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Cuidar Podemos

Íñigo Errejón

Pedro Antonio Honrubia Hurtado

Integrante de la Unidad de Análisis de la Secretaría General de Podemos —

No podemos negar que desde que íñigo Errejón hiciese pública su decisión de abandonar el mandato que le habían dado los inscritos de Podemos para ser su candidato en la Comunidad de Madrid y se incorporarse a la nueva marca de Manuela Carmena, la situación en que ha quedado Podemos de cara a la opinión pública es triste. Lo es, principalmente, porque todas aquellas personas que confiaron y confían en nosotras como la herramienta del cambio que hemos demostrado ser, una vez más tienen que asistir, desilusionadas y preocupadas, a la orquesta mediática que proclama el enésimo entierro de nuestra joven formación.

No es nada nuevo. Desde que nacimos en 2014, y en especial desde que nuestro resultado electoral en las europeas nos catapultó a la primera línea de la política de nuestro país, la muerte de Podemos ha sido un tema recurrente en aquellos medios que veían con preocupación nuestro auge y nuestra posibilidad de llegar a ser Gobierno. Ahora que es una realidad constatable nuestra capacidad de influencia sobre las políticas del Gobierno español, arrancando medidas antes impensables como el aumento del SMI a 900 euros, la revalorización de las pensiones al IPC, la subida del 40% del presupuesto para la Ley de Dependencia, una reforma fiscal que empieza, por fin, a tocar los bolsillos de los privilegiados, y un importante y largo etcétera de avances sociales y económicos recogidos en nuestro acuerdo de presupuestos, no iba a ser diferente. Ya lo podíamos intuir. Lo que duele es que, una vez más, la excusa para esta acometida venga de aquellos que consideras compañeros y que, por tanto, debían estar cuidando Podemos.

Ahora bien, ¿lo han estado haciendo?

A la luz de los hechos conocidos, podríamos decir que no.

De hecho, lo que parece es que, desde que la militancia decidiera el rumbo y la dirección de esta herramienta que es suya, en el proceso abierto durante Vistalegre 2, algunos se negaron a cerrar dicho proceso y nunca llegaron a aceptar los resultados. Pero en mi opinión, ésta ni siquiera es ahora la pregunta importante. Lo que me gustaría saber, pues todavía nadie ha dado una explicación convincente pasados ya dos años de aquello, es ¿qué fue lo que justificó que aquel proceso se abriera y se expresara internamente en la forma que se expresó? Intuyo que en la respuesta a esta pregunta encontraremos las razones fundamentales para entender todo lo que ha venido pasando después y, en concreto, lo que está ocurriendo actualmente.

Que alguien me explique cómo se justifica que un partido con apenas tres años de vida, con más de cinco millones de votos en dos elecciones estatales sucesivas, con los principales ayuntamientos del estado bajo su paraguas, con capacidad para incidir directamente en algunos gobiernos autonómicos como en Valencia, o en la aprobación de los presupuestos autonómicos de otros como en Aragón o Extremadura, habiendo sido primera fuerza en lugares como Catalunya o el País Vasco, habiendo superado al PSOE en las elecciones autonómicas galegas o vascas, habiendo aglutinado en torno a sí el bloque de unidad popular y plurinacional más importante de la historia española en estos últimos cuarenta años; necesitase abrirse en canal y generar una disputa de poder como la ocurrida, que pusiera en cuestión su rumbo político, su liderazgo y su capacidad de avanzar hacia sus objetivos. Repito: tres años y resultados inimaginables.

Si no es por supervivencia política, por aspiraciones personales o por afán de no perder parte de la estructura del partido que mantenían bajo su control, no tiene explicación. Hoy, me temo, se está volviendo a repetir la historia.

El movimiento de Errejón, aunque disfrazado de bonitos razonamientos,  no es más que una jugada por su supervivencia. Viendo que los resultados en la Comunidad de Madrid podrían no ser los que él esperaba para continuar, a través de ellos, su propia batalla interna nunca cerrada desde Vistalegre 2, ha decidido patear el tablero, romper la mesa y robar las fichas. Ha decidido, por tanto, que Vistalegre 3 no sea ya una disputa interna, sino una abierta confrontación entre su antiguo partido y su nuevo espacio político al amparo de Manuela Carmena. Si no pudo controlar Podemos desde dentro, intenta ahora acabar con el espacio político de Podemos y sustituirlo por su nueva herramienta política desde fuera. Supervivencia.

Sabe Errejón que, para ello, como ya ocurriera en Vistalegre 2, cuenta con el comodín de la prensa. Lo sabe y lo usa. Si cualquier otro candidato de cualquier otro partido, a cuatro meses de unas elecciones autonómicas hubiera anunciado lo que Errejón −esto es, que abandona su partido para montar una candidatura en una nueva formación− todos los medios, sin ninguna duda, lo estarían acusando de irresponsabilidad, de generar una crisis política de consecuencias terribles para su antigua formación y de actuar por intereses personalistas. Pero con Errejón, esto no sólo no pasa, sino que tenemos que presenciar cómo se intenta vender su decisión como un movimiento audaz y valiente, y que la responsabilidad sobre esta maniobra recae, para más inri, sobre la actual dirección del partido al que ha dejado tirado y sin candidato a cuatro meses de las elecciones. Lo nunca visto.

No obstante, lo importante ahora, una vez que Errejón ha tomado su decisión y por las formas que ya todos conocemos, es mirar hacia adelante. Lo que le pido a Íñigo es que renuncie a su intención de competir electoralmente con Podemos y asuma la posibilidad de llegar a un acuerdo que permita la reconstrucción del espacio del cambio en una misma candidatura con opciones de ganar la Comunidad de Madrid.

Para ello, obviamente, lo primero que debe hacer es asumir su propia decisión y acabar con la ambigüedad que viene desarrollando desde el día en que la anunció. Esto es: que explicite su renuncia a ser candidato de Podemos, que acepte abiertamente que su partido es Más Madrid, que respete los procesos internos que se abren ahora en Podemos, junto con otras fuerzas del cambio y movimientos sociales para construir su candidatura y elegir así a su nuevo o nueva candidata, y que a partir de ahí se abra la posibilidad de que ambos espacios políticos puedan dialogar y llegar a acuerdos para lanzar una candidatura de unidad.

Si en algo estoy de acuerdo con Íñigo Errejón es que necesitamos construir una candidatura que sea lo más ilusionante y ganadora posible. Una candidatura que se parezca, en su proceso de construcción, a lo que fue en su momento Ahora Madrid. Pero eso, desde luego, no se construye en una cena, con un acuerdo entre dos dirigentes políticos o rompiendo la herramienta que ha traído el cambio a este país. Se debe hacer respetando los procesos participativos y las decisiones de las bases. Se debe hacer asumiendo el mandato de humildad y unidad que nos dieran en Vistalegre 2. Se debe hacer cuidando Podemos y lo que políticamente significa y representa para millones de personas que han depositado, y siguen depositando a diario, su confianza en nosotros y nosotras. Sólo así podrá haber acuerdo y sólo así podremos ganar la Comunidad de Madrid.

¿Aceptará Íñigo?

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