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Lógica envenenada

La manifestacion de Ceuta en recuerdo de las victimas de El Tarajal, a su llegada a la zona más cercana al espigón fronterizo de la playa de El Tarajal. / Imagen: Robert Bonet

Maruja Torres

Uno de mis 200 médicos preferidos se ha empeñado en que elimine las penas morales tumbándome, cerrando los ojos en silencio y concentrándome en mi respiración, con las manitas puestas encima del diafragma. Dentro, fuera. Aspirar, exhalar. Dice que, si lo hago, veré cómo poco a poco la maltrecha embarcación de mis desconsuelos encontrará la corriente favorable que le permitirá escapar de la tormenta. Dentro, fuera. Aspirar, exhalar.

Si lo hago, sabré que tiene razón el presidente de la asociación mayoritaria entre los mandos de la Benemérita, la Unión de Oficiales de la Guardia Civil, Francisco García Ruiz, cuando, para defender a los guardias imputados por la muerte hace un año de 15 inmigrantes, en la playa ceutí de El Tarajal, nos recuerda la cabal división del trabajo típica de los países porteros de la Unión Europea. En nuestros terruños, los Reyes Magos arrojan caramelos, y la Guardia Civil tiene material antidisturbios para mantener la integridad de nuestras fronteras. Y no se hable más.

Según sigo la lógica de su refinado razonamiento, comprendo que lo segundo no se habría producido sin lo primero. Es decir, que seguramente ya de niños los Magos nos dieron en la sien con caramelos de Logroño, y hasta con Chupa-Chups (ese palito),  preparándonos para, en el futuro, ser adictos a Cuéntame y, con el tiempo, admitir sin pestañear cualquier reforma del Código Penal que quisieran endilgarnos, y cualquier cantidad de bolas, de goma y de todo tipo, que nos vinieran de allá do dicen que mora el orden, y la gente es bella, sofisticada y feliz.

También es verdad que somos unos hipócritas. Porque ahora mismo yo, estoy en mi casa y ante el ordenador con un cabreo importante en la boca del estómago por ese Momentazo Jack Nicholson protagonizado por el caballero García Ruiz (en el filme porno-militar Algunos hombres buenos), escribiendo para desahogarme con una copa de un vino de calidad media al lado. Pero lo que tendría que hacer, ah, si, lo que haría si esos caramelazos previos, se sienten, coño, me hubieran aprovechado, si fuera patriota, es bajar a las calles, que mi barrio está bien surtido de gente que pide limosna, sobre todo a las puertas de los súper, y correrlos a gorrazos sin ni siquiera pedirles los papeles. Cualquiera que sea el color de su piel, mientras sean otros.

Claro que mi tarea –que podría ser también la vuestra, si no fuerais tan hipócritas como yo– resulta mucho más difícil que la de la Benemérita, ya que a nosotros se nos ponen de uno en uno, mientras que en Ceuta se apelotonaron. ¿Por qué tan juntos? ¿Buscando calor humano? ¿Porque se conocían? ¿Porque se ayudaban entre ellos, intentaban no ahogarse, sobrevivir? ¿Por miedo? Qué va: era una estrategia deliberada y aviesa, buscaban ofrecer mejor blanco, ser alcanzados por la balacera, y jodernos.

Dentro, fuera. Aspirar, exhalar. Reprimir, expulsar. A veces, matar. Ah, si no hubiéramos empezado por aceptar los caramelos.

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