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La regla de equilibrio

Pedro Sánchez, durante el 'superpleno' del Congreso del miércoles pasado.

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El equilibrio constituye la regla que rige la supervivencia de las coaliciones, políticas y de las otras. Si todos los socios consiguen aquello que buscan al aliarse, o al menos un resultado que juzguen razonable, acorde a sus expectativas y justo comparado con aquello conseguido por los demás aliados, la coalición sobrevive. Sólo la aparición de una alianza diferente o factores externos pueden generar incentivos suficientes para que un actor racional tome la decisión de romper o desertar de la coalición que le da lo que quería.

Si la coalición se desequilibra, bien porque un actor o varios consideran que su aportación no ha sido suficientemente amortizada, bien porque los restantes socios consideran injusta su recompensa, su supervivencia será una cuestión de puro tiempo. La sucesión de juegos de negociación donde algún socio acaba recibiendo más de lo que los demás consideran razonable y justo para que no rompa el acuerdo, lo quebrará inevitablemente al multiplicar los incentivos para buscar otras alianzas, forzar nuevos pactos o apostar por un nuevo escenario y equilibrio de fuerzas.

Más allá de la lectura o la venta que cada partido hace de lo sucedido en el Senado en el supermiércoles de los decretos, el resultado más incontestable es que la coalición que sostiene al gobierno de Pedro Sánchez se ha desequilibrado. La prueba es que llevan toda la semana intentando reequilibrarla releyendo los acuerdos de último segundo y corrigiendo su interpretación. Pueden ahorrarse el trabajo. No va a funcionar. Solo van a desequilibrarse más.

Las razones del desequilibrio son principalmente tres. Un socio mayoritario –PSOE– convencido de que la mejor táctica es presentar los acuerdos como un todo o nada y tratar de arrinconar a los socios con la amenaza de la ultraderecha. Un socio minoritario –Junts– convencido de que sus votos valen más que los votos de los demás. Otro socio minoritario -Podemos- que no estaba en el acuerdo inicial y se siente injustamente tratado y precariamente recompensado. Mientras no se ajusten estos elementos estructurales, andar rapiñando entre acuerdos y postacuerdos coyunturales sólo conduce al desastre.

El PSOE debe entender que, si juegas a lo tomas o lo dejas, antes o después alguien te va a decir que lo deja pues los incentivos para hacerlo parecen siempre muy tentadores. Alguien ha de hacerle ver a Junts que sus votos valen lo que valen los votos de, por ejemplo, el PNV. Sus grandes ganancias negociadoras dependen de que los demás acepten el papel de secundarios que parecen otorgarles; basta con que otro socio vote en contra para que todos tengan nada. Alguien debe hacerles llegar a Podemos y a Sumar que la estrategia de destrucción mutua en que se van enrocando acaba en tragedia. O ganan todos o acabarán perdiendo todos.

Existe otra opción. No hacer nada de esto e ir tirando hasta que no quede otro remedio que convocar elecciones. De victoria en victoria hasta la derrota final. Feijóo ya tiene las palomitas.

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