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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Monedero come gambas

Juan Carlos Monedero.

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Sabido es que la derecha boicotea, como está haciendo ahora, el ejercicio del poder electo cuando no es de su cuerda porque tiene un sentido patrimonialista del control de la administración del Estado. O sea que si no gobierna ella, quien mande lo hace sin legitimidad, por muy elegido que sea y por mucha mayoría relativa o absoluta que tuviera en las urnas.

El año de la pandemia nos enseña ya, en el Pleno de control al Gobierno de este miércoles 23 sin ir más lejos, que las gambas también son patrimonio de la derecha. Lo aprendimos gracias a la genial intervención en esa sesión parlamentaria de nuestro afamado paisano Teodorico el del güesesico, horrorizado ante el hecho de que Juan Carlos Monedero ––materia gris en la sombra del ejecutivo socialcomunista–– osara ponerse hasta las patas en una marisquería. Y de las buenas.

Transgrediendo, además, otro de los principios intangibles de las gentes de bien de la capital de España: el restaurante está en el barrio de Salamanca, territorio nacional como cualquiera que peine o esté a punto de peinar canas sabe. Lo hizo, seguro, viajando en metro desde una protesta callejera en uno de los putrefactos barrios del sur madrileño contra la incólume presidenta Díaz Ayuso sin, a buen seguro, ducharse y maquearse como es debido antes de hollar el santasanctórum marisquero.

Hasta ahí ha llegado, de momento, el afán patrimonializador de nuestra admirada ala derecha parlamentaria, confundidos en ella los representantes de la derechona, los de la derechita cobarde y los (ya escasos) del extremo centro regenerador por lo siglos de los siglos amén. “Por la mañana a la barricada; por la tarde, a la mariscada”, clamó el ciezano inmarcesible en sede parlamentaria. Reflejado queda en el diario de sesiones. La sutileza del fiel escudero de Casado trascendió la máxima metafísica de 'olivica comía, güesesico al suelo' elevándola a 'olivica comía, lapo de campeonato'. Todo muy ideológico, como se ve.

Sabíamos, también gracias a nuestro inestimable Teodorico, que el escupitajo del hueso de oliva era, es y será patrimonio de quienes deberían mandar en la sagrada piel de toro por siempre jamás. Y el Derecho consuetudinario enseña que para comer gambas o visitar descaradamente una marisquería de las buenas hay que hacerlo con el pelo engominado bien planchado sobre el cráneo, con rizos acumulados sobre el cogote, sin tocar el cuello del polo acocodrilado, y mocasines sin calcetines.

La osadía del gobernante en la sombra Monedero ha sido superlativa, pues. Tanto más cuanto que el iconoclasta bolivariano a sueldo de los ayatolás vestía calcetines blancos en zapatos marrones con suela de goma y pantalón vaquero raído de mercadillo. Menos mal que no usa sandalias. Nada que ver con el pie desnudo embutido en suave Lotusse y los chinos de algodón sin pinzas que mandan los cánones a todo buen comedor de gambas rojas o blancas en chiringuito playero selecto o en cara marisquería de barrio bien.

Comprensible es, por tanto, la indignación ciceroniana de nuestro Teodorico quien, no contento con exhibir su elocuencia desde el escaño, se vio impelido a bajar el micro abruptamente pero sin querer: fruto legítimo de su santa ira ante el desatino provocador y público, propio de gourmet advenedizo y arribista, del susodicho propietario del cerebro director del contubernio socialcomunista que usurpa lo que siempre fue patrimonio de cualquiera de las tres derechas que se sientan en la Carrera de San Jerónimo y en la calle Bailén por la gracia de Dios.

El histriónico representante del populismo chavista ––untado con los petrorriales iraníes–– debió saciar su hambre comiendo chirretes en fritanga de feria, como mucho. Ese es el sitio que le corresponde según el orden natural que el Altísimo quiso para este valle de lágrimas. Y no invadiendo uno de los exquisitos lugares reservados a la gente de bien y temerosa de Dios, Uno y Trino, que es a quienes corresponde por derecho divino gobernar y, además, comer gambas blancas y rojas, gambones, carabineros, langostinos, cigalas, bogavantes, nécoras, percebes, ostras… preferentemente después de cumplir con el Señor los domingos en misa de doce. 

Los 'otros', a comer chirretes y sardinas en espeto (y arena) como mucho, si se lo ganan con el sudor de su frente. Y aderezadas con aceite de girasol o de cacahuete, que es lo que les corresponde. Eso es a lo que puede aspirar el teórico podemita en consonancia con su perfidia ideológica y sus gaficas a lo Gramsci. O, peor, a lo Trotsky. Probablemente, Teodorico deseó en su fuero interno, aunque no lo verbalizara con su florida oratoria, que no fuera murciano –– de Santomera, exactamente–– el limón del cuenco de agua donde Monedero lavó sus sacrílegos dedos para no estropear la servilleta de lino. Si acaso tuvo tal delicadeza. Vale.

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