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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

No están contando la verdad del coronavirus

Foto: Liau Chung-Ren/ZUMA Wire/dpa

Carlos Elordi

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¿30 de las mayores empresas de telecomunicaciones del mundo han fraguado una conspiración para cargarse el Mobile World Congress de Barcelona? ¿En muy pocos días y con costes no pequeños por retirarse, además? ¿Por qué y para qué? ¿No sería más lógico pensar que esas compañías, que cuentan con poderosos servicios de investigación en todos los ámbitos, han llegado a la conclusión de que acudir al Congreso representaba un riesgo muy grande para la salud de los cientos o miles de empleados que iban a enviar a la Ciudad Condal?

Si se responde afirmativamente a la segunda pregunta, se abre una perspectiva realmente inquietante. La de que la epidemia de coronavirus es bastante más grave de lo que dicen las autoridades sanitarias. Al menos las chinas. Y chinos habían de ser los miles de técnicos y cuadros que las compañías de ese país puntero en el sector habría de enviar a Barcelona. La posibilidad de que algunas, o más, de esas personas estuvieran incubando el virus ha debido de ser valorada como muy grande por las empresas que han decidido retirarse del Mobile.

Y es que bastantes opiniones cualificadas que recogen algunos de los diarios de referencia europeos son mucho más pesimistas que las que expresan los responsables de la Organización Mundial de la Salud, que más de una vez en el pasado ha sido acusada de atender más a los intereses diplomáticos de sus países miembros que a la dinámica sanitaria real. Eso sí, con la excepción de la declaración puntual de su director general, el etíope Tedros Adharom, que el martes dijo que “el coronavirus es el enemigo público número uno del mundo”, una frase que ningún otro miembro de su organización ha querido repetir.

En la prensa de nuestro continente se pueden leer opiniones tan contundentes o más que esas. “Los expertos internacionales han señalado que es probable que el número real de personas infectadas sea significativamente mayor”, dice el Frankfurter Allgemeine Zeitung. “El británico Neil Ferguson, del Centro para el Análisis de Enfermedades Infecciosas Globales del Imperial College de Londres, por ejemplo, supone que actualmente hay alrededor de 50.000 nuevas infecciones cada día en China.

“Trabajadores sanitarios de primera línea, pacientes y expertos internacionales acusan a China de infra-contabilizar el número de casos de coronavirus en el país”, escribe el Financial Times. “Sólo se recoge una parte de los casos que se atienden en los hospitales chinos, particularmente en los peor gestionados”. Un texto publicado por el profesor Neil Ferguson afirma que en Wuhan solo se recoge uno de cada 19 infectados. Brendan Murphy, máximo responsable médico del gobierno australiano ha declarado que la opinión china de que la epidemia estaría superada en abril “es demasiado prematura” y que lo previsible es que el número de casos siga creciendo.

“Parecía que el número de casos del coronavirus se estaba nivelando. Ahora ya no”, escribe el New York Times tras el anuncio del gobierno chino de que ha revisado el protocolo de diagnóstico, con lo cual en un solo día ha registrado más de 14.000 nuevos casos únicamente en la provincia de Wuham. “En días pasados, los expertos se han quejado de que la información epidemiológica china ha sido incompleta, amenazando los esfuerzos por contener la epidemia. Estudios recientes sobre el coronavirus sugieren que la enfermedad no solo se expande rápidamente, sino de una forma que no se entiende plenamente. ”Estamos en un territorio desconocido, dice el doctor William Schaffner, de la Universidad de Nashville.

Por otra parte, se desconoce casi totalmente lo que ocurre en otras partes de China, empezando por Pekín. Solo se sabe algo de lo que ocurre en Hong Kong, una ciudad más penetrable para la prensa extranjera. Y las noticias no son precisamente buenas.

Es de suponer que los gigantes tecnológicos que han anunciado que no acudirían al Mobile habrán pulsado opiniones del tipo de las citadas antes de tomar su decisión. Si van en su mismo sentido, cualquier hipótesis conspiratoria sobre los motivos de esa retirada masiva perdería todo su sentido. No hay duda de que en la guerra de intereses que se libra en el terreno empresarial y diplomático, una epidemia como el coronavirus no pasa desapercibida, que habrá más un rival de China que trate de sacar partido de ella. Pero todo indica que en estos momentos la gravedad de la situación sanitaria se sobrepone a cualquiera de esos movimientos.

Porque el panorama que se deduce de las opiniones citadas no es precisamente tranquilizador. Autoridades de algunos países africanos que tienen estrechas relaciones comerciales y productivas con China han expresado su temor de que la epidemia les afecte también a ellos. Y sus estructuras sanitarias no están a la altura de ese eventual desafío. En Japón y en la República de Corea, países mucho más avanzados, la inquietud, y el número de casos, son crecientes. En la India, cada vez más relacionado con China, también.

Empieza a estar claro que las autoridades chinas no han estado plenamente a la altura de las circunstancias. Y, lo que es peor, que han ocultado al mundo, y a los chinos también, buena parte de la verdad. Que el Gobierno, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, conmocionados por la suspensión del Mobile, insistan en que en España no existe riesgo sanitario alguno es aceptable y comprensible. La pregunta que queda en el aire es si podrían haber dicho lo mismo días después de que se celebrara el Congreso, en el que habrían participado miles de ciudadanos procedentes directamente de China.

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