Gloria García Carreras: “En momentos difíciles la literatura me ayudó a vivir y ver las cosas de otra manera”
“Mariposas en el jardín” es la segunda novela de Gloria García Carreras, mujer de conversación festiva y risueña que ha escrito, sin embargo, una dramática historia sobre el odio y el perdón de cuya intensa narración es difícil despegarse. El manuscrito permaneció cinco años en un cajón hasta que cayó en manos de la editorial Raspabook. En esta entrevista nos relata el largo viaje que la ha llevado a convertirse en novelista. Gloria trabaja actualmente en su próximo libro.
“Mariposas en el jardín” es un libro sobre el perdón o, mejor dicho, sobre lo terriblemente difícil que puede llegar a ser perdonar.
Es muy importante el perdonar, el sentirte perdonado, perdonarte a ti mismo. Pero debes hacerlo porque, si no, no puedes avanzar. Trata de eso la novela: De hacer de tripas corazón y empezar de nuevo. Es dificil, pero no imposible.
Ese es el viaje que hace Julia, la protagonista. ¿De dónde surge la historia?
Tenía ganas de escribir sobre ese tema desde que vi una noticia en televisión sobre una madre que hizo algo horrible a su propia hija. Aquello me impactó muchísimo: ¿Cómo una madre puede tratar así a su progenie? Eso se juntó con otras ideas que tenía y la cosa fue creciendo.
Sitúas tu historia en Nueva York.
Me gusta alejar las historias lo más posible de mí para que no se me peguen. Cuando fuimos a Nueva York hace muchos años, me pareció una ciudad muy llena de gente, pero a la vez muy solitaria. Y me vino la idea. Cuando surge una historia, tienes la sensación de que son los lugares quienes te eligen a ti en vez de tú a ellos. Con los nombres de los personajes me sucede lo mismo: me vienen y ya no los puedo cambiar… ni aunque no me gusten. Si lo hiciese, por alguna razón, perderían credibilidad. Tú concibes el personaje, pero luego es él quien te va guiando. Te domina. Hay cosas que yo quisiera hacer, pero ellos no me dejan. Dicen: “Que no, tiene que ser por aquí”. (ríe)
Otro de los temas del libro es lo fácilmente que amor y odio pueden mezclarse en las relaciones familiares.
Aunque sea una frase hecha, el amor y el odio van juntos. Julia hace lo imposible por querer a su madre, pero ella no le deja.
¿Hay algo de autoboigráfico en la historia?
La historia no es autobiográfica, pero los sentimientos de Julia en algunas cosas sí son míos y remiten a una época pasada mía, un poco dolorosa, en que la literatura me ayudó muchísimo.
Julia escribe un diario que es el hilo conductor en muchos momentos de la narración. ¿Es escribir una manera de curarse?
En mi caso fue así. Mediante la escritura analicé y comprendí muchos sentimientos. Me ayudó a vivir y a ver las cosas de otra manera.
Tardaste dos años en escribir la novela y otros cinco en lograr publicarla. Mucho tiempo.
Es que cuando no te conoce nadie, no tienes oportunidad. Mandas manuscritos y no te leen, o no te contestan. De hecho, que te respondan, aunque sea para decir que no te quieren publicar, es de agradecer. Finalmente tuve muchísima suerte de encontrar a Juan de Raspabook y que a él le gustara mi libro.
Esta es tu segunda novela tras “Matilda huele a muerto”. Has tardado mucho en lanzarte a escribir, ¿por qué?
Yo escribo desde chiquitilla. Siempre he hecho poemas, pequeños textos, pero sin conciencia de lo que escribía. Todo lo guardaba en el cajón. Luego, criando a mis niños, no tenía tiempo material posible. Es lo que decía Virginia Woolf: Las mujeres siempre tienen que ocuparse de otras cosas antes de escribir. Yo, en esos años, me decía que tenía que tener paciencia y que ya llegaría el momento. Hasta que el momento llegó. Nada llega demasiado tarde. Ahora sí tengo el tiempo. Vivo en una casa en la huerta y puedo escribir todas las tardes de cuatro a ocho.
¿Qué marcó el cambio?
Yo notaba que me faltaba algo: Alguien que me instruyera, no en escribir, porque eso es innato, sino en superar ciertas pautas, errores en los que no te das cuenta que caes. Cuando escribes, si nadie viene con el hacha y te cuenta las verdades, te crees que lo que haces es maravilloso. Entonces, después de mucho buscar, encontré el taller de escritura creativa de la Biblioteca Regional de Murcia, que dirigía Lola López Mondéjar. Era justo lo que necesitaba. Para mí fue un mundo maravilloso, no sólo de escritura, sino de aprender a leer mejor, a saber criticar y que se me critique sin pensar que es algo personal. Porque al principio yo me sentía como atacada, pero luego ves que es una forma de aprender, y así mejoras. El taller me abrió unas puertas inmensas al cielo.