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De Francisco Camps, ni el espectro

Ignasi Muñoz / Ignasi Muñoz

Del poder casi absoluto a la irrelevancia. El Partido Popular valenciano dio carpetazo este fin de semana a la era Camps con la confirmación de Alberto Fabra en la presidencia de la formación. Con un 81,3% de votos favorables y una dirección sin imputados, el presidente de la Generalitat Valenciana tiene vía libre para transfigurar un partido minado por los escándalos de corrupción.

Sin los recursos financieros de Gürtel ni los alardes escenográficos del Bigotes, el congreso de Alicante distó mucho de las superproducciones en que el PP de Camps convirtió a este tipo de acontecimientos. Incluso el escenario principal hubo de ser desmontado y vuelto a montar para un concierto de Chaikovsky programado con antelación.more

Y en ese escenario de quita y pon fue donde el secretario general cesante Antonio Clemente, sustituto a su vez de Ricardo Costa, entonó el réquiem final por Camps:

“Una persona que ha luchado por conseguir un sueño, el de hacer de la Comunitat Valenciana un referente internacional, el de conseguir un partido fuerte. Que supo en cada momento lo que necesitaba el partido. Que no dudó en hacer sacrificios y renunció a sus responsabilidades de gobierno y de partido para defender su honorabilidad, buscar la verdad y no perjudicar a su partido ni a su comunidad. Has dejado una huella imborrable. A ti Paco, muchas gracias!”

Pero Paco no estaba allí para responder al agradecimiento. Camps no acudió a Alicante y su nombre solo volvió a escucharse cuando al día siguiente, Esteban González Pons, recordó la nómina de presidentes del PP de los últimos 20 años, antes de rendirse al nuevo liderazgo de Fabra al grito de “Oh, capitán, mi capitán”.

Ni siquiera las batallas internas en ciernes se disputan ya en nombre del líder caído, como sucedió en 2004 durante la pugna entre Camps y Zaplana. Los llamados 'campsistas' luchan ahora por su propia cuota de poder. No aspiran a controlar el partido y menos aún a derrocar a Fabra en busca de la restauración sugerida por Camps en la revista Telva, sino a que se les respete su cuota interna. La alcaldesa de Valencia, Rita Barberà, y sobre todo el presidente provincial, Alfonso Rus, querían que el nuevo secretario general saliera de sus huestes, pero el presidente los desairó con el nombramiento de Serafín Castellano, el menos deseable para ellos. Esta primera refriega se saldó con un 18,3% de voto en blanco contra Fabra.

La sombra de Camps tan solo fue visible si se interpreta que las continuas apelaciones de Fabra a la honradez, la transparencia y la cercanía son su manera de distanciarse de los usos y costumbres de su antecesor. La nueva dirección está libre de imputados, pero el congreso de Alicante fue presidido por la alcaldesa de la ciudad, Sonia Castedo, implicada en el caso Brugal. En primera fila se sentó el expresidente de la Diputación de Castellón y todavía líder provincial del PP, Carlos Fabra, que da nombre a su propio caso. Y hasta una decena de diputados o altos cargos investigados por los casos Gürtel y Noos deambularon durante todo el fin de semana por el auditorio alicantino.

La transfiguración querida por Alberto Fabra es, de momento, un mero proyecto. Al menos así parecen verlo el presidente del PP, Mariano Rajoy, y su cúpula directiva, ausentes del congreso valenciano. María Dolores de Cospedal, Carlos Floriano y Javier Arenas se prestaron a aparecer en un vídeo de aliento a Fabra con fondo de balada rock que precedió a una intervención grabada de Rajoy con los jardines de La Moncloa de fondo y sin acompañamiento musical.

El cordón sanitario establecido por Génova cuando las turbias aguas de Gürtel se desbordaron sigue vigente para el PP valenciano, más firme si cabe después de que se haya constatado que la imagen de corrupción que emite es solo una de las caras de un poliedro que también proyecta derroche de fondos públicos y una deuda que ha obligado a Rajoy a rescatar a la Generalitat de la quiebra financiera.

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