Sacándole los colores a los partidos
A menudo no reparamos en ellos, pero acompañan invariablemente a los candidatos en cada uno de los actos electorales en los que participan, en cada aparición en los medios, y, según los expertos, influyen en el modo en que los percibimos. Nos están dando información. Manipulan nuestra percepción sobre las personas a quienes vamos a votar o no.
Son los colores. O, como se dice técnicamente, la identidad cromática.
Por lo visto, también en este terreno las elecciones del 24 de mayo van a ser las del choque entre los partidos tradicionales y los emergentes, más atrevidos y agresivos en sus propuestas visuales. Así, el candidato de Podemos a la presidencia de la Región de Murcia, Óscar Urralburu, siempre aparece acompañado del morado característico de su formación. Éste es la suma del azul (que representa la lógica) y el rojo (que nos sugiere lo físico). Es un color frío, que no se da en la naturaleza, lo que lo define como “raro”, “original”, y expresa el deseo de distinguirse de lo preexistente. Es curioso a nivel simbólico que rojo y azul, las tonalidades que Podemos fusiona en su logo, sean las asociados a los partidos tradicionales: PP, PSOE e IU.
Más sobre el morado: Se vincula con lo espiritual. Esta tendencia a lo trascendente de Podemos la encontramos también en los círculos que componen el logo del partido, y que simbolizan, nos dicen, lo humano y lo eterno.
Otro color que está haciendo furor en esta campaña es el arriesgado naranja de Ciudadanos, que acompaña al candidato autonómico Miguel Sánchez. Esta elección cromática ya le ha valido al líder nacional del partido, Albert Rivera, alguna malintencionada comparación con un personaje de dibujos animados de los ochenta. El naranja, sin embargo, es un color de gran riqueza expresiva. Según los analistas, esta combinación de rojo y amarillo se asocia con el orden y la organización. Pero sus tonos cálidos sugieren, además, juventud, dinamismo, alegría, informalidad… vanidad incluso. Desde Ciudadanos ya se ha advertido en alguna ocasión que la elección no obedece a que el naranja sea la suma de los colores de la bandera española.
Pero sin duda la apuesta más agresiva y arriesgada en lo que a colores se refiere es la que acompaña al candidato autonómico de UPyD, César Nebot. Su formación opta por el magenta, tonalidad que también se denomina fucsia o rosa mexicano. Precisamente esta excesiva cercanía al rosa puede resultar desacertada, según los expertos, pues es un color demasiado asociado a lo femenino, lo que puede producir rechazo entre los hombres. En favor del magenta hay que decir, sin embargo, que, a tenor de los manuales, es una tonalidad sensible, emocional y empática.
Al extremo opuesto del espectro se va el Partido Popular con su invariable y serio azul que pretende expresar tranquilidad y confianza. Este color está históricamente vinculado a los partidos conservadores. No en vano, la tradición viene de lejos, cuando, en la Inglaterra del siglo XVII, los Tories lo incorporaron como distintivo. En España, en 1933 la Falange de José Antonio Primo de Rivera lo hizo suyo para teñir con él sus camisas.
También el rojo, por el que apuestan PSOE e IU, viene de lejos: Durante la Revolución Francesa las masas sublevadas se unieron bajo este color frente al azul como oposición entre la sangre roja del pueblo y la presuntamente azul de la nobleza. Más adelante, en 1871, el rojo se convirtió en símbolo de la Comuna de París. Y después, se generalizó como enseña de los movimientos obreros del siglo XIX.
Dos colores con mucha historia, pues, los que acompañan al candidato popular Pedro Antonio Sánchez, al socialista Rafael González Tovar y a José Antonio Pujante de Ganar la Región de Murcia.