No llores, Alberto
Núñez Feijóo, el ambicioso presidente de la Xunta de Galicia y líder de los populares gallegos, acaba de ganarse una sesión completa de baño y masaje de código mariano. Lo ha encajado tan mal que incluso ha acudido a una radio estatal para abrirnos su corazón y confirmarnos que existe vida más allá de la política y anda pensando en dejarla, justo al día siguiente de haber proclamado urbi et orbe que “no existe mayor honor que servir a Galicia, ninguno”.
Se lo traduzco. Núñez Feijóo estaba convencido de que esta vez era la buena y Mariano Rajoy parecía dispuesto a abrirle paso. Ya se veía libre como un pájaro surcando el cielo de Madrid, sin tener que soportar cuatro años más de alcaldes y barones populares dándole la murga con sus absurdas peticiones y cansinas rencillas. Se equivocaba. Nada más lejos de la realidad. Rajoy no sólo no se va, ni le abre camino, sino que le tiene reservado volver a ser candidato porque el Marianismo no puede permitirse perder en Galicia y Feijóo representa la apuesta más segura. Tal como le llevan diciendo desde hace meses, aunque él se empeñase en no escucharlo, su única opción pasa por repetir como cabeza de cartel.
Núñez Feijóo siempre le ha resultado útil a Rajoy. Durante los momentos más duros de la ofensiva esperanzaguirrista supuso uno de sus puntales más sólidos. “Ningún líder mejor que Rajoy” proclamó ufano la víspera del famoso congreso popular de Valencia. A cambio de su apoyo el Marianismo le ha permitido a hacer y deshacer a su antojo en la Galicia del postfraguismo, le protegió cuando salieron a la luz sus famosas fotografías con el narcocapo Marcial Dorado en un sitio “donde sólo recuerdo que había nieve” y le dejaba soñar con la posibilidad de un exitoso desembarco en Madrid como pago a tantos buenos servicios prestados.
Con la excepción de un par de roces cuando el Presidente gallego se puso exquisito con Luis Bárcenas y, casualmente, salieron a luz las famosas fotos con Dorado, la relación ha resultado fructífera para ambos. Rajoy tenía un barón de referencia y Feijóo podía jugar a estadista los fines de semana. Ese siempre fue y continúa siendo el plan. Nunca hubo otro. Primero Núñez Feijóo tiene que repetir y ganar, después “ya tal”.
No pudo dejarlo más claro en la sesión de investidura, Rajoy jamás ha tenido intención de ceder su puesto a nadie. A todos cuantos se han dejado querer como sucesores les ha aplicado el código mariano y ha dejado que el tiempo los quemase lentamente. Feijóo no será el último sucesor a la plancha que nos sirva el Marianismo.
El presidente gallego quiso ganar a Rajoy empleando sus mismas armas: la gestión del tiempo y la paciencia. Pero ha acabado perdiendo ambas: el tiempo y la paciencia. Ya sabe que tiene difícil salir de Galicia, así que las ofertas que hace tiempo se dice le llegan desde México y empresas como Pemex parecen hoy mejor destino que cuatro años más de tener que ir a Ourense a reírle las gracias al hijo del mítico Baltar.