Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Padres e hijos electorales

Archivo - El expresidente de la Generalitat, durante el homenaje al músico Pau Casals el pasado 21 de agosto de 2023, en Codalet (Francia).
23 de abril de 2024 22:23 h

16

Este trimestre tan primaveral, tan de abril (ya nadie se acuerda de T. S. Eliot, y menos de Abril Martorell), es más de contar papeletas que de contar chistes. Tienen algo en común. Tanto los votos como los chistes tienden a recontarse. Y también se parecen en que al principio sorprenden; pero, luego, todo el mundo sabe cómo acaban. No hace falta ni contarlos. Sea como sea, los españoles, cuando no estamos contando chistes, estamos contando votos.

Lo mismo que hay chistes viejos, existen partidos más viejos todavía, y no por ello ni unos ni otros han perdido el favor de la gente. Diría que el chiste más antiguo que recuerdo es el del “carchuto”, en dura pugna con el de Garbancito y el de Mistetas. Los tres reflejan una sociedad de cuarteles, ollas y refocile, que creemos haber dejado atrás para siempre, hasta que se casa el alcalde de Madrid, en una boda embarazosa, o se celebra algo por el estilo, como un podcast de curas reaccionarios.

Encabalgadas a las elecciones vascas, llegan las elecciones catalanas. Las dos hablan de lo mismo. No insinúo que cuenten el mismo chiste. La culpa es mía por haber empezado así. Me refiero a que una y otra tratan de idéntico asunto, es decir, de Turguéniev, o sea, de padres e hijos. Sin embargo, el trauma es diferente.

En las elecciones vascas vemos representada la historia del hijo pródigo, que vuelve a casa del padre después de haberse ido muy lejos y acumular un pasado demasiado oscuro. El hijo pródigo es antes el relato de un regreso, que el de un arrepentimiento. En Lucas, donde aparece esta parábola, se alude a razones de conveniencia, miedo, desesperación; pero el remordimiento de conciencia queda para otros versículos. Mateo explica algo parecido con ovejas descarriadas. Mateo es más predicador. Lucas era médico y le importaba más la llaga humana que la herida social. “Donde esté el cuerpo, allí también se reunirán los buitres”, así de carnal es Lucas escribiendo.

La vuelta del hijo a la casa del padre significa que los otros hijos, y el resto de la casa, no se van a comer una torrija, a pesar de haber permanecido siempre leales a los principios de la familia. Es el hijo pródigo el llamado a heredar al padre para que la casa siga como fue toda la vida. Eso sí, más acorde con la sensibilidad de los nuevos tiempos, con un sentido de la justicia más moderno.

Siempre han sido más modernos los vascos que los catalanes. Ser moderno no es estar al día en la ropa y en las canciones, sino saber lo que haces con tu dinero. Lo que se puede contar de las elecciones vascas mediante el Nuevo Testamento, en las elecciones catalanas solo es posible explicarlo con el Antiguo Testamento.

Para Jordi Pujol no sirve la historia del hijo pródigo, se pasa de moderna. Aquí, la historia se remonta a Abraham y al sacrificio de su hijo. Aquí, es Ismael quien debe irse de la casa, pues como hijo de esclava no tiene derecho a la herencia. Así es como se ha visto tradicionalmente en Convergència a la militancia de Esquerra Republicana.

Cuando llega el momento del sacrificio, le sale a Jordi Pujol uno de los rasgos más caricaturescos de lo catalán. Se le llama popularmente hacer la puta y la Ramoneta, y significa algo así como tener dos caras. Este verano se cumplirán diez años del bochornoso comunicado de Jordi Pujol, donde hablaba eufemísticamente de un dinero ubicado en el extranjero, y todavía no está claro si le vimos sacrificar al hijo (el partido) o autoinmolarse, quizá, esperando que de nuevo Yaveh le sujetase la mano.

En la Cataluña actual todo es dispersión, éxodo, tierra de promisión, exilios, jueces, batallas, profecías, lamentaciones, proverbios y rollos macabeos. La han asolado las dunas del Viejo Testamento. Si alguna vez hubo un oasis, sucumbió con Sodoma y Gomorra. El primogénito catalán ha preferido buscarse las lentejas en otra parte a seguir los intereses de un padre que ha perdido la visión. Y los hijos menores, que se atribuyeron el derecho a heredar, se han quedado atrapados en el vientre de la ballena a la espera de llegar a alguna orilla. Los antiguos vascos cazaban ballenas, se hacían arponeros. Son dos folclores diferentes.

El procés consiste en una mezcla de diluvio universal y tablas de la Ley, donde la nulidad de los aspirantes a heredar es la garantía de que nada va a cambiar. Su no cambiar está doblemente articulado lo mismo que el lenguaje de Saussure. Lo principal es que nada cambie en el statu quo social. En lo particular, ya es demasiado tarde para cambiar su discurso procesista. Se ha convertido en su esencia. Esto, visto desde fuera, recuerda a Tamara cantando No cambié. 

Repudiados de la casa del padre, del hogar fundacional, los socialistas, y la izquierda catalana en general, se ven obligados a explicarse a través del Nuevo Testamento. Por eso tienen todos algo de evangélico, de anunciar la Buena Nueva; de hecho, unos cuantos son de la Bonanova (uno de los barrios altos de Barelona). A diferencia de los restos del pujolismo y sus despojos, el tiempo de los socialistas no se ha ido, sino que está por llegar. Pertenecen a una gesta posterior, que es la que se narra en los Hechos de los Apóstoles, donde los milagros tienen que hacerlos los humanos. El que inventó esos milagros ya está crucificado. No va a volver. Hasta los más acérrimos de los suyos han dejado de esperar la segunda venida.

Cataluña, la Generalitat, es hoy la casa del padre sin padre. Los hijos, los criados, las amantes..., se la disputan entre sí; se pueden permitir este espectáculo, porque saben que sin ellos no hay casa para nadie. Mientras los socialistas aguardan pacientemente el momento de hacerse con ella, y calculan el precio que exigirá cada heredero, una criatura subterránea amenaza con arrebatarles en los barrios votos imprescindibles para su victoria. Nadie la ve, porque nadie la nombra. Pero, cuando se acumula el resentimiento, lo que no es abstención es extrema derecha.

¿Por qué lo llamamos resentimiento si queremos decir venganza? Hay algo de devolución de la basura en el voto a la extrema derecha. Lo acompaña una manifestación de asco, de dejar la porquería en casa de quienes mandan. Si la extrema derecha no fuera a todas luces repugnante, no la votarían; porque, más que votar, se busca sabotear. Es el ¡ahora te vas a enterar! Los parias de la tierra exigen su derecho a la revancha. A la carne de cañón le va la marcha. El sueño de la esperanza produce monstruos. Una casa que se cae, y una sociedad que se pudre. Estos son los tiempos que corren por aquí, si nada lo remedia.

Etiquetas
stats