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RTVE ante la hora de la verdad

Protestas en RTVE

Alicia Gómez Montano

Exdirectora de Informe Semanal, reportera de En Portada y miembro del Grupo @mujeresRTVE —

No nos hemos tirado al monte. Simplemente, las mujeres de RTVE hemos decidido movilizarnos, -y sin fecha de caducidad-, para recordar que no vamos a pasar por alto la última oportunidad perdida de reformar la radiotelevisión pública. El incumplimiento político que lo impide es muy torticero, porque la reforma está aprobada por consenso, desde hace casi un año. La iniciativa parlamentaria reconoce que la actual radiotelevisión pública no es ni independiente ni plural. Y lo más llamativo es que, por convicción o por postureo, todos los partidos políticos estuvieron de acuerdo. Incluido el del Gobierno, que ahora torpedea con informes jurídicos dilatorios, la puesta en práctica. 

La historia no es nueva. Pero más que cansadas, las mujeres de RTVE nos sentimos frustradas y sobre todo, indignadas. Porque aunque no hay verdades absolutas, somos conscientes de que la salud de la radiotelevisión pública deja que desear, porque se traiciona, con demasiada frecuencia, su compromiso con el pluralismo y  porque la gestión llevada a cabo no es independiente. Y hay que decirlo bien claro, porque solo así, -entendiendo que el objetivo de los medios públicos no es ser portavoces de ningún partido, sino trabajar sin interferencias para la ciudadanía-, el audiovisual público estará a salvo del debate que cuestiona periódicamente su utilidad y permanencia. 

Las movilizaciones en torno al 8 de marzo fueron el embrión del movimiento de mujeres de RTVE. No surgía de la nada: recogía cinco años de protestas; de denuncias ante el Parlamento Europeo; de asambleas; de informes de los Consejos de Informativos. Éramos y somos un grupo transversal e independiente, unido por una misma visión sobre la identidad de género y sus asignaturas pendientes, entre otras, el techo de cristal y la brecha salarial. Y acordamos que no queríamos seguir trabajando en condiciones de desigualdad, porque para contribuir a dar una visión menos parcial de la realidad, teníamos que ser escuchadas y participar de forma activa. 

Todo se precipitó el 26 de abril, cuando la Mesa del Parlamento volvió a dar largas a la iniciativa parlamentaria. Y fue en ese momento cuando los trabajadores y las trabajadoras de RTVE, decidimos hacer visible nuestro duelo, vestirnos los viernes de negro y utilizar, como canal de información, las redes sociales. El primer post de la campaña, tuvo 1,5 millones de impresiones y varias decenas de miles de personas participaron en la conversación sobre el futuro de la radiotelevisión pública. Ni nosotras nos lo creíamos. No hay que quedarse con las cifras, pero sí con lo que significan. Así fue como las pantallas de RTVE se llenaron de luto por la gran oportunidad perdida. Y así nacieron los hashtag  #viernesnegroRTVE y #asisemanipula. 

En este viaje no estamos solas. Nos están apoyando muchos compañeros de dentro y  de fuera de RTVE. Y también ciudadanos concernidos con los medios públicos independientes. Gracias a todos. Los ejemplos de manipulación que se han reproducido son el resultado de denuncias documentadas por los Consejos de Informativos, cuyo trabajo es impagable. Ahí están sus Informes, que son públicos y donde se puede elegir entre centenares de ejemplos. El volumen de los casos denunciados produce escalofríos. 

La ciudadanía se merece unos medios públicos con los que pueda identificarse, como sucedió durante el periodo 2004-2012, cuando, tras la aprobación de la Ley del año 2006, el escepticismo ciudadano fue cediendo y RTVE vivió unos años dorados de audiencia y prestigio. El Centro de Investigaciones Sociológicas confirmaba en sus estudios que La 1 era la cadena preferida para informarse. 

De todo lo que ha pasado, no hay un único responsable. El principio de compensación de culpas, se ha traducido en un permanente “y tú también” o en un “y tú más”. Mal asunto para avanzar. Por un lado está la responsabilidad de los partidos políticos, que siempre se han sentido propietarios de los medios públicos. Pero también está la ciudadanía que asumió, con cierta resignación, que el servicio público fuera tutelado por las fuerzas políticas parlamentarias. 

Por último, -hay que decirlo-, están los periodistas y profesionales concernidos, no siempre dispuestos a dar la batalla: los de fuera, por sentirse ajenos al problema y los de dentro, porque sabemos que nuestras carreras profesionales pueden truncarse, dependiendo de quién gane las elecciones. Siempre ha habido protestas y denuncias, pero también quienes, por conveniencia o convicción, han estado dispuestos a ejercer de correa de transmisión del partido gobernante. 

No vamos a llorar por la leche derramada. Ni siquiera por aquel Real Decreto del 20 de abril de 2012 que, tras el cambio de Gobierno, clausuró la mejor etapa de RTVE. Al menos nosotras, mujeres de RTVE, estamos dispuestas a dejarnos la piel en este empeño. Porque la radiotelevisión pública o es independiente o será irrelevante.

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