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La “Triple Alianza” y sus paradojas: el eterno retorno de la inestabilidad

Hernando (PP) y Girauta (C's), en una imagen de archivo.

Pedro Antonio Honrubia Hurtado

Y otros autores* —

Estamos viviendo lo que podríamos denominar como una situación de precaria estabilidad del régimen español. Por un lado, es capaz de ir sacando adelante su proyecto de legislatura de la mano de los diferentes partidos que de una u otra manera sirven a los intereses del mismo (PP, PSOE, Ciudadanos, PNV, etc.); pero, por el otro, es incapaz de imponer su proyecto de restauración desde una situación de verdadera “normalidad” y “estabilidad”, siendo recurrentes los elementos que retornan una y otra vez a la realidad política y ponen en jaque la buscada estabilidad: desde los problemas internos que sufre el PSOE (y la situación de incertidumbre que ello genera en múltiples niveles), al “eterno retorno” de la corrupción como médula del PP, el continuo discurrir de Ciudadanos por la cuerda floja de la “incoherencia”, o la incapacidad para gestionar de forma correcta y armonizada la “confluencia” de intereses cruzados entre sus principales partidos.

Lo único, pues, que aparece como estable desde hace al menos 7 años ya, es, precisamente, la inestabilidad de un régimen que se encuentra en plena crisis y que, por más que lo intenta y pone todos sus esfuerzos en ello, no es capaz de imponer un proyecto restaurador que logre cerrar “por arriba” tal crisis. Ahora, además, con la permanente “amenaza” de la existencia de una alternativa a dicho proyecto de la mano de Podemos y sus espacios políticos de confluencia con otros partidos y con la propia sociedad civil organizada.

El “eterno retorno” de la corrupción del PP

Como bien saben los diferentes actores mediáticos y económicos del régimen desde hace mucho tiempo, el mayor problema para garantizar la estabilidad y la “restauración” normalizadora del régimen se encuentra en la inocultable relación existente entre la corrupción y el PP.  El PP es a día de hoy la principal amenaza a la estabilidad política que existe en el Estado español.

Un partido que se ha financiado en B durante más de 20 años no puede ser nunca el pilar sobre el que el régimen edifique sus planes restauradores/normalizadores, sin que eso suponga una constante fuente de problemas e incertidumbre para que tales objetivos puedan llevarse a cabo. No es casualidad que en algún momento no tan lejano (antes incluso del 20D y por supuesto después del 20D) la apuesta de las élites, o de una parte importante de ellas, pasara por impulsar una alternativa de “Gran Centro” que vinculase a PSOE y Ciudadanos en un gobierno de tipo “regenerador”, y que mandase a Rajoy y al PP a “expiar sus culpas” por un tiempo a la oposición.

Sin embargo, la resistencia espartana de Rajoy, la capacidad del PP para manejar los tiempos políticos a su gusto y desarrollar una excelente campaña electoral el 26J y los propios resultados del 26J echaron por tierra esta posibilidad. El PP se convirtió por sus propios “méritos electorales” en el centro de cualquier proyecto restaurador actual, y el resto de actores del régimen no tuvo más remedio que plegarse a tal situación.

Pero eso que tras la investidura de Rajoy pudo ser visto como una posibilidad de generar las condiciones de estabilidad buscadas para imponer un plan restaurador, con el tiempo se va demostrando que es a su vez, como acertadamente sospecharon una parte importante de las propias élites anteriormente, su principal debilidad. El “eterno retorno” de la corrupción del PP es santo y seña de la realidad política actual. Con ello se generan varios problemas:

El PP queda anulado como pilar fiable sobre el que fijar un plan restaurador solvente y estable, y, por tanto, como no es posible sacar al PP actualmente de ese papel central, no es posible construir una situación de “normalidad” y “estabilidad” que resulte creíble verdaderamente. PSOE y Ciudadanos se ven reiteradamente obligados a “retratarse” por su apoyo al Gobierno, sufriendo el consecuente desgaste de imagen que una situación así genera para cualquiera. El régimen no puede lograr recuperar credibilidad y hacer creer que existe regeneración alguna mientras sea el PP quien ocupe ese lugar central en la política española. Y además con ello se permite a Unidos Podemos explotar el relato de “polarización” en términos de nosotros vs ellos y, por tanto, encontrar un espacio ideal para insertar su discurso y narrativa política anti-régimen.

