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Baladronadas a estribor

Imagen del Museo del Ejército de Toledo.
5 de diciembre de 2020 22:47 h

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A mí me gustan las de quince (…) para mí no hay nada como la piel tersa, los pechitos como capullos, el chochito rosáceo…

Fernando Sánchez-Dragó

Hay vejeces plenas de dignidad y txotxolos que pierden con los años cualquier honor que hayan pretendido en su vida. Los vejetes facciosos del chat pertenecen a esta especie, como los escritores cuasi pedófilos que pretenden presumir de lo que ya es evidente que no tienen. Tampoco nos importan. El retirado Beca, ese que fue general, es un ejemplo tan evidente que mueve a la risa, o a la mueca de la indignación, si no a la pena del sarcasmo. Beca, aburrido de ser agente de bolsa, o sea, de hacerle las compras a la parienta, y que ha debido pasar del fajín al suspensorio, se enardece mostrándose analista geopolítico, estratega patriótico: “Que nadie sea tan ingenuo (…) el objeto es conseguir que el PSOE tenga mayoría absoluta sin pasar por las urnas. ¿Cómo? Ilegalizando a Vox con su jueces afines (…) basándose en el caso griego”, según recoge en exclusiva Alicia Gutiérrez. La papilla mental del anciano es de categoría ultramarina y, la verdad, me da más miedo que gente con esta carencia de criterio, esta estulticia y esta indigencia mental estuvieran al cargo de parte de nuestra seguridad que que empleen su vacío tiempo en disparar salvas de estupidez masiva. Si mi fusilamiento, y el de otros millones de hijos de puta como yo, depende de estos tipos, ya les digo yo que acabaremos agonizando como seres biónicos en nuestras camas.

Estos vejetes ultras salieron de la academia más o menos cuando yo venía a nacer. Cuando el dictador murió, estaban ya cuarentones y continuaron en sus puestos hasta la jubilación sin decir ni mú. Algunos, me dicen, se pasaron a Iberia en cuanto pudieron pillar pasta, así que a lo mejor la legión cóndor nos ha estado llevando de vacaciones sin mayor sobresalto. No movieron un dedo. No dieron una guerra. No elevaron una palabra que pusiera en peligro sus nóminas o sus ascensos. ¿Me van a dar miedo ahora? Es obvio que no. Reconozcamos que la inquietud no tiene que ver con lo que un puñado de decadentes vejetes, que en vez de ir a vigilar las obras pretenden vigilar el país, diga, la cuestión que todos nos planteamos es si esto es la punta de un iceberg y si hay algo que temer realmente en un país de tradición golpista y militarista como el nuestro. La respuesta, en mi opinión, es sencilla: no hemos de temer un ejército españolote de reminiscencias franquistas o golpistas, ese no existe, sino la nueva infiltración que la ultraderecha está haciendo en toda Europa en las estructuras de coerción de los estados.

Me explico. Sepan que yo en otras vidas he vivido dentro de los cuarteles, he celebrado las Navidades en cuartos de banderas, he presidido Sábados Legionarios, he sido especialista en Defensa y Premio Ejército de Periodismo y conservo amigos, allegados y familiares dentro de las Fuerzas Armadas. He discutido con decenas de ellos de política durante años y mi impresión general es que habiendo muchos conservadores, y también otros tantos progresistas, no encontré nunca a nadie manifiestamente anti democrático o que se atreviera a mostrarlo. En los Ejércitos estas movidas de unos cuantos señores chochos sientan muy mal porque después de una larga travesía de generaciones y años hasta desposeerse del fantasma del golpismo y del temor de la población, después de haber pasado a ser los héroes de Bosnia, de Kosovo, de Irak o de Afganistán, después de ser los ángeles de la guarda de la UME, no es justo que estos impresentables pongan en cuestión su trabajo y su lealtad a la Constitución que, eso no admite duda, es clara y totalmente mayoritaria.

