A punto de acabar el verano, podemos decir sin duda que la noticia más alarmante ha sido la crisis de los refugiados. En 2015 el número de personas que han tenido que huir de sus hogares ha aumentado a casi 60 millones, según datos de ACNUR.
A diario vemos en los medios cómo mueren cientos de niños, mujeres y hombres que, presos de la desesperación, han intentado en vano llegar a lugares en los que estar a salvo. Con esto no nos referimos solo a las fronteras europeas, sino también a los desplazamientos internos que ocurren dentro de países como Siria, Afganistán, Sudán del Sur, Mali o Irak.
Las ONG no dan abasto, ya que aquí, no cuentan con el personal, el material y el capital necesarios para atender a toda la población que solicita ayuda, mientras que allí, en los campos de refugiados, tampoco disponen ya de medios suficientes. Más de 300.000 personas se encuentran actualmente en los campamentos de la ONU, llamados POC; en ellos no corren peligro, pero apenas logran sobrevivir con la comida que reciben, y no disponen de la seguridad para salir a buscar un medio de vida.
Oxfam, entre muchas, es una de las organizaciones que lleva años trabajando en países empobrecidos, intentando cubrir las necesidades básicas en las comunidades que acogen a los desplazados: agua potable, mantas y estufas, letrinas y utensilios de higiene son algunos de los recursos que proporcionan.
Sin embargo, esto no es suficiente, pues las víctimas siguen aumentando y, tan solo en la huida, el número de muertos ha alcanzado ya los 2.000 en lo que llevamos de año. Es hora de hacer un llamamiento a la cordura: mientras que en Europa se debate sobre cómo distribuir a 40.000 personas que solicitan desesperadamente asilo, más de 4 millones de refugiados (solo sirios) habitan en países pobres, pues estos amparan al 86% de los desplazados. Un caso a destacar es el de Etiopía que, con una de las tasas de pobreza más altas, acoge a más de un millón de refugiados.
Parece que el estado de bienestar que hemos creado a consta de, entre otros, algunos de los países que ahora necesitan ayuda, no tenemos la generosidad suficiente para alterarlo por ellos. Hay que recordar también que un día los inmigrantes fuimos nosotros, que si es en nuestro caso decimos que estamos buscándonos la vida, mientras que si son otros pensamos que vienen a quitarnos el trabajo.
Nadie elige abandonar su hogar, nadie pone en peligro sus vidas y las de sus familias por gusto, nadie paga, si no es por necesidad, miles de euros para encerrarse en un camión durante días, o para hacinarse en una patera sin saber si sobrevivirán. Si estas personas hacen esto es porque están desesperadas, es la única posibilidad de sobrevivir y huir de la guerra o de la hambruna que arrasa sus países. Basta ya de egoísmo, se precisan soluciones inmediatas, tanto en la acogida como en la resolución de los problemas que provocan las migraciones.
Por el momento, según datos de CEAR, de las solicitudes de asilo de Europa, España solo recibe un 0,9%. Actualmente se está poniendo en marcha la Red de Ciudades Refugio, que afortunadamente se ha extendido por numerosos municipios en los últimos días.
Pero hay mucho más que podemos hacer. El presupuesto para Cooperación ha sido el más recortado en los últimos años, de tal manera que en algunas comunidades es incluso nulo, lo que dificulta la creación de nuevos proyectos de desarrollo y la actuación en las grandes emergencias humanitarias. Si fuera mayor, los campos de refugiados contarían con muchos más recursos y aquí se podría proporcionar una ayuda más rápida y completa, en definitiva, una infinidad menos de víctimas. Está en mano de todos los ciudadanos exigir al gobierno que esto cambie.
Los días 24, 25 y 26 tendrá lugar en la plaza de Santo Domingo, un año más, la Feria del Cooperante, donde numerosas asociaciones se unirán para dar a conocer su trabajo. Este año pretendemos que el tema principal sea la “crisis de los refugiados” y todos los esfuerzos se centrarán en conseguir una mejor situación para todas estas personas.
Por último, las historias las escriben las personas y aún está por determinar el final de esta posible catástrofe. Dependerá de nuestros políticos, pero también de nosotros que podemos hacer presión sobre ellos, buscar soluciones, acabar con el sufrimiento, pedir a la comunidad internacional que proteja y ayude a los refugiados y que impulse la reconciliación. En definitiva, “re-unir” los trozos de humanidad que han quedado tras uno de los peores veranos de la historia. La solución está también en tus manos: Tú puedes salvar vidas.
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