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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

El tiroteo de Roma es el primer aviso al Gobierno de Enrico Letta

Los policías atienden a sus compañeros heridos en el tiroteo.

Fernando Algaba

Escribir últimamente sobre Italia es más complicado si cabe que en el pasado. Por un lado argumentos no faltan, pero por otro lado la posibilidad de sintetizar los hechos se reduce cada día más, debido precisamente a la inmensa cantidad de información que resulta imprescindible conocer.

Nos habíamos quedado en el 20 de abril, en la reelección de Giorgio Napolitano como presidente de la República a la nada desdeñable edad de 87 años (88 dentro de tres meses). ¿Qué ha pasado desde entonces? De todo. En primer lugar un nuevo turno de “consultaciones” de Napolitano con los representantes de los partidos políticos con el objetivo de dilucidar a quién otorgar la misión de formar gobierno después del fracaso de Bersani y su posterior dimisión como secretario general del maltrecho PD. Consultaciones exprés en el arco de un solo día que han dado como resultado el encargo a Enrico Letta, número dos del PD y sobrino de Gianni Letta, uno de los hombres fuertes de Berlusconi desde hace muchos años.

Relaciones familiares aparte, Enrico Letta ya manifestaba en el 2005 que era “un gran fan de Berlusconi” y ha sido desde siempre uno de los principales eslabones en las relaciones PD-PDL. Su vocación por un Gobierno “de unidad nacional” podemos encontrarla ya en la campaña electoral, cuando decía que “mejor votar por Berlusconi que por el Movimento 5 Stelle de Grillo”.

Es precisamente por esta apertura al PDL (que Bersani, perteneciente a la tradición de su región, Emilia-Romagna, más izquierdista, no representaba) que Napolitano ha dado enseguida a Letta el encargo de formar el Gobierno, a sabiendas que esta vez no serían necesarias largas negociaciones con el PDL y con Berlusconi. Sobre todo porque Letta es un buen conocedor de la política de pasillo y despacho, como dejó claro en la notita que hizo llegar “en secreto” a Mario Monti en cuanto tomó posesión de su cargo de presidente en el 2011: “Mario, cuando quieras dime las formas y los modos en que te puedo ser útil desde el exterior. Ya sea oficialmente (Bersani me pide por ejemplo que interceda en la cuestión de los vicepresidentes) o en privado.”

El Gobierno que nace de la mano de Enrico Letta es un pandemónium con ministros del PD, del PDL, provenientes del Gobierno técnico de Monti (Anna Maria Cancellieri, a la que va la cartera de Justicia) y figuras externas a los partidos (de nuevo) como el director general del Banco de Italia Fabrizio Saccomanni (para él obviamente el Ministerio de Economía) y el director del INE italiano (ISTAT), Enrico Giovannini, al mando del Ministerio de Trabajo.

Un Gobierno, en definitiva, que sus defensores llaman “de unidad nacional” y sus detractores, como Beppe Grillo, “de compadreo”, pero que es sin duda el más variado de la Segunda República italiana e incluso bajo algunos puntos de vista el más novedoso: el primer Gobierno con siete ministras y el primero también que rompe el tabú racial, con la ministra de origen africano Cecile Kyenge, cuyo nombramiento ha suscitado las críticas de la Liga Norte, el partido separatista y racista (aliado de Berlusconi) que hace unos años repartía jabones para lavarse las manos “después de haber tocado un inmigrante”.

Pero termina aquí la parte novedosa del Gobierno de Enrico Letta. Bueno, un Gobierno que sería más correcto denominar “de Letta y Alfano” ya que Angelino Alfano, secretario general del Popolo della Libertà y delfín/cabeza de turco de Berlusconi será no sólo vicepresidente del Gobierno sino también ministro de Interior. Y Alfano no estará solo por parte del PDL, estarán con él otros como Maurizio Lupi (Infraestructuras y Transportes), Nunzia de Girolamo (Agricultura) y Gaetano Quagliariello, uno de los diez “sabios” de Napolitano, recordado también por sus declaraciones en el caso de eutanasia de Eluana Englaro, cuando manifestó que “Eluana no ha muerto, Eluana ha sido asesinada”; a él se le ha otorgado el ministerio de Reformas Constitucionales. Pero aparte del rosario de nombres, ¿qué significado tiene este Gobierno? Muchas cosas.