Para mí el verdadero problema no es nuestro espejo hispánico de asonadas y golpes y militares tonantes sino la nueva tendencia de la ultraderecha en el mundo y, en concreto en Europa, que busca un doble objetivo: armarse y atraer a sus filas a militares en activo. Asusta pero asusta en una nueva dimensión. En esto, como en lo de los jueces, ya les digo que achacar todos nuestros problemas a “cuadros franquistas” es no querer darnos cuenta de los nuevos retos. En Francia se han desarticulado varios grupúsculos de ultraderecha en los que se integraban ex militares, muchos de ellos jóvenes. Uno de ellos en 2018, AFO, en el que coexistían ex militares y ex policías. “El perfil de antiguos militares es especialmente buscado por los grupos de ultraderecha”, concluía Mediapart en un estudio sobre estos grupos el pasado mes de julio. En Alemania, solo en 2019 se supo de 592 soldados que han sido identificados como de ultraderecha, a través de publicaciones de Facebook o de sus tatuajes con símbolos nazis u otras manifestaciones.

Preocupa en toda Europa, y supongo que en Estados Unidos, la radiografía ideológica de los hombres y mujeres que forman parte de las fuerzas de coerción de los estados. La verdadera cuestión, el fondo del asunto, nos es común y nada tiene que ver con estas momias lanzando cartas al Rey para ponerlo en apuros. El siguiente reto es plantearse cómo se puede responder a estos riesgos desde parámetros absolutamente democráticos, porque no le es dado a la democracia defenderse excediendo sus propios límites, y menos a una no militante como la nuestra. En Francia, la Dirección General de Seguridad Interior ha puesto en marcha programas informativos y de formación en los principios democráticos y los derechos y libertades recogidos en la Constitución. Esa parece ser la vía, también con las policías, muy carentes en muchos casos de principios democráticos potentes y de referentes y puntales en derechos fundamentales.

Yo sé que es más fácil indignarse y llenar las redes sociales de soflamas pidiendo purgas ideológicas pero, qué quieren que les diga, yo aspiro a ser mejor que ellos y eso solo sería pasarse del lado de Beca y de todos aquellos que consideran que se puede obligar a la gente a confesar su ideología y después purgarle o exterminarle por ella. Ni por asomo podemos entrar en esa madriguera de fascismo.

Los ancianos que escriben cartas son un asco pero no son un peligro. Los pobres habían diseñado una estrategia por la cual se sucederían, como en un juego de fichas, las cartas en cascada hasta tumbar al Gobierno logrando que el Rey se pusiera al frente de un pronunciamiento. ¿Se dan cuenta de hasta qué punto les afectan los efectos secundarios de las diez pastillas al día? Son más patéticos que peligrosos. La bomba retardada está en otra parte y afecta a todas las democracias occidentales en las que crecen las ideas populistas totalitarias. Vox no ha coqueteado en vano con la estética militar, los está buscando. Por eso es tan importante seguir formando oficiales y suboficiales comprometidos con la democracia y los valores europeístas, verdes y futuros. Cuanta menos gente exista, en todos los sectores, que crea que la inseguridad de siglo se puede conjurar a base de autoritarismos y falta de libertad, menos riesgo tendremos todos en realidad. Al PP le ha costado un poco reaccionar pero, a fin de cuentas, los sinsorgos retirados consideran que no es sino “un partido condenado a la extinción”, así que no tenían mucho que pensar.

La vía judicial no va a llegar a ninguna parte. Más allá de esa insinuada usurpación de cargo, que no terminamos de saber cómo se produce, son tan libres de hablar de fusilar a 26 millones como los raperos de cantar contra el Rey o de alegrarse de la muerte de la mano derecha del dictador. Lo dicho no tiene ninguna virtualidad ni puede materializarse. Cuando uno ficha por la libertad de expresión debe fichar con todas las consecuencia y, sobre todo, para cuando esas expresiones les revuelvan las tripas. A mí Beca y los del grupito me asquean pero no creo que sea delito ser un facha decrépito y patético. Tal vez la mayor gloria de su vida vaya a ser este momento Warhol que les estamos proporcionando.

Para preservar la democracia, siempre más democracia.

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