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El anuncio de los charcuteros

Dos supermercados belgas retiran temporalmente productos de El Pozo

Montero Glez

En estos días navideños en los que reaparece la extrema derecha como un diablo en su caja de regalo mal cerrada, también reaparece el anuncio de una empresa charcutera cuyo nombre es preferible omitir. Sobre todo por no dar más publicidad a la marca de la mucha que ya tiene.

Se trata de una empresa que mercadea con lonchas de productos cárnicos empaquetadas al fétido vacío de los conservantes. Sólo hay que acercar la napia, a la vez que el paquete se vaya abriendo, para darse cuenta de lo que digo. Pero no me quiero despistar. Lo que en realidad quería decir es que, por asociación, la extrema derecha y la charcutería vienen juntas y, por asociación también, la época navideña y los bienes de consumo se nos muestran de igual manera, es decir, en multiplicación creciente.

De ahí que en estos días de fraternidad fingida, la publicidad se dedique a manipular voluntades sin otra gramática que la de crear necesidades innecesarias. Ya sabemos que la mercadotecnia se inventó para que toda oferta fuese garantía de demanda y, con esto, origen del mercado. Por lo mismo, sólo se publicita lo que no es necesario.

El caso es que la empresa charcutera ha sacado un anuncio que pretende ser un homenaje al humor y una crítica a los ofendiditos de la incorreción política. Si bien, el humor sirve para hacer más habitable la seria realidad, confundir el humor con las gracietas hacia colectivos sociales que demandan justicia social, nos revela que el humor tiene sus limitaciones, sus fronteras, sus márgenes, sus acotaciones, su etcétera, pues, de lo contrario deja de ser humor y se convierte en un ataque al hígado que muda en bilis.

Pero tal vez yo esté equivocado y sea un ofendidito más y, en realidad, el humor no tenga límites. Si es así, entonces, del anuncio charcutero he echado en falta que no se vendan los chistes de los mocos a la bandera rojigualda, no sea que los de la empresa anunciadora se ofendan como fachas.

Si es así, si el humor no tiene límites, también echo en falta los chistes sobre Carrero Blanco, aquel almirante que murió a la altura de las circunstancias de entonces que son las mismas de ahora pero ocultas en una caja de regalo mal cerrada. Porca miseria.

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