El mayor espectáculo político del mundo
Piensas que la política española se ha vuelto apasionante, hasta que llegan los caucus de Iowa y te dices: bueno, lo de la investidura no es para tanto. Nuestro 20D es una españolada, comparada con lo que ahora arranca en Estados Unidos. “El mayor espectáculo político del planeta”. He leído y oído la frase en varios periódicos y telediarios este lunes. Y en ningún caso se decía “espectáculo” con intención irónica.
El mayor espectáculo, por sus audiencias y presupuestos, pero también por su duración: casi un año entero, desde este lunes hasta el segundo martes de noviembre. Por el camino, caucus, supermartes, encuestas, debates, derrotados, vencedores, merchandising y dinero. Mucho dinero.
El mayor espectáculo, sí, y del mundo. Diría que con más seguidores en el extranjero que en el propio Estados Unidos. Al menos en España, por lo que veo. Deberían dejarnos votar, solo por las noches que hemos pasado sin dormir. O por el hecho de que no nos sepamos los seis últimos presidentes de España (siempre olvidamos a Calvo Sotelo), y en cambio podamos recitar de carrerilla los cuarenta y cuatro presidentes estadounidenses desde los padres fundadores hasta hoy.
Nos encanta el showtime político, cada cuatro años como olimpiadas y mundiales. Y no porque se elija al presidente de la primera potencia. Lo que nos gusta es el espectáculo en sí mismo, dentro de nuestra fascinación por todo lo que venga de allí, lo mismo los Oscar que la Super Bowl o el recuento presidencial. En todos los casos trasnochando.
Que un proceso tan pequeño, exótico y dudosamente democrático como los caucus de Iowa abra periódicos y telediarios este martes en España, compitiendo de igual a igual con nuestras rondas de investidura, es prueba de esa fascinación que, además, nos hace suspender el juicio crítico por unos meses. Te pasas tres años rajando sobre la plutocracia yanqui y su criminal política exterior, pero luego llegan los caucus y ya estás con las palomitas preparadas. Yo el primero. Supongo que a los votantes norteamericanos también les pasa: que la espectacularidad política les devuelve por un rato la ilusión por una democracia tan llena de sombras.
Sus elecciones son el mayor espectáculo (político) del mundo porque, como Hollywood o la NBA, gastan más dinero que nadie. Muchísimo dinero. Una cantidad increíble. En las de 2012, Obama y Romney quemaron más de mil millones de dólares cada uno. Sumen lo que se fundieron los competidores que quedaron por el camino, y el resultado es un disparate. Y sin necesidad de Bárcenas: allí la financiación tiene barra libre, sin sobres ni comisiones. Si siempre hubo facilidades para que grandes fortunas y corporaciones soltasen millonadas, en 2010 la Corte Suprema eliminó el tope a las donaciones privadas, y ancha es América.
Aunque el espectáculo incluye la típica imagen del candidato llamando por teléfono a los ciudadanos para pedirles dinero, la mayor parte de la recaudación llega de organizaciones privadas y los llamados “Super PACs”, comités que recogen donaciones a lo loco. Al final, la condición para llegar a presidente no es conseguir más votos, sino más dinero que nadie.
Que sí, que todo eso se sabe. Pero apenas empaña el espectáculo. Es un negocio, pero nos encanta. Es como cuando te dicen que Messi defrauda a Hacienda. Pues vale, muy feo, pero vaya golazos, ¿eh?