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CRÓNICA | La fusión del Flamenco-Jazz y el Songbook Americano apaciguaron el viento y la arena en la cuarta jornada del Jazz San Javier

Tony DeSare en una de sus interpretaciones

Andrés Garrido

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La cuarta jornada del XXII Jazz San Javier tuvo una protagonista indiscutible: La tormenta de aire y arena que se desató minutos antes de comenzar los conciertos, con voladura de partituras y atriles que el mismo público recogió ayudando así a los músicos. Una primera parte protagonizada por esta tormenta y la BVR Flamenco Big Band que dirige el hispano-holandés Bernard Van Rossum, con sus invitados flamencos David de Jacoba, Karen Lugo y Manuel Montero que sustituía al anunciado Ricardo Moreno. En la segunda parte, el regreso de un crooner norteamericano que dejó una huella imborrable en muchos aficionados deseosos de volver a verle en acción: el pianista y cantante Tony DeSare.

La Historia de España nos habla de “La derrota de la Armada Invencible”, aquella que el 28 de julio de 1588, incapaz de derrotar a la flota inglesa y mermada por las inclemencias meteorológicas, caía derrotada en el lance de Gravelinas, entre las tempestades marítimas y el asedio por retaguardia de los ingleses. Aquella Gran Armada fue enviada por Felipe II, en una estrategia que bien pudo haber cambiado el curso de la Historia si no llega a ser por los temporales. Y se hizo famosa aquella frase del monarca español que decía: “Yo no mandé a mis barcos a luchar contra los elementos”. Pues bien, algo parecido ocurrió en la noche del pasado sábado en Jazz San Javier, minutos antes de que Alberto Nieto presentara a la BVR Flamenco Big Band. Una tormenta de aire y arena atravesó la población marmenorense y provocó la voladura de muchas partituras y algunos atriles del escenario, preparados ya para el concierto de esta gran banda conformada por 22 músicos en escena. El público que ocupaba ya sus localidades en el auditorio tuvo que ayudar rápidamente a los músicos a recoger esas partituras y como buenamente se pudo devolverlas a su estado inicial.

Con ese panorama meteorológico apareció esta banda que lidera el hispano-holandés Bernard Van Rossum, saxofonista tenor y soprano, quien compone y arregla las piezas que esta formación interpreta en sus conciertos. La Big Band estaba conformada por David de Jacoba voz y palmas; la mejicana Karen Rubio Lugo en el baile; Manuel Montero a la guitarra flamenca; David Domínguez, en la percusión; María Marín Gordillo, cantaora de Utrera y palmas; Lolo García García, saxo alto y flauta; Joan Saldaña Blasco, saxo alto; Pierre León, saxo tenor y clarinete; Vicent Macian Plá, saxo tenor y clarinete; Javier Feltrer, clarinete bajo y saxo barítono; Víctor Colomer, Kako Rubio Sorrche, Salvador Hernández Pérez y Pedro Ortuño Benito, trombones; los trompetistas Juan Munguía, Natanael Ramos, Fede Crespo y Manu Pardo; Miquel Álvarez Ramos, en el contrabajo y bajo eléctrico; Xavi Torres, al piano, y Joan Terol Amigó, en la batería. Muchos de ellos son músicos de la Vega Baja del Segura, en la provincia de Alicante, bien conocidos de los aficionados por participar en otras formaciones jazzísticas.

El director de esta banda, Bernard Van Rossum, manifestó al público que durante su actuación el pasado año en el Festival de Xabia “fue la única noche que llovió de todo el verano”, por lo que pidió a los presentes que se conjuraran con los Dioses para que aquel suplicio de viento y arena pasase cuanto antes. Así que con la inquietud de los músicos -que no paraban de mirar hacia arriba viendo el vaivén de los focos y pidiendo que no les cayera encima- y sujetando las partituras como podían, se inició el concierto con “Lejos de Casa”, “La Gaviota” y “La Tormenta” (nunca mejor indicado el título, para la noche) que presentaban las partes de fusión flamenco-jazz, en cuyo arranque tuvieron un protagonismo especial los invitados a esta cita como eran María Marín, Manuel Montero, David de Jacoba y la bailarina Karen Lugo que presentó tres bailes de muy buena ejecución y plasticidad.

El auditorio, consciente del esfuerzo tan tremendo que estaban realizando los músicos, aplaudió a rabiar para darles ánimos y premiar no ya el esfuerzo, sino el tocar en esas condiciones que otros, en su lugar, no habrían llevado a cabo. Bernard Van Rossum dio las gracias sinceras y continuaron con otras piezas, algunas de las cuales el propio Van Rossum interpretaba pasajes con su saxo soprano. Temas como “Del Río A La Mar”, “Cuadro Flamenco” casi exclusivamente para los invitados a este concierto y en la que María Marín volvió a lucir su poderío vocal y un final precioso de Manuel Montero a la guitarra flamenca, continuando con “Luz de Luna” o “Y Tú Ni Siquiera Lo Sabes”, que volvieron a arrancar del público aplausos y ánimos para una Big Band arrolladora.