Estamos así ante lo que podemos denominar como “la paradoja central del régimen”: por un lado no puede evitar que sea el PP el actor central en el momento político actual y el intento del régimen por impulsar sus planes restauradores, por otro es precisamente esa posición del PP lo que más problemas genera para que tal intento pueda encontrar las condiciones adecuadas de desarrollo. Una paradoja que un gobierno PSOE-Ciudadanos tal vez podría haber resuelto de forma temporal de haberse dado el caso, pero que en la situación actual va a seguir estando presente mientras sea el PP quien gobierne el Estado.

La “falsa moral” de Ciudadanos

El aumento de la inestabilidad política implica además necesariamente también una situación de dificultad para la posición que Ciudadanos pretende desempeñar en el actual tablero político español. Ciudadanos quiere ocupar un doble espacio que en momento de inestabilidad supone poco menos que un intento agotador y constante por “cuadrar un círculo”: por un lado, presentarse como valedor de la regeneración; por otro, como valedor de la estabilidad.

En términos prácticos eso supone tener que cuadrar en un mismo relato un apoyo a las principales medidas de legislatura del Gobierno de Rajoy (para que así no haya riesgo de “aborto de legislatura”) con el hecho de estar apoyando al partido más azotado por escándalos de corrupción de toda Europa. Ello lo fuerza a estar de forma permanente cayendo en incoherencias en tanto se ve obligado a cometer un ejercicio permanente de “falsa moral” que, visto en perspectiva, pone en duda su credibilidad como partido dispuesto a impulsar una verdadera regeneración: a una misma vez que apoya investigar la financiación en B del PP, anuncia a bombo y platillo su apoyo a los presupuestos generales del Estado de ese mismo PP; a una misma vez que pide la dimisión de un presidente imputado por corrupto, propone como alternativa que se presente un nuevo candidato de ese mismo partido manchado hasta arriba por la corrupción, etc.

Así, esa pretendida reubicación del partido en el “centro de la tormenta” como paraguas del régimen, como garante de la estabilidad regeneradora que el régimen necesita, se vuelve un elemento de desgaste permanente contra el propio Ciudadanos a poco que, como ocurre ahora nuevamente, la situación se vea marcada por la inestabilidad y por una acentuación de la disputa “cambio-restauración” entre los diferentes actores existentes.

La “paradoja central del régimen” es así también la “espada de Damocles” que pende actualmente sobre la cabeza de Ciudadanos: por un lado no puede dejar de apoyar al PP como actor central de esta legislatura, por el otro esa relación de apoyo es su principal debilidad, pues es la evidencia más palpable de su papel como “partido de régimen” y como un partido sustentado en el engaño a los votantes que vieron en él una opción capaz de regenerar el charco de podredumbre en que se había convertido la política española por la acción de los viejos partidos tradicionales.

La “Guerra del PSOE”

A todo lo anterior debemos sumarle que a medida que el PSOE avanza en su proceso interno la situación de enfrentamiento entre las diferentes candidaturas eleva poco a poco su nivel de intensidad. El paso de tres representantes de las mismas por El Objetivo fue bastante clarificador al respecto. Un enfrentamiento descarnado donde los participantes no dudaron en sacar toda la “artillería” que manejan unos y otros para atacarse entre sí. Esto genera igualmente una serie de consecuencias que afectan directamente a la ansiada “estabilidad”:

Pone en riesgo la unidad del PSOE y genera incertidumbre sobre su futuro como partido. Genera incertidumbre en el propio rumbo político que el PSOE pueda asumir en función de quién resulte finalmente ganador (su relación con el PP, su relación con PODEMOS, su compromiso con la Triple Alianza, su posición sobre Catalunya, etc.). Y finalmente pone en dificultades a sus dirigentes el poder establecer acuerdos públicos con el PP del agrado del régimen, en tanto que aquel/lla que apoye/impulse dichos acuerdos puede ser penalizado internamente en el proceso en curso. Por tanto, genera inestabilidad en el funcionamiento normal del gobierno de la Triple Alianza tal y como interesa al régimen.

