Hace unos días se celebraban los diez años de Pacto por el Mar Menor bajo el lema de 'Salvemos el Mar Menor', que refleja la necesidad de seguir trabajando y movilizándose por este patrimonio de toda la ciudadanía. La dana Alice puso de relieve, si no es que siempre lo ha estado, la fragilidad de un ecosistema en equilibrio crítico. Suponía un nuevo período de crisis de anoxia en la cubeta sur del Mar Menor. Los peces han podido evitar la zona de anoxia, pero los organismos fijados al fondo, como las nacras, no. A esto se añade un flujo subterráneo de agua contaminada con mercurio y metilmercurio analizada recientemente por el Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC). El péndulo del frágil equilibrio inestable puede caer del lado de la catástrofe, por eso todavía necesita actuaciones urgentes.
Las lluvias intensas provocan que la contaminación acumulada por meses o años en el terreno, entre de golpe al Mar Menor empeorando su estado eutrófico rápidamente. El principal problema sigue estando tierra adentro, y las medidas en origen son las más necesarias, eficaces y urgentes.
Una vez más se retuercen los argumentos para justificar un proyecto de Colector Norte y batería de pozos públicos, que en realidad no es un proyecto ambiental, sino agroindustrial. Este proyecto, con la pretendida excusa de reducir la contaminación, en realidad se trata de conseguir agua con calidad para regar, a través de un costoso proyecto público, que además asume todos los riesgos y que redirige parte de la contaminación de un ecosistema a otro (toneladas de nitratos acabarían en el Mediterráneo). Este proyecto no podrá reducir significativamente la entrada masiva de suelos y nutrientes agropecuarios, que entra por diferentes ramblas, y dependiendo de dónde se centren las lluvias torrenciales, puede que en su mayor parte ni siquiera pasen por la Rambla del Albujón.
Por otro lado, se sigue con la estrategia de pasar la pelota a la administración central, exigiendo costosos proyectos ineficaces de final de tubería, mientras la administración regional sigue eludiendo sus propias competencias que, precisamente, son las principales para poder adoptar medidas eficaces en el origen. Parece más preocupada en salvaguardar los intereses privados empresariales que en proteger el interés general de la ciudadanía.
Los dos principales cambios de la cuenca vertiente que más afectan al ecosistema del Mar Menor se han producido en las últimas décadas, y están relacionados con el sector primario y el urbanístico. Hay una responsabilidad clara en la administración autonómica y las locales, por no controlar ese cambio masivo del paisaje, que se ha llevado a cabo sin prácticamente ninguna evaluación previa. Tampoco la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) ha hecho lo propio con la conservación de las ramblas, aunque existen proyectos recientes de recuperación de cauces.
Por todo eso es tan importante que se elijan bien las soluciones necesarias, para usar los escasos fondos públicos con la mayor eficacia, y cuando nos acercamos a los diez años desde que se produjo la primera 'sopa verde' que cambió para siempre al Mar Menor, y cinco desde que se aprobó la Ley 3/2020, de 27 de julio, de Recuperación y Protección del Mar Menor, la mayor parte de las soluciones en origen siguen sin implementarse, especialmente las que dependen de competencias autonómicas.
Como ha señalado la Comisión de Seguimiento del Mar Menor es urgente el Plan de Ordenación Territorial de la Cuenca Vertiente al Mar Menor, poner orden en la cuenca vertiente, de forma que limite las transformaciones del paisaje y se recupere capacidad de retención de agua y sedimentos. Necesitamos el cumplimiento urgente de las cinco medidas de la Ley 3/2020 con efectos más estructurales en el origen del problema.
Hay que implementar de una manera ambiciosa el Programa de Actuación en la Zona Vulnerable por Nitratos y un Programa de prevención de la erosión y conservación de suelos, que incluya la obligatoriedad de setos realmente funcionales en los cultivos, entre otras actuaciones en toda la cuenca. Unido a esto hay que desarrollar un Plan de Restauración hidrológico-forestal de toda la cuenca vertiente, que reduzca las escorrentías, como ya se ha hecho con éxito en el pasado en otras zonas de la región. El Mar Menor es una joya de nuestro patrimonio natural. Hay mucha gente que parece más interesada en convertirlo en una piscina, aunque hay mucha más gente más que quiere regenerarlo y conservar este ecosistema.
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