Habría que destacar muchos momentos de este concierto como, por ejemplo, los solos de flauta de Lolo García; o la trompeta de Fede Crespo y un solo del baterista Joan Terol que dejó un muy buen reconocimiento del respetable. A esas alturas del concierto, los Dioses parece que escucharon al auditorio y el viento fue cesando poco a poco hasta desaparecer. Los músicos entonces sacaron todo su potencial (no es que antes no lo hicieran, pero estuvieron buena parte del concierto pendientes más del tiempo que de centrarse absolutamente en su interpretación) y en las últimas piezas, esta BVR Flamenco Big Band sonó de cine. Temas como “El Gladiador Cobarde” y “El Caprichoso Pincel” pusieron fin a un concierto de buena cuña, que los integrantes de esta gran banda pudieron disfrutar más de no haber sido por las inclemencias del tiempo.

El auditorio, puesto en pie, solicitaba una más y atacaron “Acuarela” como prueba inequívoca de su agradecimiento a un auditorio que estuvo muy correcto y comprensivo con la situación. Esta BVR Flamenco Big Band puede dar mucho y sería de agradecer que en futuras ediciones -y toquemos madera, para que la noche resulte perfecta en lo meteorológico- pueda llevar a cabo un concierto en mejores condiciones.

La segunda parte de esta cuarta jornada estuvo a cargo del pianista, compositor y cantante neoyorkino Tony DeSare, que regresaba a Jazz San Javier después de haber dejado un imborrable recuerdo en su primera visita, allá por 2015, en una noche en la que también hubo flamenco, jazz y música cubana. DeSare es uno de los mejores “crooners” del momento que sabe llevar a todo un auditorio minuto a minuto, con un repertorio amplio que no sólo se reduce al gran Songbook jazzístico, sino que adapta temas del pop o el rock al género con la misma facilidad con que canta o se desliza velozmente por las teclas de su piano.

Con su indumentaria elegante pero sencilla apareció Tony DeSare en el escenario al tiempo que su cuarteto atacaba un clásico de Cole Porter: “It’s All Right With Me”, micrófono en mano para poco después llegar hasta el piano y continuar desde allí. Los saludos de rigor a su término y una primera tanda de canciones que mezclaba entre clásicos del género y adaptaciones de otras tendencias como “New Orleans Tango”, compuesta por él mismo, el éxito de Prince “Kiss”, otra pieza más de Cole Porter titulada “Just One Of Those Things” y una adaptación con ritmo boogie de “Danza del sable (del ballet Gayaneth)” compuesta en su momento por Aram Khachaturian que provocó los primeros aplausos y puesta en pie de los asistentes.

Y a partir de ahí, DeSare fue adaptando el repertorio al momento tan bello de conexión con el público. Así que empezó a sacar de su tarro de esencias piezas que el público fue absorbiendo despacio y saboreando cada nota, como “On The Street Where You Live”, “Somebody Loves Me”, de Gershwin, otra creación suya titulada “How I Will I Say I Love You” y continuar con un pequeño homenaje a Ray Charles a través de dos éxitos que fusionó en uno: “What’d I Say-Hallelujah I Love Her So”.

El auditorio hervía merced al calor humano. Los aficionados estaban disfrutando y de qué manera. Nadie estaba dispuesto a marcharse tan pronto, a pesar de que ya pasábamos de las doce de la noche. Era sábado y la mayoría descansaba al día siguiente así que no había prisa. Tony DeSare observaba esas reacciones; él también estaba a gusto y, bueno, tampoco tenía prisa porque al día siguiente no había concierto para él. Así que se dispuso a interpretar su recta final para esta ocasión, con más temas conocidos por todos como “Angel Eyes”, “I’m Gonna Live Until I Die”, “You Don’t Know Me” una canción escrita por Cindy Walker y Eddy Arnold en 1955 cuya versión más escuchada fue la grabada por Ray Charles en 1962, para continuar con “Just In Time”, éxito popularísimo de 1956 que han interpretado muchas de las voces del jazz como Ella Fitzgerald o Frank Sinatra, y finalizar el concierto muy arriba con un clásico del rock’n’roll: El tema de Jerry Lee Lewis “Gran Bola de Fuego”.

El auditorio, puesto en pie, vitoreaba y aplaudía a rabiar a Tony DeSare que reclamó a sus músicos se acercaran al borde del escenario para saludar. Pero este público, ya se sabe bien después de 22 años, no se contenta con hora y cuarenta minutos de concierto. Tiene que pedir, al menos, un bis. En perfecto castellano, Tony preguntó: “¿Una más? Y el público, obviamente, contestó que sí.

El contrabajista Dylan Shamat, el baterista Michael Klopp y su inseparable Ed Decker (habla más español que Tony) a la guitarra de siete cuerdas como es tradición en nombres de este instrumento como los Pizzarelli, se dispusieron a alargar ese disfrute mutuo durante 15 minutos más. Así que comenzaron por un clásico de Johnny Mercer titulado “Somethings Gotta Give”, para continuar con una adaptación de un éxito de Bruce Springsteen, “Fire”, que suele utilizar para bajar del escenario y pasearse por el auditorio cantándole a las mujeres y, en esta ocasión incluso, bailando en el pasillo central con una rubia que se prestó a ello, mientras el resto del público coreaba “Fire”. La locura. Y la guinda a una noche pletórica para el neoyorkino: “Fly Me To The Moon” cuya versión más recordada siempre ha sido la del desaparecido Frank Sinatra.

Final “cum laude” para este pianista, compositor y cantante “crooner” del siglo XXI que, una vez más, ha vuelto a triunfar y dejar huella entre los muchísimos aficionados que se dan cita noche tras noche, año tras año, en el Jazz San Javier.  

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