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El cielo de Madrid

Los turistas españoles prefieren Andalucía, Madrid y la Comunidad Valenciana

Neus Tomàs

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Vayan por delante las disculpas porque este artículo llega tarde pero ya se sabe que lo más difícil del mundo es pensar (aunque no siempre basta con el esfuerzo) y más en estos días de convulsión colectiva. Como muchos otros ciudadanos y ciudadanas me he preguntado si no hubiese sido mejor cerrar zonas como Madrid o Vitoria para evitar que el contagio, la maldita curva del coronavirus, no ascendiese como lo ha hecho. Hemos descubierto que los epidemiólogos, como pasa con los economistas o los politólogos cuando recurrimos a ellos para aclararnos dudas, dan respuestas distintas e incluso contradictorias a una pregunta que a priori al resto se nos antoja sencilla. No lo debe ser tanto cuando no todos contestan lo mismo.

Como muchos otros ciudadanos y ciudadanas me he preguntado si el confinamiento decretado por el Gobierno no debería ser más severo y limitar las salidas a aquellos que trabajan en los sectores considerados esenciales. Que empleados de fábricas como la de Mercedes-Benz en Vitoria hayan tenido que plantarse para que se pare la producción hace que las dudas sean más que pertinentes. Es cierto, no todo el mundo puede trabajar desde casa y hay que procurar una alternativa que no sea la de exponer a una parte de la población que no pertenece a los servicios considerados como esenciales.

Como muchos otros ciudadanos y ciudadanas me he preguntado en qué está la Unión Europea, si esto va de que cada Estado se salve como pueda y si en Bruselas alguién aprendió alguna lección de la crisis del 2008. Pedro Sánchez pronostica que esta nueva crisis será temporal y coyuntural. Ojalá. Pero que sea así, vista la incomparecencia de la UE, depende sobre todo de la respuesta que den los gobiernos. Tendrá más posibilidades de acertar si los 200.000 millones prometidos este martes acaban llegando y si el escudo social no se queda solo en retórica.

Muchos tenemos un cielo de Madrid en nuestras vidas, sea a través de canciones escritas en el barrio de Carabanchel o de los atascos en la Gran Vía; de las sobremesas sin reloj a las novelas de Juan Eduardo Zúñiga. Y estos días de videoconferencias por trabajo, amistad o ambas a la vez, intentamos animarnos pensando en que cuando pase todo esto nos reuniremos en una mesa y funcionará el conjuro de nuestra cocinera preferida, que lleva media vida en Madrid pero es muy gallega.

Utilizar esta crisis, que no es madrileña, ni vasca ni catalana o murciana sino mundial, para buscar rédito político es una equivocación. Muchos Estados han cometido errores, el propio Sánchez asume que España puede estar entre los que deberían haberlo hecho mejor, pero a estas alturas el objetivo común de todas las administraciones tiene que ser frenar la curva de contagios, garantizar el material y asistencia sanitaria necesarias y diseñar una estrategia económica que tenga como prioridad evitar que siga ensanchándose la desigualdad. Por si alguien lo ha olvidado, haber permitido esa brecha social fue uno de los grandes errores de la crisis del 2008 que aún estamos pagando.

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