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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.

Consumir menos, vivir mejor

La Navidad nos invita a consumir desaforadamente

Pedro Belmonte Espejo

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Con la Navidad nos llega la abrumadora campaña, en la calle y en los medios de comunicación, que nos intenta inducir a consumir desaforadamente como si no hubiese un mañana, a comprar de una manera compulsiva, como si de ello dependiera la felicidad en nuestras vidas. La 'agit-prop' del consumo intenta alojar en nuestro cerebro el hecho de que si no tenemos el último modelo de iPhone, de ropa, perfume o si no hay un mayor número de luces de navidad, nos vamos a sentir más desdichados/as e infelices

La Cumbre del Clima, COP 25, recién celebrada en Madrid, ha puesto la mirada también en el consumo insostenible de recursos como un elemento más del rumbo de colisión que llevamos hacia el colapso climático. El bienestar no implica consumir más, sino menos y mejor: El esfuerzo es comprometerse en el decrecimiento, en ser austeros y austeras, en comprar solo lo necesario y lo ecológico.

Si queremos contribuir a evitar que se produzca el colapso ambiental, los y las consumidores de los países enriquecidos tendremos que estar dispuestos a renunciar a parte de nuestro nivel de consumo. No es suficiente consumir mejor, de manera más racional, sino que es preciso consumir menos. Hace tiempo, le dijeron al expresidente de Uruguay, Pepe Mujica, que parecía un presidente pobre; él respondió: no soy pobre, soy austero.

Pues eso, necesitamos repensar autocríticamente nuestro modelo de consumo en aras de la austeridad; que no tiene nada que ver con el austericidio que impuso la UE como solución a la crisis económica que todavía arrastramos. Hay modos y maneras de eliminar lo superfluo, lo suntuario, lo irracional en nuestro consumo e intentar evitar comprar productos que no hayan sido producidos de una manera socialmente justa y medioambientalmente sostenible; ese es el camino.

A pesar de la invocación, como un mantra vacío,  de la sostenibilidad como principio y orientación de los modelos económicos en los países enriquecidos, nos comportamos con nuestro entorno como si fuera una fuente inagotable de recursos, además de endosarle todos nuestros residuos y deteriorar aún más el equilibrio ecológico de nuestros ecosistemas.

Las decisiones más relevantes sobre qué y cuánto producir no suelen estar al alcance de la mayoría de la ciudadanía que se ve bombardeada con la presión constante de la compra y el consumo impulsivo.

Sin embargo hay capacidad de maniobra. Nos toca ser muy conscientes de nuestro poder a la hora de hacer frente a un sistema productivo que está organizado no para satisfacer necesidades, sino para crearlas, cuando sabemos que muchas de ellas son superfluas.

El compromiso con un consumo socialmente justo y ecológicamente sostenible, debe llevarnos a consumir solamente lo necesario y con el menor impacto posible. Todo lo contrario a lo que nos incita el tinglado publicitario y las formas de vida en las que nos movemos. No se trata de que nos volvamos todos y todas monjes budistas, pero sí mucho más racionales y austeros de lo que nos comportamos habitualmente y de que nuestros actos de consumo sean conscientes y no impulsivos.

En el espejismo del consumo, no nos hace más felices y equilibrados la posesión de más bienes y servicios. Vivir con menos no sólo es necesario para construir un mundo más solidario y sostenible, también puede ser una manera de hacer nuestro día a día más relajado y satisfactorio, más feliz y saludable. 

En esta vía nos encontramos inevitablemente con contradicciones en la medida que vivimos en un entorno con estilos de vida y pautas de conducta basadas en el derroche y al despilfarro. Un 31% del consumo final de energía es responsabilidad del consumo domiciliario. Desechamos cada día 1,5 kg de basura por persona. El consumo de agua sigue siendo ineficiente, en torno a 200 litros por persona y día; además de la pérdida en fugas y averías de más del 20% del agua de nuestras redes de agua potable.

En muchas ocasiones, cuando se plantea este discurso, se nada a contracorriente entre la sonrisa condescendiente y la incomprensión. Pero cada vez es más necesario y urgente una autocrítica en nuestra sociedad civil sobre nuestras pautas de conducta y actividades de consumo. Un decrecimiento que tiene que ser asumido también por los poderes públicos y las instituciones y que inevitablemente entra en contradicción con la lógica consumista del sistema. En definitiva, consumir menos, vivir mejor

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