En primer lugar, que el centroizquierda italiano como se lo conocía hasta ahora ha dejado de existir. Un centroizquierda que no supo ser alternativa a la debacle de Berlusconi en 2011, que se ha quedado solo en su apoyo al neoliberal Gobierno de Monti, que no ha sabido concretar su ventaja inicial en las elecciones de febrero, que no ha sido capaz de pactar con el Movimento 5 Stelle (ni siquiera después del portón abierto por Grillo con la candidatura de Rodotà a presidente de la República), que se ha visto obligado a votar por el continuismo que representa Napolitano y que además ha entregado a Berlusconi la mitad del Gobierno y un salvoconducto para sus procesos penales, ya que Alfano, como ministro de Interior, tendrá acceso a los dosieres secretos que se ocupan del Cavaliere.

Berlusconi por su parte, tendrá siempre en la manga la oportunidad de hacer saltar el Gobierno ante cualquier “amenaza” a su persona o a sus empresas en los diversos procesos judiciales en los que está involucrado. Es más, en caso de que el Gobierno fracase (que no es una hipótesis improbable), el PDL podrá decir que quien ha fracasado ha sido el PD, ya que suya es la presidencia. Una situación inmejorable que seguro que ni el mismísimo Berlusconi habría podido vaticinar cuando en enero los sondeos le daban el 15%.

Así, lo que ahora nos parece imposible en España, un Gobierno donde se mezclan personajes importantes tanto de PP como del PSOE, lo vemos en Italia, donde PD y PDL forman Gobierno dejando al margen al Movimento 5 Stelle, que, a pesar de haber logrado el 25% de los votos en las últimas elecciones, no ha recibido ni una sola de las comisiones de control que se otorgan a la oposición, como por ejemplo, la llamada de “Vigilanza RAI”, que vela por el pluralismo de la televisión pública. No creo que haya que ser demasiado malpensado para imaginar por qué no se les han concedido. Así que aquellos que aún creen que en España eso de “PPSOE” es sólo un slogan del 15M deberían echar un vistazo a lo que sucede en Italia por aquello de que “cuando las barbas de tu vecino veas cortar…”.

Y en medio de todo este jaleo el domingo se produjo un acto de violencia difícil de digerir en un momento tan delicado. Mientras dentro del Palazzo Chigi Letta y sus ministros juraban sus cargos Luigi Preiti, un hombre de 49 años, disparó contra dos carabinieri, hiriendo gravemente a uno junto al cuello y a otro de manera leve en una pierna. El propio Preiti, una de tantas víctimas de la crisis, sin trabajo y habiéndose visto obligado volver a vivir con sus padres, ha manifestado que su objetivo “eran los políticos”, pero que al no poder llegar a ellos, disparó a los carabinieri.

Como era de esperar, los partidos mayoritarios han aprovechado enseguida para relacionar lo ocurrido con las manifestaciones ciudadanas contra los recortes sociales y para acusar, de manera más o menos velada, a Beppe Grillo, al que se han referido diciendo que “quien siembra vientos recoge tempestades”. Grillo ha condenado lo sucedido a través de su blog, ha manifestado su solidaridad con las fuerzas del orden y espera “que se trate de un hecho aislado”.

Obviamente en los medios de comunicación de todo el mundo no se tardó en dar la noticia de la siguiente forma: “Un desequilibrado mental ha disparado...” Independientemente de que Preiti sea un desequilibrado o no (bastaría hablar de “criminal”), creo que lo que se ha demostrado es que la política en general sigue infravalorando las dificultades en las que se encuentra cada vez más gente. Era cuestión de tiempo que una de esas personas que ya no encuentra sentido a su vida, en vez de suicidarse en uno de esos casos que tanto estupor generan en la opinión pública, apuntase el arma no contra su propia cabeza sino contra aquella de quienes juzga responsables de su desgracia.

Nada más lejos de mi intención compadecer o justificar lo que ha sucedido en Roma, pero hay que ser muy ciego para considerar esto “el acto de un loco” y no un gesto de extrema desesperación. Y por lo visto no soy el único que lo piensa, ya que, como recoge Il Fatto Quotidiano, algunos agentes comentaron después del tiroteo que era “el gesto de un desesperado. Los políticos no saben qué quiere decir ganar 800 euros, entrar en una tienda y no poder comprarle nada a tu hijo. Esto es lo que pasa si no lo saben (...). Se veía que era un gesto de rabia, pero ellos no lo saben, viven en su propio mundo, no entienden que luego la gente la toma con nosotros que estamos de servicio en la calle”.

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