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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Una geografía del odio

El líder de Vox, Santiago Abascal, y la candidata del partido a la presidencia de Madrid, Rocío Monasterio

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Parafraseando a un viejo filósofo del siglo XIX, un fantasma recorre la región. Desde Mazarrón a Santomera, desde Cartagena a Yecla, el fantasma de la exclusión, el racismo, la xenofobia adquiere cada vez más caracteres dramáticos en nuestra región. Los crímenes y agresiones de odio, están adquiriendo niveles anteriormente impensables, salpicando el ámbito político, la sociedad civil murciana y las redes sociales. 

Un reciente informe del Ministerio del Interior señala que los delitos de odio siguen afectando de una manera muy preocupante a la región. El informe de 2020 pone de relieve que 32 personas fueron arrestadas o investigadas por ataques racistas u homófobos. Casi nueve de cada diez personas insultadas, humilladas o atacadas por su orientación sexual, raza o religión; no denuncian este tipo de las agresiones. Es la punta del iceberg de lo que está ocurriendo en nuestra tierra: el aumento del rechazo a la diversidad, a lo diferente.

En el contexto internacional, el odio es un sentimiento que se ha trasladado de una manera furibunda a la política y ha aparecido con virulencia en muchos países. Lo hemos visto en la presidencia de Trump en EEUU, en países de la Unión Europea como Hungría, Polonia, Alemania o Grecia y hemos asistido a su crecimiento corregido y aumentado en nuestro país. El discurso del odio está estrechamente relacionado con el ascenso de los partidos de ultraderecha y neofascistas; pero no explicar en su totalidad las causas de estas conductas. También sectores significativos de la sociedad compran, cada vez más, un discurso racista y de odio incentivado por los años que llevamos años escuchando proclamas agresivas y excluyentes en las redes, en los medios y en las declaraciones de algunos de los políticos más votados de este país. 

En nuestra sociedad civil este discurso y este relato excluyente se va instalado profundamente gracias a determinados medios de comunicación y redes sociales como Twitter, con una gran población de “odiadores” profesionales. A su vez aumentan cada vez más la tolerancia con ese tipo de prácticas y crece, en la calle, los estereotipos sobre la imagen de la personas migrantes, con escasos discursos en positivo. Las redes sociales están teniendo un efecto perverso en la sustitución de los argumentos por consignas, fake news y prejuicios. Sigue creciendo sin freno la instrumentalización de algunos grupos de la extrema derecha española en las redes contra las personas migrantes o de orientación sexual diferente. Las redes sociales tienen un efecto ambivalente: sirven como herramienta democratizadora en el acceso a la información, y al mismo tiempo sirven de altavoz a la propaganda del odio.

La llegada de la extrema derecha a la Asamblea Regional y a muchos ayuntamientos murcianos revela un caldo de cultivo sobre una realidad preexistente que se ve premiada al darle carta de legitimidad con acuerdos y entrada en el equipo de gobierno regional. Además, se ha ido normalizando el discurso político racista y xenófobo de una manera. Darle alas a este discurso está generando un clima social donde su discurso de odio es cada vez es más visible en todos los ámbitos: en el ocio, en las reuniones sociales o en el ámbito laboral. Si no le damos importancia a esta situación, si no se toman medidas concretas, si no se está al lado de las víctimas, seguiremos provocando que puedan suceder este tipo de tragedias.

Las actitudes racistas también se manifiestan en la explotación laboral de las personas migrantes en el campo murciano, el señalamiento continuo de estas personas por parte de la extrema derecha en los medios de comunicación o el racismo institucional sobre los inmigrantes en los centros de internamiento de extranjeros. En este sentido la laxitud de nuestro gobierno regional y de muchos ayuntamientos contribuyen a la normalización de los discursos de odio. La ciudadanía debe presionar a las instituciones locales y regionales para que adopten una actitud y una práctica proactiva de lucha contra el racismo y los discursos excluyentes. Deben ponerse del lado de las víctimas y contrarrestar los discursos del odio.

Conviene destacar que, en la lucha contra el odio, tienen un papel fundamental, la educación y la prevención para tratar este tipo de conductas. Hace falta incidir muchos más en la educación en valores: el respeto al diferente, la empatía, la solidaridad, y el tratamiento en las aulas de los derechos humanos y el respeto a la diversidad.

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