Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
El ministro Wert y la moral distraída
No soy yo de los que tardan décimas de segundo en resucitar a Franco para criticar al Gobierno del PP, pero no puedo evitar rememorar tiempos pasados cuando algunos de sus gerifaltes destapan el tarro de las esencias, confirmando la teoría de que no siempre explicar una mala decisión convierte esta decisión en buena; puede que la haga aún peor.
Por ejemplo, cuando alguien sorprende a su pareja in fraganti, no es aconsejable que esta (o este) acuda a respuestas como “no es lo que parece” o “puedo explicártelo”. De manera similar, cuando un ministro de Educación, con la excusa de salvaguardar las materias que considera pueden mejorar la estadística de fracaso escolar, margine de forma inmisericorde asignaturas como la Música, la Plástica o la Filosofía, sería razonable que lo hiciera al menos sin explicación posterior, porque uno siempre prefiero el robo a secas que el robo con intimidación o agresión. Dicho de otra manera: róbeme usted la cartera pero no me zurre; cárguese mi asignatura pero no me lo restriegue. Porque eso es lo que ha hecho nuestro sheriff demoscópico, el señor Wert, fulminar las asignaturas antedichas y explicarnos que lo hace porque “distraen”, por nuestro bien y el de los chicos. “No eres tú”, nos dice Wert, “soy yo”. No eres tú el que decide; soy yo. No eres tú el que se ríe; soy yo. Y tanto.
Por eso a veces es difícil soslayar las connotaciones más rancias de algunas decisiones. ¡Cómo no relacionar la justificación que el ministro hace de la amputación de los aspectos artísticos y filosóficos del currículo con aquel eufemismo que se utilizaba en tiempos de Franco, cuando los mismos señores que frecuentaban las casas de citas hablaban de moralismo! “Mujeres de moral distraída”, decían. Incluso pintarse se consideraba propio de una “mujer de moral distraída”. No sé si van por ahí los tiros, si el ministro entiende que puede ser moralmente peligroso pensar, dudar, discutir, escuchar o interpretar música, dibujar, pintar…
“Un poema, una sinfonía, una pintura, una verdad matemática, un nuevo hecho científico, todos ellos constituyen en sí mismos la única justificación”, decía Nuccio Ordine en La utilidad de lo inútil (...); “he hablado de ciencia experimental; he hablado de matemáticas; pero lo que afirmo es igualmente cierto con respecto a la música, el arte y cualquier expresión del ilimitado espíritu humano. Ninguna de estas actividades necesita otra justificación que el simple hecho de que sean satisfactorias para el alma individual que persigue una vida más pura y elevada”.
Desde el punto de vista didáctico, no debiera hacer falta insistir en los motivos por los que la música es provechosa para la formación de nuestros jóvenes, reiterar que el aprendizaje musical mejora los resultados académicos por el desarrollo de aspectos cognitivos, la psicomotricidad, las aptitudes y actitudes en relación con los procesos de aprendizaje al reforzar hábitos tan relevantes como la atención, la memoria o la disciplina… Hace poco se hicieron públicos los buenos resultados académicos (Informe 2014 sobre el Estado del Sistema Educativo) de los 244 alumnos de institutos de Murcia y Cartagena que compatibilizan los estudios de Bachillerato con las enseñanzas del Conservatorio de Música: el 87,1% de los estudiantes de 2º de Bachillerato superan todas las asignaturas y logran las mejores calificaciones en el acceso a la Universidad. En Secundaria, las calificaciones de los alumnos de horarios integrados son también brillantes, con un amplio 95% que pasan de curso.
Dicho todo lo anterior, pregunto al señor Wert: ¿exactamente de qué piensa que nos distraen la filosofía o las enseñanzas artísticas? No es necesario que responda: nos distraen de lo que ustedes consideran importante, nos alejan de la moral que quieren imponer (y no me refiero a la religión, cuyos dogmas de fe son mucho menos nocivos que otros), de sus obsesiones: la economicista (solo hay que aprender aquello que sirva para encontrar un trabajo o promoverlo, para emprender, para impulsar la economía, para generar beneficios inmediatos; hay que aprender a hacer); la tecnológica (hay que desarrollar la competencia digital, acudir a la robótica, al software, al móvil, hay que innovar -hay que consumir-); la emocional (dont, worry be happy); la bilingüe (hay que aprender inglés either way)… pues así lo exigen los nuevos gurús: los economistas, coaches, consultores, empresarios, terapeutas y demás “expertos”; y la estadística (hay que enseñar lo que PISA -lo que la OCDE- decide que hay que enseñar, aquello sobre lo que se nos va a evaluar y nos permitirá ascender en el Hit Parade educativo).
“Los antiguos políticos hablaban incesantemente de costumbres y de virtud; Los nuestros sólo hablan de comercio y de dinero”. Jean-Jacques Rousseau. Discurso sobre las ciencias y las artes.
“Es preciso hacer cantar al mundo entero. La música es tan útil como el pan y el agua”. Heitor Villalobos.
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