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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Todo el poder para Donald Trump

Trump, en su primera comparecencia tras ganar las elecciones.

Gumersindo Lafuente

La dura realidad golpea de nuevo. Frente a los deseos bienintencionados de muchos, o las previsiones de los analistas más sesudos, este año 2016 se nos ha revelado como el de los triunfos inesperados e incómodos. Pasó con el Brexit en Gran Bretaña y con el 'No' a los acuerdos de paz en Colombia y ahora le toca el turno a Donald Trump y su asalto a la presidencia de los Estados Unidos. Todo el poder para él: ha ganado en votos electorales, controlará el Senado, la cámara de representantes y el Tribunal Supremo. Y la verdad es que se veía venir.

Trump inició su carrera hacia la nominación con todo en contra. Peleó con 16 candidatos sin contar con el apoyo del aparato del Partido Republicano y fue eliminando uno a uno a todos ellos. Sus malos modos, su misoginia, su populismo neofascista, no le frenaron entonces ni le han detenido ahora. Primero los republicanos y ahora una mayoría de los votantes de Estados Unidos le han colocado al frente de sus destinos, al menos durante los próximos cuatro años.

Es el triunfo del miedo, de la frustración y el desencanto que ha generado una clase política elitista y corrupta. Es la victoria del destino que nos ha jugado la mala pasada de enfrentar a Trump, un candidato inverosímil, con Hillary Clinton, una política de la casta que ha fomentado con su enriquecimiento personal y su falta de transparencia una pesada fama de deshonestidad. Es de nuevo la victoria del pasado (población rural envejecida, como en Gran Bretaña) frente al futuro (jóvenes que estaban mayoritariamente con Bernie Sanders y a los que Clinton no ha logrado movilizar), la llegada al poder de un personaje antisistema y desestabilizador, mucho más radical que las opciones de izquierdas que tenemos en España y que tanto miedo dan a nuestros poderosos. 

Y una notable derechización de la sociedad estadounidense, sobre todo si nos fijamos en el creciente apoyo que ha obtenido Gary Johnson, el candidato del Partido Libertario, ex gobernador republicano de Nuevo México, abanderado de la reducción de impuestos y de la lucha contra el crimen. También probablemente -habrá tiempo para analizarlo en detalle- la “traición” de parte del voto latino a los demócratas. Por muy radical que haya sido el discurso de Trump con los inmigrantes, sin el apoyo de parte de esa población el resultado que se ha dado sería imposible. 

Los primeros efectos del triunfo del ahora sí incontestable líder republicano ya se están produciendo. Las bolsas de todo el mundo van a temblar. El peso mexicano se ha hundido. Pero lamentablemente esto es solo el principio. Hace poco más de un mes tuve la oportunidad de hablar con Marty Baron, director del Washington Post, un hombre que une prestigio y prudencia, y ya mostraba su preocupación por una probable victoria del candidato republicano. Baron anticipaba con pesimismo las seis decisiones que Trump tomaría en los primeros meses de su mandato: instaurar el estado de excepción en EEUU ante la amenaza terrorista interior. Declarar formalmente la guerra al ISIS. Suspender los acuerdos con Irán. Construir el muro con México. Suspender la reforma sanitaria de Obama. Utilizar el arsenal nuclear como una herramienta de amenaza en las relaciones internacionales. Tan solo poniendo en marcha la mitad, el mundo se va a convertir en un lugar mucho más inhóspito y triste. Y a Baron no le cabía la menor duda de que nadie iba a ser capaz de parar a Trump si, como la final ha sucedido, ganaba las elecciones.

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