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Libertad de extorsión

Javier Milei, en la presentación de su libro en Madrid
21 de mayo de 2024 22:18 h

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Milei vuelve a sacar los pies del tiesto con insultos más propios de una barra de bar que de un presidente y el Gobierno retira a la embajadora en Argentina. Él hace su juego, cada vez más desesperado y agresivo, el problema siguen siendo sus cómplices. La prensa de derechas española -llamémosla así, prensa y de derechas- ha vuelto a dar la nota en el grave incidente protagonizado por el presidente argentino en su visita de propaganda política a España. Los medios a los que me refiero se han puesto del lado del ultraliberal fascista en línea con el PP y Vox. No hacen información, por tanto, sino política también. Y cargada de los sesgos y bulos habituales en esta ideología. Y eso en sí mismo es un problema para el derecho a la información de los ciudadanos. El asunto Milei ha sido todo un revelador compendio del problema.

Tras contar a sus lectores -y a todo el que pase cerca de la entrada o las cajas de un hipermercado, por ejemplo- que Milei censuraba a Sánchez o que le lanzaba “dardos” al llamar corrupta a su mujer, pasaron el lunes a atribuir a Sánchez la autoría del conflicto diplomático. ABC dedicó al tema incluso un editorial con un pareado en ripio: “Milei sólo consigue engordar el victimismo del sanchismo”. Y han seguido -algo más mesurados- engordando el conflicto, claramente provocado por Milei para sacarle provecho. Argentina se le hunde, como era previsible, y precisa de fuegos artificiales. El problema, para los españoles, no es Milei, desde luego, son sus colaboradores locales. Los políticos que alimentan la bestia.

El PP, socio del anfitrión de los ultras en Madrid, continúa estirando las sospechas sobre Begoña Gómez, y así plantea al presidente, su marido, un centenar de preguntas parlamentarios sobre el que llama “Caso PSOE” y la incluye, tras despreciar el informe de la Guardia Civil que no ve indicio de culpabilidad en la esposa del presidente. Es una táctica de propaganda y embarre para adeptos que ya practicó Rajoy al plantear más de 400 cuestiones al gobierno alimentando la teoría de la conspiración del 11M.

El anuncio de ese “punto y aparte” de Sánchez -que no llega- ha causado preocupación en algunos medios. Cortar los bulos es “atacar la prensa”, textualmente si se miran sus titulares. Incluso, de una forma más amplia entre periodistas en activo no solo en los manipuladores de oficio. Si algo se teme es la censura se dijo siempre, pero lo verdaderamente temible en estos momentos son las noticias falsas como arma de destrucción de personas, ideas y proyectos.

Les diré que trabajando ya en periodismo durante la Transición o, más adelante, con controles tanto de la derecha como del PSOE en TVE, siempre encontramos la forma de eludir la censura. Sobre todo en Informe Semanal. Lo que parece inabarcable ahora es la manipulación masiva, el olvido quizás de las más elementales normas del periodismo y el doble muro que supone una justicia con tantas lagunas en su credibilidad y el desinterés de gran parte de la sociedad que son los principales afectados. Así que ahí seguimos dando vueltas al tiovivo sin ver el… punto y aparte. En serio, es pura impotencia si no se cambia algún elemento de la ecuación.

Porque probablemente no haga falta una ley específica antibulos o antinada, bastaría el código penal si se demuestra daño grave por informaciones falsas. Las ha habido, las hay y se van de rositas. Pero es que si se puede dejar morir sin asistencia médica a 7.291 personas con absoluta impunidad, ya sabemos de qué va esto. Y así asistimos al espectáculo del proceso a “un particular”, defraudador confeso de impuestos de elevado monto, eludiendo las elecciones a las que concurre su partido y sobre todo el partido de la novia conviviente, pues ya corroboramos desolados de qué va esto. De momento el olmo sigue sin dar peras. Habrá que buscar perales.

