- monta un motor eléctrico de 136 CV y una batería de 50 kWh con la que puede recorrer 324 kilómetros, en ciclo WLTP. La recarga admite una potencia máxima de 100 kW y lleva alrededor de cinco horas en un poste de 11 kW. El cargador que se suministra de serie es un Tipo 2 (Mennekes).

En el día de su presentación dinámica, el Mokka-e nos recibe con la batería al 100% de su capacidad, lo que se traduce en 324 km de autonomía en modo Eco y 308 en Normal. Como la ruta prevista discurre sobre todo por el centro de Madrid, antes de realizar una breve excursión por los alrededores de El Pardo, descartamos de momento el modo Sport, con el que el alcance baja a 288 km.

Lo primero que advertimos es una grata sensación de ligereza y agilidad a la hora de tomar velocidad. Para ser un coche eléctrico, el Mokka-e no es especialmente pesado (1.600 kilos), gracias en buena parte a que la plataforma multienergía CMP sobre la que está construido permite aligerar por sí sola el conjunto en 120 kilos, al tiempo que incrementa la rigidez torsional en un 15%.

Otra impresión agradable que se lleva el conductor es el poderío que transmite el capó, más elevado de lo habitual y coronado por una nervadura central que le hace a uno imaginarse al volante de un 4x4 clásico, cuando el Mokka es más bien todo lo contrario en su planteamiento: un SUV de corte urbano y chic, en contraposición a un Crossland -modelo de parecidas dimensiones-, que merced a su mayor amplitud y versatilidad se antoja de vocación más familiar.

En cuanto accedemos al tráfico de media mañana en Madrid, nos encontramos con multitud de miradas atraídas por el llamativo frontal que configura el Opel Vizor negro, como cortado a pico -igual que en el legendario Manta- y con borde cromado o negro según se elija el acabado Ultimate, más lujoso y discreto, o el deportiva GS Line. Dentro de su contorno se enclavan los faros de led -matriciales en el Ultimate- y el nuevo logo de Opel de trazo más fino.

El impactante color verde lima (en las imágenes), en combinación con el techo y el capó negros de la unidad que nos ha tocado en suerte, contribuye también a despertar la curiosidad de viandantes y conductores, a quienes sorprenden además, seguramente, las proporciones compactas y armoniosas del Mokka, las llantas específicas de 18 pulgadas y la sinuosa y sugerente caída del techo en la parte final de la carrocería.

En la más que densa circulación por la Gran Vía y demás calles céntricas de Madrid, recorremos los primeros 8 o 10 kilómetros sin que el indicador de autonomía baje de los 324 km del principio. Habiendo seleccionado el modo Eco y con el climatizador apagado, vemos en el ordenador consumos de 13 kWh/100 km mientras disfrutamos del completo silencio a bordo y de la función de masaje que puede incorporar el asiento del conductor.

Una vez en carretera, y haciendo uso de los otros dos modos, el consumo supera fácilmente los 17 kWh/100 km, pero basta volver a zonas de semáforos y baja velocidad para que esa cifra decrezca. A un promedio de 38 km/h, la ruta de 50 km la completamos con una media de 15,3 kWh/100 km y la batería aún nos ofrece 266 km de alcance, de lo que se deduce que la distancia recorrida coincide casi exactamente con la pérdida de autonomía que refleja el indicador.

La conclusión es que resultará bastante sencillo sobrepasar los 300 km con una carga si nos movemos exclusivamente por ciudad, de modo que será suficiente con cargar la batería una o dos veces por semana, y que, en condiciones favorables como las que recoge un estudio de Opel -conducción “tranquila”, temperatura exterior de 20º, sin climatizador-, será posible llegar a los 379 km de autonomía, siempre en tráfico urbano.

Un vistazo a la vida a bordo

Fuera ya del desempeño en sí del coche, nos ha agradado mucho su atmósfera interior, donde hallamos materiales de buen aspecto, con la excepción de algunos plásticos que no están en primer plano, unos asientos de gran comodidad marca de la casa -en tejido Alcántara en la versión Ultimate- y, lo más lucido, el gran panel que agrupa el cuadro de instrumentos, de hasta 12“, y la pantalla central, de hasta 10”.

Como otras marcas, Opel ha tenido el buen criterio de conservar los mandos físicos que regulan el sonido, la climatización y la navegación. La consola presenta un aspecto muy despejado al haberse sustituido la palanca de cambios tradicional por un pequeño mando a base de teclas, entre ellas la de la función B (Brake) que favorece la recuperación de energía en deceleraciones y frenadas.

En general, el interior luce mucho más moderno de lo acostumbrado en el fabricante alemán, sobre todo porque todas las versiones cuentan con instrumentación digital. A pesar de ello, el Mokka sigue siendo reconocible como un Opel gracias a que la tipografía utilizada en los mandos es la que sus clientes perciben como familiar.

Para tratarse de un modelo de solo 4,15 metros de largo, el volumen del maletero resulta más que correcto: 350 litros que pasan a 1.105 con los asientos traseros plegados. Eso sí, la versión eléctrica pierde 40 litros debido a la ubicación de las baterías en la parte trasera del vehículo, y se queda en unos más discretos 310 litros.

El Mokka-e está a la venta desde 35.500 euros en acabado Edition, 37.400 euros en el GS Line, 38.400 en el Business Elegance y 42.100 en el Elegance. Con los descuentos en vigor y las ayudas del Moves, el primero sale por 26.200 euros, o bien 189 euros mensuales en renting. El Mokka de combustión más asequible parte de 18.800 euros.

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