Cosas que decir de la inmigración
No existe ninguna crisis migratoria en España. Tampoco en Europa. De hecho, el número de migrantes no deja de caer desde 2016. Al final de 2018 los migrantes que intentarán entrar a España por el Mediterráneo no llenarán ni la mitad del aforo del Santiago Bernabéu. Tampoco es cierto que haya millones de africanos rumbo a nuestras costas o decenas de miles acampados a las puertas de Ceuta y Melilla.
Tampoco estamos ante un problema de inmigración. Los extranjeros apenas llegan al 11% de la población española total. Antes, al contrario, nuestro problema sería en todo caso que necesitamos más gente de fuera para mejorar nuestro sistema productivo, nuestra economía y nuestro mercado laboral, para sostener nuestro estado del bienestar y sus pensiones o para equilibrar la demografía.
Sí padecemos, en cambio, un gravísimo problema político con la inmigración. Pero no causado por los migrantes, sino por una derecha xenófoba y populista, que ha encontrado combustible electoral en el miedo a la expectativa de que el migrante se acabe quedando con nuestro bienestar, y una izquierda que, lejos de combatir radicalmente ese discurso o defender una política alternativa, otorga credibilidad al discurso del miedo ofreciendo control y orden, pero más humanitarios, pagarles por no venir o pagar a sus gobiernos para que no vengan; elijan la menos mala.
Europa no nos ha abandonado a nuestra suerte. Tampoco a Italia. Ambos países resultan los mayores perceptores de los fondos europeos para inmigración habilitados en 2016 para hacer frente a la crisis de los refugiados: más de 2.800 millones de euros hasta 2020.
Las Comunidades Autónomas no están al límite de su capacidad. De hecho, muchas ni han empezado a utilizarla. Si se resisten o no hay acuerdo para acoger a más menores migrantes se debe a la misma razón que en Europa: miedo al discurso populista y xenófobo y ausencia de coraje político para enfrentarlo. A los gobiernos autonómicos les pasa lo mismo que a los ejecutivos europeos: les carcome el miedo.
El Norte de Africa precisa más recursos y más cooperación europea, pero, sobre todo, necesita que la corrupción de regímenes como el marroquí deje de devorar los recursos y la cooperación que ya existen. Los migrantes suponen un negocio para las mafias, es cierto, pero aun lo son más para sus gobiernos. Pagarles más va a generar principalmente más corrupción. La democracia siempre ha demostrado ser la mejor gestora de los flujos migratorios.
Mientras ningún gobernante europeo diga y repita estas verdades las veces que sean necesarias, dónde y cuándo haga falta, no se romperá la espiral del miedo que devora a la Unión Europea. Matteo Salvini o cualquier otro energúmeno dirá en alguna parte del continente que Europa es débil o buenista o tonta y hay que parar la amenaza migrante, en cada país de la UE irresponsables y oportunistas como Pablo Casado o Albert Rivera le darán la razón y se inventaran su propia amenaza local y gobernantes como Pedro Sánchez o Ángela Merkel se reunirán de urgencia para hablar de la “crisis” o la “amenaza” y prometer más dinero para arreglar un problema que afirman no es el que dicen Salvini, Casado o Rivera pero, tal y como lo explican, se le parece bastante.