Así, teniendo en cuenta que el PSOE es una pieza clave en el funcionamiento del régimen  podemos afirmar que, en tanto tal, mientras el propio partido se encuentre sometido a esta situación de inestabilidad y enfrentamiento interno, será imposible que el régimen pueda aspirar a encontrar una verdadera “estabilidad”. La incertidumbre en el PSOE es siempre una perturbación para el régimen y, consecuentemente, la visibilidad pública de tal incertidumbre es un reconocimiento explícito de la existencia de inestabilidad, de presente y de futuro, en el normal funcionamiento de tal régimen y sus planes restauradores. En esas estamos.

El “chantaje” de las terceras elecciones y el papel de Unidos Podemos

En definitiva, la combinación de todos los elementos anteriores hace que la debilidad que el régimen tiene a la hora de imponer su relato de estabilidad y normalidad política se haga manifiesta. La falta de una mayoría absoluta y la necesidad de tener que tirar de acuerdos entre diferentes partidos para sacar adelante la legislatura obligan a que haya que cuadrar en un mismo espacio de legislatura la situación por la que atraviesan los diferentes partidos y sus circunstancias propias. Pero como los intereses partidistas de unos y otros no sólo no son siempre los mismos, sino que a menudo son contradictorios para ciertos temas concretos que tienen que ver con sus diferentes cálculos electorales, la tarea no es sencilla y la inestabilidad se abre paso irremediablemente.

La mayor expresión de esta “contradicción” entre intereses se visualiza, de hecho, en la posibilidad de que en cualquier momento, si alguno de los actores necesarios deja de comportarse como se espera de él, la legislatura llegue a su fin y nos veamos obligados a ir a unas terceras elecciones. Con un mensaje de fondo que parece claro desde el primer día: se puede tolerar que el gobierno pierda algunas votaciones concretas en el Parlamento, pero nunca que esas sean votaciones que afecten a las principales medidas de legislatura que son necesarias para cumplir con los mandatos de Bruselas y de La Troika.

De momento no parece que eso vaya a ocurrir, aunque desde luego esta situación actual sí que supone un elemento de perturbación por el cual tanto PSOE como Ciudadanos se ven forzados a caer en incoherencias permanentes que dañan su imagen y credibilidad, y que hace posible que se vaya construyendo un escenario donde la ciudadanía acabe percibiendo que solo existe una alternativa coherente y efectiva al PP: Unidos Podemos.

En este caso nos encontramos además ante una nueva “paradoja del régimen” (que ya tuvo que sufrir en sus propias carnes el PSOE durante los periodos de negociaciones previos): por un lado todos los principales partidos del régimen, de PP a PSOE pasando por Ciudadanos, quieren, cumpliendo el mandato de la trama, frenar a como dé lugar la llegada de Unidos Podemos al gobierno, por otro lado el hecho de que se tengan que poner de acuerdo entre sí para frenar a Podemos es a su vez una oportunidad que se da a Podemos para imponer sus narrativas y fijar su posición como “Bloque del cambio” y como única alternativa real frente a la Triple Alianza.

Es pues ahora trabajo de Unidos Podemos saber ofrecer una alternativa que dé salida a esta situación. La gente debe saber que no es necesario resignarse a vivir en esta permanente inestabilidad. Es cada vez más evidente que frente a ese desorden que representan “ellos” y su falsa e inexistente “normalidad-estabilidad”, necesitamos construir entre todos y todas un orden nuevo donde la estabilidad que se busca como necesidad represente para la ciudadanía la certeza y la seguridad de que la gente podrá vivir dignamente y con una perspectiva ilusionante de futuro, donde sus derechos estén garantizados, sus servicios públicos no se vean amenazados, etc. Y ese orden, como se puede ver por la situación actual y sus consecuencias en la vida cotidiana de las personas y de la propia política, solo es posible si Podemos acaba finalmente por liderar el impulso constituyente que late en nuestra sociedad y es capaz de convertirse en fuerza de gobierno, aplicando su programa político desde la Moncloa e impulsando cambios reales en defensa de los intereses de los de abajo.

*Pedro Antonio Honrubia Hurtado, Laura Arroyo, Ángela Vázquez, Luis Juberías y Beto Vázquez, integrantes de la Unidad de Análisis y del equipo de argumentario de Podemos

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