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Amar el agua, esa es la cosa Albert

Los vikingos lanzaron sus dioses paganos a las aguas de Godafoss / C. P.

José Luis Gallego

Hay palabras que no usamos porque nos da miedo su belleza. Una de ellas es el verbo amar. No es que nos parezca cursi recurrir a ella: es que nos acollona hacerlo. Sin embargo no se me ocurre otra expresión más directa y exacta para invocar nuestra relación con la naturaleza.

Si nuestra relación con la naturaleza se basara en eso, en el amor y el respeto, no se cometerían la mitad de las tropelías de las que suelo dar crónica en este rincón de eldiario.es, ni tendríamos que leer las sandeces con las que algunos políticos se refieren a ella. La última, la del encumbrado Albert Rivera, líder de Ciudadanos, que esta misma semana se refería al agua como “recurso” afirmando que si gobierna no permitirá “que se pierda en el mar”.

Está claro que Albert no ama el agua. Es más: su desafortunada frase demuestra que la desconoce absolutamente.

Si la conocieras Albert, sabrías que el agua es mucho más que un recurso: es la sangre de la naturaleza. Una sangre que corre por sus venas, que son los ríos, irrigando y manteniendo todo lo que ves a tu alrededor tanto en la ciudad como en el campo. Industrias, edificios, bosques: absolutamente todo lo que se alza ante tu mirada está ahí por el agua. Es más: si ves lo que ves es gracias a esas dos gotas de agua que te ha dado la naturaleza y que son tus ojos, en un 90% agua. Y si puedes interpretar lo que ellos ven es por esa gran maravilla del reino animal, esa obra de arte de la evolución que es el cerebro humano: en un 80% agua. Luego, un respeto Albert, no la insultes ni insultes a los que la amamos rebajándola a recurso.

Y respecto a eso otro de que el agua se pierde cuando llega al mar… Sé que estás muy atareado y que tienes otras prioridades, pero no sabes cómo me gustaría llevarte a las Terres de l’Ebre para que conocieras todo lo que es capaz de hacer tu “recurso” antes de “perderse” como dices.

Según los expertos, en circunstancias normales, el Ebro podría estar aportando a su Delta un caudal de hasta 18.000 hm3 al año. Sin embargo, actualmente ese aporte no suele llegar a los 5.000: Insuficiente para atender sus propias necesidades hidrológicas, las que permiten que el Delta no solo mantenga su biodiversidad y la productividad de sus cultivos, sino que se sostenga y no se hunda. No sé si lo sabes pero el Delta del Ebro es el tercer humedal más importante del sur de Europa después de Doñana y La Camarga francesa.

Estamos hablando de un gigantesco espejo quebrado de arrozales y reservas de naturaleza que, con una superficie de casi 350 km2, da forma al Parque Natural más importante de Cataluña. Un paraíso que sin embargo se mantiene de puntillas sobre el nivel del mar, sobre el que se alza apenas medio metro.

Pero el Ebro está agotado de mantener ese equilibrio. No puede más. De hecho durante buena parte del año ya no desemboca en el mar sino que es el mar el que sube por su cauce. La falca salina, la proporción de agua marina que le gana el pulso a la corriente remontándola, llega ya hasta Tortosa, a casi cincuenta kilómetros de la desembocadura. El agua del Ebro no se puede perder en el mar porque apenas llega, esa es la realidad Albert.

Según el diccionario perder es desperdiciar, disipar o malgastar algo. Por eso no te entiendo Albert. Cuando hablas de que el agua se pierde ¿a qué te refieres exactamente? Los arrozales del Delta, uno de los motores de la economía agrícola catalana ¿no tienen ningún valor para ti? El creciente volumen de turistas que acuden al parque natural impulsando una economía rural y sostenible, la cofradía de pescadores “Verge del Carme” de Sant Carles de la Ràpita, que con casi cien años de historia abastece a la mayor lonja de Cataluña de productos de primerísima calidad gracias a las aportaciones del Ebro al mar, los pueblos, las tradiciones, la historia, la cultura de las gentes del Ebro, tan íntimamente ligadas a su rio ¿todo eso es nada para ti Albert?

Agua para todos, pero no para todo. Reflexiona sobre ello y sé un poco más prudente a la hora de referirte al agua. Conócela un poco mejor y ámala antes de decidir sobre ella, esa es la cosa Albert.  

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