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Sin investidura no hay balance

Pedro Sánchez, en una rueda de prensa a principios de diciembre.

Esther Palomera

Nada nuevo bajo el extraño sol que acompaña esta Navidad. En el Congreso sigue sin haber un alma; en La Moncloa quedan algunas pero no hablan; en ERC celebran San Esteban y en Podemos, ahora que elogian hasta los discursos de Felipe VI, han decidido que no comentan nada. La información política debería pasar estos días a las páginas de pasatiempos, junto a los crucigramas, las sopas de letras, los sudokus y las siete diferencias… O igual junto a las esquelas con un texto que dijera algo así como: “Y dejó de respirar. A los creyentes se ruega una oración por su alma y a los no creyentes, un brindis por los buenos momentos que nos dejó”.

Y ya si eso cuando se decidan a poner fecha para la investidura, que avisen y les pasamos de nuevo a las portadas, porque esto de contar la nada cansa. Un irónico periodista gallego repite una y otra vez desde hace días que los plumillas deberíamos ser más sinceros con los lectores y escribir: “Hoy no tenemos nada que contarles. Si acaso, ya volvemos mañana”.

Pero aquí estamos. Todos de guardia, teléfono en mano y delante del teclado pendientes de una investidura a la espera de un escrito de la Abogacía del Estado. Iba a llegar el lunes. No llegó. Después el martes. Tampoco. Quizá el día de Nochebuena. Nada. “Mañana como pronto”, susurra una voz sin nombre. “Hasta el 2 de enero hay tiempo”, apunta la ministra de Defensa, que es la única que ha quedado para hacer la ronda informativa con las radios. El resto del gabinete en funciones ni está ni se le espera. Y en el PSOE, no digamos. Todos en modo avión o fuera de cobertura. No es que se hayan ido. Es que siguen a pies juntillas la consigna de la nueva comunicación política: todos callados.

Mientras los servicios jurídicos del Estado no se decidan a hacer pública su tesis sobre la sentencia sobre Oriol Junqueras del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, ERC no decidirá si apoyar o no la investidura de Pedro Sánchez. Y cuentan que el debate jurídico no es sencillo y que la Justicia no tiene los mismos tiempos que la política.

En puridad, el único que tiene prisa es Sánchez, que quería un gobierno en plenas facultades antes de Navidades y una vez más va a tener que negarse a sí mismo porque el calendario corre a mayor velocidad que la pluma de los letrados del Estado. Anda el presidente imbuido en conversaciones con unos y con otros sin acabar de cerrar el cuándo y el cómo y ha decidido acabar con la costumbre de hacer balance de Fin de Año para someterse a las preguntas sin límite de los informadores.

Sin investidura, no hay balance. Desde La Moncloa dicen que el momento político actual, con las negociaciones para la investidura sin concluir, no es el mejor momento para afrontar una rueda de prensa. Al contrario, no solo es oportuno sino muy necesario. Las explicaciones nunca sobran y Sánchez aún tiene unas cuantas que dar a los ciudadanos, a los que le votaron y a los que no. Nada se sabe del programa de gobierno que ha pactado con Iglesias, salvo algunos titulares. No ha argumentado por qué antes del 10N consideraba que los españoles no merecían un vicepresidente como Pablo Iglesias y un gobierno que dependiese del independentismo y ahora cree que es justo y necesario que así sea.

Que, tras la irresponsable actitud de la derecha, no hay otra alternativa parece obvio. Tanto como que Cataluña necesita una solución política, que el diálogo no es traición y negociar no es rendirse. Pero hace falta que lo explique, que cuente lo que está pasando, cuáles son las instrucciones que ha dado a la Abogacía del Estado, qué le ha exigido ERC, hasta dónde está dispuesto a conciliar con el independentismo... Demasiadas preguntas para ninguna respuesta.

Ya saben que el secretario de Estado de Comunicación anda diciendo en público, y mucho más en privado, que los periodistas que cubren la información del gobierno son “activistas” y que tienen una tendencia “enfermiza” por preguntar. Y no, no se ha disculpado. Lo más que ha dicho es que cuando vuelva a emitir su opinión al respecto se quitará el traje de alto cargo.

El derecho a la información no es de los periodistas sino de los ciudadanos. Y cuando un presidente responde a las preguntas no lo hace a un medio de comunicación ni a un “plumilla”, sino a los españoles. Es algo que se aprende en primero de Periodismo. En primero de Constitución. En primero de Democracia. Y en primero de Comunicación Política. A ver si en 2020, se matriculan en algo de ello.

P.D. La comparecencia del presidente del Gobierno tras el último Consejo de Ministros del año es algo habitual desde la época de José Luis Rodríguez Zapatero y se ha hecho todos estos años, a excepción de 2011 porque Rajoy acababa de ser investido presidente el 20 de diciembre de ese año.

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