Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

No se acerque más a nosotros

El exvicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias.

168

Cuando el Supremo archivó una querella de Vox contra la ministra Ione Belarra lo mencioné en directo en Al Rojo Vivo, considerando, creo que justamente, que se le ha dado mucha cobertura a las causas que se abrían contra Podemos y muy poca cuando estas se cerraban. Al mismo tiempo que criticaba el desastre comunicativo de la ley del 'solo sí es sí', afirmé la necesidad de defender buena parte de la labor legislativa y logros del Ministerio de Igualdad. Como escritora, para presentar mis libros, he acudido a eventos organizados por Podemos en distintos territorios, transmitiendo y recibiendo cariño a su militancia. Cuando empezó el juicio por el acoso a los hijos de Irene Montero y Pablo Iglesias, escribí por privado deseando que ojalá se hiciera justicia. En las elecciones a la Comunidad de Madrid de 2019, a las que se presentaba Pablo Iglesias, pedí el voto para las izquierdas en general, sin decantarme por Más Madrid o por Unidas Podemos. Cuando Sergio Gregori anunció que conduciría la tertulia de Canal Red, le deseé públicamente suerte y aciertos.

Lo he hecho siempre desde una posición que me parece valiosa: la independencia. Si he presentado libros en festivales o eventos de instituciones públicas, lo he hecho en instituciones en las que gobernaba hasta el Partido Popular, sin jamás recibir un euro de un solo partido. Mi salario no ha dependido nunca de las vicisitudes de la política, ni he copado jamás puesto alguno, ni me he presentado en listas, ni se me ha prometido nada. Cuando he asistido a eventos políticos, lo he hecho de buena fe y con frecuencia sin cobrar, pensando en lo que podía sumar con mi apoyo y no en el enriquecimiento personal, para el cual la significación política puede más bien ser un lastre. No he estado nunca en la toma de decisiones o en las mesas de negociación de organización alguna; en el futuro, tampoco preveo estarlo.

Todo esto me ha hecho preguntarme estos días a santo de qué alguien como Pablo Iglesias puede pasar a considerarme a mí su enemiga. La semana pasada, el emérito secretario general de Podemos me escribió, en público: “Señora, hágame el favor de soltarme el brazo y deje de hacer creer que se puede defender un proyecto político decente desde la tertulia de Ferreras. Cambiar CTXT por La Sexta le habrá dado más fama y dinero pero, si no le molesta, no se acerque más a nosotros”.

Lo cierto es que, cuando coincidimos en el Consejo de Redacción de CTXT, Pablo Iglesias y yo ya discutíamos, porque teníamos diferencias políticas y, sobre todo, porque yo no me callaba a la hora de señalar los momentos en los que consideraba que él cargaba sibilinamente contra Yolanda Díaz, sucesora que él mismo había designado. Lo señalé una primera vez cuando empezó a adjudicarle públicamente errores y sapos políticos en los cuales ella no tenía implicación. Lo hice unas cuantas veces más. Cuando marché de ese Consejo de Redacción, en parte por la atmósfera irrespirable que él había construido —y no he sido la única en irse—, lo que hice fue seguir escribiendo en Público. No colaboraría con La Sexta hasta muchos meses después. Y ya era por entonces lo bastante conocida, por suerte, como para vivir de mis libros y colaboraciones, con o sin tertulias.

Lo que el Pablo Iglesias de 2015 le diría al Pablo Iglesias de ahora (caractericémoslo así: el del “no se acerque más a nosotros”) es que se equivoca al pensar que la gente es idiota, que ve televisión basura y cloacas que la manipula incesantemente; que ahora es él quien se descubre encantado de reconocerse en la cultura de la derrota. Que se ha convertido en el pitufo gruñón que con tanta insistencia señalaba. Que su atrincheramiento ha explotado, en Asturias, a un partido –su partido– que obtuvo el 20% de los votos en 2015, diez mil votos por debajo del Partido Popular. Que ha arrasado con toda la inteligencia colectiva que alguna vez estuvo involucrada en la construcción de un proyecto hermoso. Y que su viaje, tristemente, ha sido de ida y vuelta: si en un principio se presentaron con su cara en las papeletas, precisamente porque acudía y batallaba en las tertulias que ahora denigra, ahora su cara, aunque no esté, sería lo único que cualquiera vería en una papeleta de Podemos, porque casi no queda nada más que él. Por más que hagamos como que hay algo de verdad en la pantomima de que ahora se trata de un “militante más” –que en absoluto marca la línea ideológica de su partido en las tertulias antes que nadie en los consejos, que jamás negocia directamente, qué duda cabe–, nunca ha habido una metonimia tan perfecta como la que opera hoy entre Podemos, La Base y Pablo Iglesias. Las cosas podrían haber sido de otra manera. Pero no lo fueron.

Tengo 22 años. Cuando me politicé, lo hice viendo en programas como La Sexta Noche a tertulianos como Pablo Iglesias, de los cuales buscaba hasta las mejores intervenciones en YouTube celebrándolas como si fueran goles de mi equipo. Tenía por entonces 14 o 15 y pensé –y creí– en un país a punto de cambiar. Nunca me habría podido imaginar, ocho años después, que el hombre al cual yo admiraba acabaría diciéndome eso: “no se acerque más a nosotros”. Lo peor es que tal frase sigue sin tener ningún sentido y que el plural de esa primera persona es una farsa, una caricatura de lo que su autor ha sido. En mi trinchera, la de quienes siguen creyendo en un país que puede transformarse, siempre hubo un lugar para Pablo: porque él me inspiró a imaginarlo. Por eso acababa así mi respuesta a su insulto: “un abrazo”. Y la esperanza, convencida, de que siempre hay tiempo para pedir perdón y trabajar para que las cosas sean de otra manera. Ahí nos encontraremos.

Etiquetas
stats