Del vértigo de la crisis, a la emoción del cambio
Quince años que han sido puro vértigo. Del “España va bien” de Aznar, al “Zapatero no nos falles” pasando por el “ha sido ETA” del 11-M llegamos a toda velocidad a la negación de la debacle económica que aún padecemos. La crisis destapó la corrupción y la poca credibilidad que conservaba el sistema saltó por los aires y abrió una brecha por la que un 15-M de 2011, al grito de “le llaman democracia y no lo es” se llenaron las plazas.
La política tradicional y los grandes medios olvidaron pronto lo sucedido (les incomodaba). Mariano Rajoy y el PP ganaron por mayoría absoluta las elecciones y muchos pensaron que no había pasado nada, que los indignados regresarían al redil del bipartidismo. que todo iba a seguir igual. Pero la situación económica lejos de mejorar, fue a peor: arreciaron los desahucios, se disparó el paro, crecieron los escándalos políticos, financieros e institucionales (“Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir”, dijo el Rey) y el gobierno del PP se dedicó con ahínco a recortar derechos y libertades.
Llegaron las elecciones europeas de mayo de 2014 y, contra todo pronóstico, asomó con fuerza Podemos, la expresión política del 15-M, de la indignación, y regresó el vértigo. En poco más de 20 meses ha cambiado radicalmente el escenario. ¡Y de qué manera! Ocho días después de las europeas, abdicó el rey Juan Carlos I, en el momento más bajo de valoración histórica de su figura. Al poco tiempo Ciudadanos emergió como cuarta fuerza política en disputa y el remate llegó en las recientes elecciones municipales y autonómicas con el relevo radical en el poder en un buen puñado de ciudades importantes, liderado por Madrid y Barcelona, gobernadas hoy por Manuela Carmena y Ada Colau. De verdad, quién podía imaginar que todo esto iba a pasar en tan poco tiempo.
Ahora, por fin, después de una campaña de debates incompletos, masajes televisivos, tormenta de sondeos y abruptos finales, llega el momento de la verdad. Y hay que celebrarlo. Poder votar, a pesar de nuestra ya casi cuarentona democracia, no ha sido lo normal en la historia de España. Por eso debemos cuidar este bien escaso y precioso. Incluso aunque a veces nos haya parecido que todo estaba decidido de antemano, que nuestro voto en realidad valía poco.
No es el caso del 20-D de 2015. Estas elecciones van a pasar a la historia. Cada voto cuenta. Cada emoción de cambio es importante. Cada ciudadano tiene un enorme poder en sus manos. Y no podemos dejar pasar esta oportunidad. Hay que abrir el cerrojo del antiguo régimen para lograr que la democracia se oxigene. Hay que echar de la cosa pública a los trileros y sustituirlos por gente decente. Hay que dibujar entre todos el nuevo mapa político de España.