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Refundación moderada y ética

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, (con el líder del PP, Pablo Casado, en la pantalla) interviene en un desayuno informativo organizado por Nueva Economía Fórum

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El PP tiene que demostrar que ganó las elecciones en Castilla y León con merecimiento. Algo que solo logrará si forma un gobierno que le permita demostrar que es la alternativa sensata al PSOE a nivel nacional. Para ello necesita refundar su relato. Una empresa difícil a la vista de los errores en que ha incurrido al disputar a Vox sus postulados y competir ruidosamente con este partido en su estilo y su lenguaje.

Lo importante para el PP y para nuestra democracia es que Pablo Casado comprenda que el momento postelectoral castellanoleonés es una oportunidad de refundación práctica. Los populares tienen la excusa para sustituir la estrategia que han llevado hasta ahora de forma razonable. Un cambio que pasa porque lideren en solitario la victoria que lograron el domingo, aunque estuviera por debajo de las expectativas creadas al convocar las elecciones.

Esto exige estar a la altura de la responsabilidad de ganar en las urnas en momentos tan complejos como los que vivimos. ¿Cómo? Formando un gobierno ejemplar que contribuya no solo a la estabilidad de Castilla y León sino de toda España. Eso supone rechazar la solución más simple, precipitada y fácil, que sería sumar con Vox y repartirse el gobierno con esta formación política. Si lo hiciera demostraría que el PP se ha convertido en un campo abonado al tactismo de lo inmediato, que es una de las señas de identidad, precisamente, de los populismos. El PP tiene ante sí la responsabilidad de gobernar pensando en las instituciones y poniendo distancia ética frente a los populismos y sus soluciones. Su apuesta postelectoral ha de estar en la credibilidad reputacional. En restañar la mala imagen generada por los casos de corrupción en los que se ha visto involucrado y acreditar que es ejemplar éticamente desde los principios y de arriba abajo. Algo que supone sacrificar los intereses ligados a lo inmediato. Anteponer la salud democrática a gobernar a cualquier precio y demostrar que hace aquello que cree como partido de centro-derecha, europeo y moderado. Podrá ser más conservador o liberal, más de derecha o centro, pero no puede apostar por competir con Vox a ser más reaccionario, radical y populista. Podrá parecerse más a Merkel, Macron, Précesse o Draghi, pero no a Orbán, Salvini, Johnson o Le Pen.  

Eso significa que hay que apostar por el largo plazo. Un empeño lento que exige desandar las urgencias de demostrar que se es alternativa a cualquier precio. El objetivo es otro: certificar paso a paso que se es alternativa al precio, precisamente, de la propia conveniencia. En este sentido, el PP vive un momento propicio para hacer mudanza aprovechando las dificultades de haber ganado las elecciones en Castilla y León. Sobre todo porque ha conseguido en las urnas absorber en la práctica a Ciudadanos, logrando así una centralidad inesperada que debería ser el eje de gravedad del nuevo PP. Una centralidad desde la que explorar cómo tender puentes con aquellos a los que demostrar que puede colaborar con ellos. Pienso en los partidos de la España vaciada y, sobre todo, en el PSOE, a quien debería convencer de que puede forjar lealmente un acuerdo de investidura que garantice su abstención.

Para conseguirlo necesita dar un giro a su estrategia. Tiene que salir del dogmatismo frentista y redescubrir el valor del pragmatismo. Solo así podrá distanciarse de su principal enemigo: Vox. Eso significa salir de la dinámica de la guerra cultural y las trincheras ideológicas para trabajar el espacio electoral de quienes no desean la polarización, que son objetivamente mayoritarios a pesar de la intensa actividad de los extremos que habitan los populismo. Esta es la clave para Castilla y León pero para toda España también. El PP ha de ser el primero en romper el bucle de polarización y resolver el dilema del prisionero que, como en la teoría de juegos, atrapa a los dos principales partidos del país por no cooperar. Y eso pasa porque el PSOE y el PP colaboren con inteligencia en un toma y daca que contribuya a la estabilidad institucional mientras reconstruyen su crédito ante la sociedad

Para ello han de renunciar al egoísmo táctico del momento y pensar a largo plazo en el bien del país. Esto significa analizar pragmáticamente, y no desde apriorismos ideológicos, qué está detrás de la irrupción de partidos como Soria ¡Ya! o XAV, o el avance de la UPL, ya que los impulsa el descontento de una sociedad que no se siente escuchada y atendida en los problemas reales de la despoblación, el envejecimiento o la crisis climática, entre otros.

A partir de este dato, un paso adicional ha de ser revestir la centralidad ganada en las urnas con un programa de moderación que sea congruente con el discurso en el que se proyecta. Entre otras cosas porque el país necesita moderar los relatos y las actitudes para desarrollar una nueva cultura colaborativa que erosione con inteligencia la polarización. No se trata de resolver precipitadamente un acuerdo que permita pasar página y seguir en el conflicto. Hay que recordar que en las elecciones de Castilla y León del pasado domingo hubo una participación del 63,4 por ciento y que tan solo se redujo en un 2,4 por ciento con relación a 2019. El PP, aunque ganó, lo hizo perdiendo un 12,7 por ciento de los votos que tuvo en las elecciones autonómicas de hace tres años. El PSOE, perdió un 24,5 por ciento de su electorado. Estos datos contrastan con el avance en un 180,8 por ciento de los votos de Vox, que ha pasado de 1 a 13 diputados. Aquí está el problema. No solo para el PP sino para el PSOE también. Un problema que trasciende a los partidos y que se convierte en sistémico.

Por eso quien mueva ficha y defienda sistémicamente la democracia acertará. Si lo hace el PP tendrá una ventaja posicional que podrá rentabilizar si persiste en la coherencia de los gestos de moderación y sensatez. . Una oportunidad que exige comprender que parecerse a Vox es un error estratégico mayúsculo. Un error en el que no puede persistir porque le contamina y empequeñece al subordinar su discurso al que Vox le marca con más ruido y contundencia. Para ello debe desandar la estrategia de radicalidad y volver a la moderación que, como sucede en el Parlamento Europeo con el Grupo Popular, marca distancias frente a la extrema derecha y sus planteamientos iliberales.

Los ejemplos francés y alemán deben ser determinantes. En estos países, los partidos de centro-derecha no solo mantienen distancia en relación a pactos o alianzas con la extrema derecha, sino que combaten intelectualmente a esta mediante un repositorio de ideas que actualizan permanentemente. Eso requiere repensar en qué consiste la moderación entrado el siglo XXI y determinar dónde están los verdaderos ejes de debate en el seno de sociedades tensionadas emocionalmente por conflictos estructurales como los que vive Europa. 

Por todo ello, el PP debe saber aprovechar la oportunidad que Castilla y León le ofrece para contribuir decisivamente a la estabilidad de la comunidad. Algo que debe emprender en solitario y ganándose los apoyos expresos o tácitos con la ejemplaridad ética de sus decisiones. Quizá leer a dos vallisoletanos como Miguel Delibes o Julián Marías ayude estos días a descubrir de qué moderación hablamos. Asumiendo su talante y su actitud sería muy fácil el entendimiento colaborativo que necesita la moderación sensata a la que puede asomarse la refundación del PP.  

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