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Otra vez niebla sobre el Canal de la Mancha

José Antonio Martín Pallín

Abogado. Magistrado emérito del Tribunal Supremo. Comisionado de la Comisión Internacional de Juristas (Ginebra) —

El Canal de la Mancha, debido a la confluencia de diversos factores climáticos, es una zona proclive a las nieblas. Es sabido que los periódicos ingleses dedican una especial atención a la meteorología. En el siglo pasado se hizo famosa una información del The Daily Mail, en la que transmitía a sus lectores una noticia impactante: a causa de la niebla que envolvía el Canal, el Continente se encontraba aislado de la Gran Bretaña. La fina ironía anglosajona, convirtió una información meteorológica, en una metáfora política que condensaba la idiosincrasia británica, construida sobre su particular historia y sus grandezas imperiales que, irremediablemente, comenzaron a declinar una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial.

En los tiempos presentes de la intercomunicación frenética, a través de los “tuits”, estoy seguro de que una noticia como la publicada en el rotativo inglés, se habría elevado a la categoría de lo que los expertos en comunicación han dado en denominar “tremending topic”. Anticipo que no quisiera parecer pedante, pero era previsible que dada la apretada igualdad entre los dos sectores generacionales de la población del Reino Unido, había grandes posibilidades del triunfo del Brexit.

Como es lógico, es muy difícil sustraerse a la tentación de hacer un análisis de lo sucedido, aun a riesgo de caer en la banalidad. Se han detectado factores que apuntan a la decisiva influencia que la escala generacional ha tenido en la configuración de la apretada mayoría que decidió romper, en mi opinión, no con el Continente europeo, sino con las políticas de la Unión Europea, sin olvidar la confrontación histórica entre ingleses y alemanes. Hasta Hitler lo vio claro, cuando propuso que Alemania se quedara con Europa e Inglaterra con el resto del mundo.

Me arriesgo a establecer una conclusión sobre el sentido del voto, basada en los factores históricos y demográficos que confluyen en la Gran Bretaña. La franja de población de ciudadanos mayores de 65 años, al igual que en el resto de Europa, representa un alto porcentaje de votantes. En este grupo, coexisten muchos longevos que, en algunos casos extremos, vivieron las glorias del pasado o estuvieron muy cercanas a ellas recibiendo de sus padres el orgullo de su supremacía imperial. Por supuesto también se integra un gran número de trabajadores de diversos estamentos que apegados a las políticas económicas autóctonas, contemplan con rechazo, cómo las entidades económicas alemanas son incapaces de aportar soluciones para eliminar o aminorar los recortes en salarios y servicios sociales.

Cuando llegamos al tercer escalón generacional, nos encontramos con los nietos y los hijos que ya han vivido una Europa interrelacionada, para los que el Canal de la Mancha y sus nieblas son solamente un espectáculo visual. Han prescindido de la franja de mar que les separaba de Calais, construyendo un túnel que facilita, sobre todo, la circulación de personas. Solo tienen que subirse a un tren, en la estación londinense de San Pancracio (el nombre en griego significa “el que lo sostiene todo”) y al cabo de cincuenta minutos se pueden apear en la estación de Lille y conectar con el resto de Europa. Es evidente que han sido estas generaciones las que han votado por permanecer en la Unión Europea. Sus gestos de consternación, que hemos podido ver en los informativos gráficos, reflejan su desilusión ante el panorama que les espera. Les han dejado en un terreno de nadie. Tienen ante sí el poco halagüeño horizonte de la actual política de la Unión Europea y están desconcertados ante el incierto porvenir de la economía británica. Por si el dilema no fuera suficiente deben esperar a que los escoceses e irlandeses del norte decidan sus opciones políticas ante el resultado de una votación que no comparten.

Los síntomas son alarmantes para el futuro de la democracia. El déficit de legitimidad representativa que muchos venimos denunciando se ha agudizado. Los mercados mandan y se imponen sobre los ciudadanos. Anticipándose a las posibles consecuencias de un resultado como el que hemos contemplado, las Bolsas de Londres y de Frankfurt habían firmado, hace unos meses, un acuerdo de colaboración que les pudiese poner a salvo de las previsibles turbulencias del Brexit.

Si los ciudadanos no contamos, habría que entregar el mando al Banco Federal alemán, resignarse a su control sobre el Banco Central Europeo, y admitir el protagonismo anómalo del Fondo Monetario Internacional, absolutamente ajeno a las instituciones de la Unión Europea. No existe politólogo, economista o político con sincera capacidad de crítica, que no haya dado la voz de alarma. Si no se corrigen estas anomalías nos encaminamos a la descomposición de los valores que proclamaron sus padres fundadores. Sus consecuencias pueden ser imprevisibles y por supuesto peligrosas.

El Tribunal Constitucional alemán, “in extremis” (dos días antes del referéndum sobre el Brexit) rechazó un recurso contra la compra de bonos de emergencia del Banco Central Europeo, respaldando este mecanismo de lucha contra la crisis que nunca se ha utilizado. El Tribunal Justicia de la UE ya se había pronunciado a favor, pero un grupo alemán de 35.000 miembros, entre ellos políticos y académicos, pidieron al Tribunal Constitucional Alemán que lo anulase, argumentando que constituía una forma de financiación monetaria ilegal, al violar la legislación alemana. Su anulación hubiera sido mortal para el futuro de la Unión Europea.

Los efectos del Brexit no se han hecho esperar. Portugal anuncia que si se le sanciona por no cumplir el déficit, convocará un referéndum para salirse del euro. No olvidemos los estrechos lazos que tradicionalmente han mantenido nuestros vecinos con la Gran Bretaña. El Primer Ministro italiano Mateo Renzi, ha sido convocado urgentemente, por Hollande y Merkel para tranquilizarle. Convendría que nuestros políticos se pusiesen a meditar sobre el problema, como cuestión insoslayable en ámbito de función de gobierno y control parlamentario.

Post data. Comencé a escribir este artículo, el Domingo 26 después de votar, recién abiertos los colegios. Las tensiones de la jornada electoral han demorado su final hasta después de conocer la voluntad de mis conciudadanos. El Brexit es, en mi opinión, un factor más que tendremos que manejar, para analizar el resultado.

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