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La vida se parece más a 'El cuento de la criada' que 'El cuento de la criada'

Elisabeth Moss en su papel protagonista de Offred en la serie de 'El cuento de la criada'

Luna Miguel

Me gustaría escribir algo muy gracioso y bien redactado sobre los muchísimos problemas que he detectado en la tercera temporada de 'El cuento de la criada', de la que HBO ya nos ha concedido 4 capítulos a día de hoy. Si tuviera fuerza y ganas, os diría que cuidado con los spoilers que vienen, y me echaría las manos a la cabeza al rememorar algunas escenas que me han parecido absolutamente demenciales. No hablo de las de violencia, porque a eso la serie ya nos tenía muy acostumbradas, sino más bien del monólogos de June, esos que al principio eran tan bellos y emotivos, y que ahora se han vuelto una especie de corta y pega de ideas feministas mal digeridas.

Igual que algo chirriaba en nuestro cerebro cuando en la última de Juego de Tronos Sansa aseguraba que si se había convertido en una mujer fuerte y poderosa era porque la habían violado y maltratado, aquí la voz en off de Elisabeth Moss provoca cierta náusea cuando sugiere, quiero creer que muy levemente, que lo que siente hacia su antiguo “dueño” es algo parecido al amor, “aunque distinto”. Ojo. No quiero negar esa contradicción. No digo que no sea posible sentir piedad, o cierto cariño por quienes nos han hecho daño porque ese es un sentimiento demasiado real.

Lo explicaba la periodista Joanna Connors en su ensayo Te encontraré: que ella llegó a sentir compasión hacia el hombre que la había violado años atrás, especialmente cuando empezó a conocer las miserias de su vida. Y lo cuenta también Eve Ensler en su nuevo y descorazonador libro The Apology, una carta ficcionada que se hace llegar a sí misma como si la hubiera escrito su padre, de quien aprendemos, a través del relato, que abusó de ella sexualmente cuando solo era una niña. En las entrevistas publicadas estos días por la promoción, Ensler aseguró que “no sintió nada” cuando su padre murió. Que por su culpa “no ha sabido amar nunca”. Y que tal vez las experiencias vividas a los 10 años fueran la consecuencia de haber creado la que es su gran y más reconocida obra feminista Monólogos de la vagina. Ensler ha escrito ese libro, dice, “para todas las mujeres que siguen esperando una disculpa”. Y de sus palabras se intuye el enorme trabajo de reconciliación que ha tenido que hacer con el hombre que más ha odiado durante toda su vida. Una reconciliación no tanto sentimental como literaria: ¿Qué nos podría animar a hacer lo que ella ha hecho? ¿Con qué fuerza logramos ponernos en la piel de nuestro abusador?

Me gustaría escribir que la June de la tercera temporada de El cuento de la criada busca en su reconciliación con sus abusadores una chispa creativa como la de Connors y Ensler, que al fin y al cabo no es tanto una manera de exculparlos sino de enfrentarse a ellos. Me gustaría hacer eso, decía, aunque me cuesta confiar en el devenir de sus monólogos repetitivos y facilones. Por suerte, solo estamos en el comienzo de la temporada y esta espectacularización de su feminismo podría corregirse. Y si no, ahí queda la fecha del 12 de septiembre de 2019, día previsto por la editorial Salamandra para la publicación de Los testamentos, de Margaret Atwood, una secuela escrita por el puño y letra de la verdadera autora. No sé si la elección de una portada en la que las criadas visten de verde tiene que ver con el momento presente y con la lucha de nuestras compañeras argentinas y su #seráley, pero ya puestos a pedir, me gustaría pensar que sí. Que Atwood ha entendido que la vida se parece demasiado a su distopía. Que merecemos apagar un momento las pantallas y dedicarnos a apoyar luchas reales. Luchas en las que la única voz en off es la de nuestra conciencia. Luchas en las que no vale la pena amar un enemigo que ya ha demostró mucha veces que el sentimiento no es recíproco.

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