Otra cosa es el submundo de los medios de la bulosfera. Sus flagrantes errores les incapacitan para ser considerados como periodismo y, desde luego, no se comprende que sigan acreditados en el Congreso como periodistas, porque no lo son. Y así se llega a escenas como ésta en la que reiteradamente el portavoz del PSOE, Patxi López se niega a contestarles. Pero es el único que sepamos.

Se publican artículos donde periodistas diversos se manifiestan por la libertad -por supuesto- y no quieren saber nada de reglas ni condicionantes. Se ha puesto de moda la palabra “veraz” porque con ella basta para que la información sea admitida. Veraz significa “que dice siempre, usa o profesa la verdad” y se lo atribuyen a medios que igual atinan 2 de 10 veces, y por casualidad si se miran sus líneas editoriales. 

Estamos ya, además, en la teoría de que cualquiera puede hacer de periodista. Sin duda, si se prepara para ello o por ciencia infusa sabe las reglas elementales y ponerlas en práctica. Porque esto no va del cotilleo subjetivo de los “enteraos”. Plantéense si el ideario liberticida se extiende y deja de hacer falta estudiar anatomía para operar un cuerpo humano -vivo- o sobra con saber montar un mecano -de playmobil por ejemplo- en lugar de licenciarse en Ingeniería de caminos, canales y puertos para construir un puente.

El sistema para informar en periodismo es un clásico: informarse, documentarse, contrastar -esto falla ahora estrepitosamente-, contextualizar, jerarquizar la importancia de los datos, contarlo bien y procurar ser honesto.

El periodismo de los grandes medios, audiovisuales sobre todo, ha adquirido el vicio de limitarse a poner declaraciones contrapuestas como muestra de objetividad. Sin contar lo que ocurre y sin decir quién miente y en qué, en el caso de que lo haga, aportando los datos reales. Esto implica que se sitúa del lado del agresor en la famosa frase de Desmond Tutú. Cada vez que oigo que han tenido “un cruce de reproches” apago el televisor.  Solo con situarles ante la mentira -como hacen algunos pocos periodistas- nos acercaríamos a la información… real (mejor que veraz). Memorables han sido las entrevistas de Silvia Intxaurrondo a políticos como Núñez Feijóo y otros. Vergonzosos, los masajes de la mayoría.

De cualquier modo, la más rentable inversión que se ha hecho en las últimas décadas -con gran aceleramiento en los últimos años- ha sido en ignorancia. Hay que ser muy zote para no ver al indocumentado que te mete el bisturí en una rodilla sin ser cirujano, o pasear por un puente que ha construido un aficionado por intuición. Pues así de monumentales se tragan las trolas de los políticos sucios vendidos por sus altavoces mediáticos.

Promocionar a un político que contempla la toma del poder a patadas y a gorrazos, a su partido completo del que él es el más listo, a sus socios de gobierno -el Partido Popular- o importar a un mequetrefe insolente a insultar la inteligencia en nuestro propio país es alucinante. Situarlos en plano de igualdad en las críticas con políticos, siquiera normales, al menos, rebasa toda sensatez y es peligrosísimo. Porque hay gente que come todo cuanto le echan.

Nos encontramos en un momento mundial intenso de verdad. No solo con las dos guerras en marcha, con el genocidio en el que persiste Israel. El Tribunal Penal Internacional pide orden de arresto para Netanyahu y su ministro de Defensa en una medida inédita para mandatarios de un país aliado de Occidente. El presidente de Irán ha muerto al estrellarse el helicóptero en el que viajaba, el único de un séquito de tres. Y vienen las elecciones europeas cargadas de propaganda, trampas y cesiones programadas. Milei es una anécdota, una mala anécdota. El problema es todo el conjunto y sobre todo, insisto, los cómplices.

Y el estado de esa ciudadanía impelida a hacer algo, como dirigirse a una urna con criterio para saber en qué contexto vivimos. Muchos de los judíos que fueron gaseados por Hitler le habían votado en las elecciones, me comenta a menudo mi viejo amigo el periodista Juan Tortosa. Creo que en estos tiempos deberíamos recordarlo a diario.

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